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Pascual Falces

He tenido un sueño

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En efecto, como Martin Luther King –I have a dream-, sólo que en español, durante la noche pasada, y confío en la Providencia para que, como consecuencia, no acierten con el proyectil de un “magnum” en la lente del catalejo. No sería fácil encontrar otro en el “rastro” de semejantes mágicas características. Un sueño en que a la gente le volvía la sonrisa, no había colas en el INEM, los ricos ya no lo eran tanto, y las únicas de brazos caídos eran las monjas de los comedores de “cáritas”.

En el patio de cuadrillas las mulillas se agitan nerviosas mientras los monosabios realizan los últimos retoques de sus arreos para que salgan briosas a la plaza y cumplan su función de arrastrar al desolladero el cadáver político de ZP herido de muerte tras la jornada electoral en el país vasco. “Nunca se sabe lo que puede ocurrir, y por eso el Principito deshollinaba también el volcán apagado”. El ruedo español se verá pronto libre del peor diestro que lo ha pisado. Ha hecho grande al más execrable de los Borbones, ni digamos de los Austrias, y ya es decir con este repaso a lo más penoso de nuestra Historia; si no es por la zancadilla de los gallegos, y el “talento” de los vascos, ¿quien lo iba a decir?... este leonés que ahora quiere “¡follar!” con Rusia, deja a España entera en el desempleo, a los ricos más ricos de lo que nunca han sido, y la madre patria cuarteada en trocitos como en un rompecabezas in-rrecomponible (Jesulín, dixit), o al borde de otra guerra civil, solo que “kalásnikov” en mano.

Los tiempos han trascurrido para ZP con más pena que gloria tras haber alcanzado el Poder después del trágico atentado del 11M que conmovió los corazones de España entera. Sin embargo, tal vez, creyó haberlo conseguido por sus propios méritos, y le sucedió lo que exactamente señala el ya mencionado Principito: “Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores”. Y, así inasequible al desaliento, cosechando aplausos donde eran palmas de “clá”, se fue creyendo sus propias falsedades, o, tal vez, trasformando los buenos deseos en ilusiones que se hacían sueños entre los bien intencionados.

Zapatero nunca pudo digerir aquel indiscutible triunfo electoral. Siempre fue un caballo más veloz del que era capaz de manejar con las provincianas bridas y oxidadas animadversiones que portaba como bagaje en su alma pequeña. La España que se encontró entre las manos no era la que con deformidad produce en la vista el astigmatismo cuando se mezcla con la miopía. Una generación nacida en los albores y durante la Guerra Civil había firmado la paz para siempre y cargado sobre sus espaldas una Transición “a como fuera”, sobre la que habían pasado ya otras optimistas generaciones, hijas y nietas, y con la vista puesta en el futuro de una España diferente nacida desde sus más hondas e irrenunciables raíces.

El español, en términos generales, no se ha distinguido en la Historia por ser un pueblo nacido, tan sólo, “para comer y vivir el mayor tiempo posible”, sino que las grandes causas le han motivado y conducido a escribir sus mayores Episodios. Cuando quedó aburrido y encerrado en la península, después de perder sus territorios de ultramar, surgió la “Generación del 98” que volvió a llenar de gloria las Artes y las Letras de España. En nuestros días, un nuevo achicamiento tiende a su descomposición favorecida por quienes sólo en el provincianismo encuentran reconocimiento. El aire regenerador tiene que saber aunar el desarrollo regional con la grandeza compartida. “Gaviota que ve lejos, vuela alto”. No hay nada que inventar; “la única Ley verdadera es aquella que conduce a la libertad” (Juan Salvador Gaviota). Sobran muchos “inventos” que tan sólo sirven para derrochar el presupuesto.

He tenido un sueño

Pascual Falces
Pascual Falces
sábado, 7 de marzo de 2009, 07:48 h (CET)
En efecto, como Martin Luther King –I have a dream-, sólo que en español, durante la noche pasada, y confío en la Providencia para que, como consecuencia, no acierten con el proyectil de un “magnum” en la lente del catalejo. No sería fácil encontrar otro en el “rastro” de semejantes mágicas características. Un sueño en que a la gente le volvía la sonrisa, no había colas en el INEM, los ricos ya no lo eran tanto, y las únicas de brazos caídos eran las monjas de los comedores de “cáritas”.

En el patio de cuadrillas las mulillas se agitan nerviosas mientras los monosabios realizan los últimos retoques de sus arreos para que salgan briosas a la plaza y cumplan su función de arrastrar al desolladero el cadáver político de ZP herido de muerte tras la jornada electoral en el país vasco. “Nunca se sabe lo que puede ocurrir, y por eso el Principito deshollinaba también el volcán apagado”. El ruedo español se verá pronto libre del peor diestro que lo ha pisado. Ha hecho grande al más execrable de los Borbones, ni digamos de los Austrias, y ya es decir con este repaso a lo más penoso de nuestra Historia; si no es por la zancadilla de los gallegos, y el “talento” de los vascos, ¿quien lo iba a decir?... este leonés que ahora quiere “¡follar!” con Rusia, deja a España entera en el desempleo, a los ricos más ricos de lo que nunca han sido, y la madre patria cuarteada en trocitos como en un rompecabezas in-rrecomponible (Jesulín, dixit), o al borde de otra guerra civil, solo que “kalásnikov” en mano.

Los tiempos han trascurrido para ZP con más pena que gloria tras haber alcanzado el Poder después del trágico atentado del 11M que conmovió los corazones de España entera. Sin embargo, tal vez, creyó haberlo conseguido por sus propios méritos, y le sucedió lo que exactamente señala el ya mencionado Principito: “Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores”. Y, así inasequible al desaliento, cosechando aplausos donde eran palmas de “clá”, se fue creyendo sus propias falsedades, o, tal vez, trasformando los buenos deseos en ilusiones que se hacían sueños entre los bien intencionados.

Zapatero nunca pudo digerir aquel indiscutible triunfo electoral. Siempre fue un caballo más veloz del que era capaz de manejar con las provincianas bridas y oxidadas animadversiones que portaba como bagaje en su alma pequeña. La España que se encontró entre las manos no era la que con deformidad produce en la vista el astigmatismo cuando se mezcla con la miopía. Una generación nacida en los albores y durante la Guerra Civil había firmado la paz para siempre y cargado sobre sus espaldas una Transición “a como fuera”, sobre la que habían pasado ya otras optimistas generaciones, hijas y nietas, y con la vista puesta en el futuro de una España diferente nacida desde sus más hondas e irrenunciables raíces.

El español, en términos generales, no se ha distinguido en la Historia por ser un pueblo nacido, tan sólo, “para comer y vivir el mayor tiempo posible”, sino que las grandes causas le han motivado y conducido a escribir sus mayores Episodios. Cuando quedó aburrido y encerrado en la península, después de perder sus territorios de ultramar, surgió la “Generación del 98” que volvió a llenar de gloria las Artes y las Letras de España. En nuestros días, un nuevo achicamiento tiende a su descomposición favorecida por quienes sólo en el provincianismo encuentran reconocimiento. El aire regenerador tiene que saber aunar el desarrollo regional con la grandeza compartida. “Gaviota que ve lejos, vuela alto”. No hay nada que inventar; “la única Ley verdadera es aquella que conduce a la libertad” (Juan Salvador Gaviota). Sobran muchos “inventos” que tan sólo sirven para derrochar el presupuesto.

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