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Fernando Mendikoa

De Copa por Bilbao (II)

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El sabor añejo de la Copa vuelve a Bilbao. Tras 24 años sin que los rojiblancos se hubieran asomado al último capítulo de esta competición, y uno más sin alzar un trofeo que históricamente ha ido unido al nombre Athletic, los leones regresan a una final, tras la épica noche de fútbol en estado puro que se vivió ayer en San Mamés. Haciendo bueno su sobrenombre de “La Catedral”, los miles de fieles volvieron a dar otro ejemplo de amor por unos colores, en esa pasión cuasi religiosa, que desde luego va más allá de lo meramente futbolístico: de eso no cabe la menor duda. Como alguien dijo una vez, “el fútbol solo es una excusa para ser del Athletic”. Otro iba aún más allá, y se preguntaba: “Qué tendrá que ver el Athletic con el fútbol.....”.

El club más singular del mundo lleva un cuarto de siglo sin lograr un título, desde aquel doblete de la campaña 83/84, y eso también se nota en las esperanzas, en las ilusiones que ha levantado este año la Copa en una afición demasiado acostumbrada en los últimos tiempos a sufrir, viendo a su equipo más cerca del abismo que de cotas más altas, otrora habituales. Pero ayer, en San Mamés (y, por extensión, en Bilbao y allá donde se encuentre todo aquel que siente estos colores) se vivió una catarsis colectiva, con esa nueva prueba de unión inquebrantable entre jugadores y afición, transmitida de generación en generación, y que ahora llega a jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando Dani levantó el último trofeo, hace ya 25 larguísimos años..... que quizá estén cercanos a su fin.

Todos esos aficionados, jóvenes o mayores, son plenamente conscientes de que ese sufrimiento de los últimos años es el peaje a pagar por seguir fieles a una filosofía sin parangón en el orbe futbolístico, mientras el resto de clubes hace ya mucho tiempo que dejaron de lado la nostalgia y el mismo origen de este deporte, para pasar a ser una aleatoria mezcla de procedencias, cuando no directamente a ser una empresa como otra cualquiera. La diferencia es que, en lugar de fabricar tornillos o coches, compran y venden jugadores, y participan en torneos con mucho dinero en juego: pero el objetivo económico de sus propietarios es exactamente el mismo. Y también en eso el Athletic es diferente, porque pertenece a sus socios.

Aunque también a Bilbao hayan llegado esos aires globalizadores que nada lo respetan. Esa globalización que busca que todos seamos iguales, y no precisamente en el sentido positivo (el de que todos tengamos lo necesario para vivir, y no haya diferencias entre los seres humanos, que es justo el sentido de igualdad que dicha globalización odia y combate), sino en el sentido de que ya ni sepamos lo que somos, y que simplemente estemos reducidos a un número, o unas siglas. Por fortuna, sigue habiendo mucha gente que no está dispuesta a caer en el engaño ni a ser embaucada con sonidos de flauta, que al estilo Hamelín nos acaben llevando a todos al río para perecer ahogados.

Y esto, que es aplicable (por ejemplo) a la política, también lo es al deporte, y por supuesto al fútbol. Hay muchos (algunos incluso en Bilbao, aunque sean clara minoría) que piensan que el club rojiblanco está desfasado, y que tarde o temprano llegará al mismo incierto lugar que el resto. Pero a eso podrían responder otros tantos en muchos lugares, que saben bien que para ese viaje no hacen falta ciertas alforjas. Por ello, serán seguramente incontables asimismo los que en esos otros lugares desearían que su equipo fuese lo que hoy día, 111 años después de su nacimiento, es el Athletic: el único club que sigue fiel a lo que una vez fue el fútbol y el deporte. El único que sigue siendo lo que nunca debieron dejar de ser los demás.

De Copa por Bilbao (II)

Fernando Mendikoa
Fernando Mendikoa
sábado, 7 de marzo de 2009, 07:53 h (CET)
El sabor añejo de la Copa vuelve a Bilbao. Tras 24 años sin que los rojiblancos se hubieran asomado al último capítulo de esta competición, y uno más sin alzar un trofeo que históricamente ha ido unido al nombre Athletic, los leones regresan a una final, tras la épica noche de fútbol en estado puro que se vivió ayer en San Mamés. Haciendo bueno su sobrenombre de “La Catedral”, los miles de fieles volvieron a dar otro ejemplo de amor por unos colores, en esa pasión cuasi religiosa, que desde luego va más allá de lo meramente futbolístico: de eso no cabe la menor duda. Como alguien dijo una vez, “el fútbol solo es una excusa para ser del Athletic”. Otro iba aún más allá, y se preguntaba: “Qué tendrá que ver el Athletic con el fútbol.....”.

El club más singular del mundo lleva un cuarto de siglo sin lograr un título, desde aquel doblete de la campaña 83/84, y eso también se nota en las esperanzas, en las ilusiones que ha levantado este año la Copa en una afición demasiado acostumbrada en los últimos tiempos a sufrir, viendo a su equipo más cerca del abismo que de cotas más altas, otrora habituales. Pero ayer, en San Mamés (y, por extensión, en Bilbao y allá donde se encuentre todo aquel que siente estos colores) se vivió una catarsis colectiva, con esa nueva prueba de unión inquebrantable entre jugadores y afición, transmitida de generación en generación, y que ahora llega a jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando Dani levantó el último trofeo, hace ya 25 larguísimos años..... que quizá estén cercanos a su fin.

Todos esos aficionados, jóvenes o mayores, son plenamente conscientes de que ese sufrimiento de los últimos años es el peaje a pagar por seguir fieles a una filosofía sin parangón en el orbe futbolístico, mientras el resto de clubes hace ya mucho tiempo que dejaron de lado la nostalgia y el mismo origen de este deporte, para pasar a ser una aleatoria mezcla de procedencias, cuando no directamente a ser una empresa como otra cualquiera. La diferencia es que, en lugar de fabricar tornillos o coches, compran y venden jugadores, y participan en torneos con mucho dinero en juego: pero el objetivo económico de sus propietarios es exactamente el mismo. Y también en eso el Athletic es diferente, porque pertenece a sus socios.

Aunque también a Bilbao hayan llegado esos aires globalizadores que nada lo respetan. Esa globalización que busca que todos seamos iguales, y no precisamente en el sentido positivo (el de que todos tengamos lo necesario para vivir, y no haya diferencias entre los seres humanos, que es justo el sentido de igualdad que dicha globalización odia y combate), sino en el sentido de que ya ni sepamos lo que somos, y que simplemente estemos reducidos a un número, o unas siglas. Por fortuna, sigue habiendo mucha gente que no está dispuesta a caer en el engaño ni a ser embaucada con sonidos de flauta, que al estilo Hamelín nos acaben llevando a todos al río para perecer ahogados.

Y esto, que es aplicable (por ejemplo) a la política, también lo es al deporte, y por supuesto al fútbol. Hay muchos (algunos incluso en Bilbao, aunque sean clara minoría) que piensan que el club rojiblanco está desfasado, y que tarde o temprano llegará al mismo incierto lugar que el resto. Pero a eso podrían responder otros tantos en muchos lugares, que saben bien que para ese viaje no hacen falta ciertas alforjas. Por ello, serán seguramente incontables asimismo los que en esos otros lugares desearían que su equipo fuese lo que hoy día, 111 años después de su nacimiento, es el Athletic: el único club que sigue fiel a lo que una vez fue el fútbol y el deporte. El único que sigue siendo lo que nunca debieron dejar de ser los demás.

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