Es difícil encontrar otra clase de alimentación intelectual en esta hora de España que la que habitualmente es preferida por los animales carroñeros. Los residuos proteicos inanimados abandonados a su suerte. Suena un tanto duro, pero es consecuencia de la desilusión, de la desconfianza en un sistema que cruje. La mentira trae estas consecuencias, porque ya se sabe que se pude engañar una vez, tal vez dos o tres, o más, pero no indefinidamente. La opinión pública española lleva años castigada con la falsedad bajo el disfraz de la retórica, y ha germinado el desánimo.
Resulta penoso alimentar telediarios y noticieros, columnas y tertulias radiofónicas durante días y días con el tonto espectáculo de una cacería en Jaén que ya no se sabe bajo qué punto de vista abordarla, ni con qué compararla. Todos los medios arremolinados tras esa misma “noticia” recuerdan a las gaviotas graznando que contemplaba Juan Salvador Gaviota mientras él hacia ímprobos esfuerzos por volar cada vez más alto, mientras, fatigado, no dejaba de oír los prudentes consejos de su madre: No olvides que la razón de volar es comer.
Sin embargo, la información digital es opinión, y como tal, es parte de la pública expresión de la misma al alcance de todo el que disponga de un teclado y de un medio abierto y liberal. Por fortuna todavía no ha metido su zarpa el “legislador”, y la libertad es una realidad solamente regulada por el sentido común y el buen gusto, con sus zonas de demarcación, que como los antiguos barrios chinos es una prudente cuestión de saber cómo soslayar.
¿Y si la cacería, las corruptelas, los trajes de Camps
, y demás zarandajas, sólo fueran maniobras orquestadas para distraer de la dura realidad del incesante goteo del aumento de parados minuto a minuto?... y, es sólo un ejemplo. El país tiene que caminar con empeño hacia alguna parte, y eso es lo que no se ve. Ya no es sólo cuestión de hacer bien las cosas. El modelo que se vive a escala mundial por hace agua. Si alguien sabe cómo se hacen los coches, hay que pensar que los suecos; pues bien, Saab, está en quiebra. Algo cruje, en efecto.
La sociedad necesita que se le hable con claridad, y pedirle el esfuerzo que sea menester sobre una realidad que señale hacia un futuro cierto, sin mentiras, dejándose de cuentos, echándose a un lado quienes no se sientan capaces de manejar el timón porque son muchos los que están embarcados en la nave y con los ojos clavados en el rumbo a seguir. Ha pasado la hora de la oratoria. Desde los tiempos de Roma, al menos, la sociedad viene clamando por aquel viejo dicho de “res non verba” -hechos, no palabras-. La retórica a fuerza de repetirse se hace carroña y no alimenta mas que las cifras de parados, y en nuestro país, se ha hecho notorio.
Es necesario olvidar los desperdicios, abandonar los muladares y acceder con esfuerzo, como Juan Salvador Gaviota, “hacia la velocidad, que confiere poder, y la velocidad es gozo, y la velocidad es pura belleza”.