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El asombro de la sociedad española

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Y por extensión, de la sociedad europea y mundial. No hay ningún país de la Unión Europea, dónde no exista una forma determinada de gobierno, habiendo dejado pasar ya tres meses después del proceso electoral. Lo que más sorprende, es el hecho de que el partido más votado, no es el que accede a formar un gobierno estable. Una bi-alianza, pobre en número de diputados, insuficiente para liderar una mayoría, es la que ha tenido la feliz idea de iniciar el proceso para formar un gobierno. Lo cierto es que no lo entiendo y me asombro.

Todos sabemos que las ansias de poder, son lo que priman en la clase política española de cualquier color o signo. Cada uno, arrima el ascua a su sardina, y lo único que le importa es asegurarse el sillón y el cobro de la nómina, mientras que lo demás, poco o nada importa. Por tanto, si la prioridad de los políticos españoles es esa, ¿Qué podemos esperar la sociedad en conjunto? Porque una cosa hay que decir: no hacen nada, y sin embargo cobran la nómina como diputados y senadores. Además de los pluses correspondientes por colaborar en las cadenas de televisión de uno u otro signo. Les da lo mismo, lo importante es aparecer en los canales y cadenas de radio y televisión, porque así se les ve, y encima perciben una serie de complementos en concepto de dietas.

Y así, pasan los días, como dice el bolero. Siguen alimentándose de la sopa boba de la marca “españoles”, que sufren y padecen de verdad los desmanes y caprichos de la casta política, sin distinción. Todos los días asistimos a los linchamientos continuados de unos contra los otros, como si del circo romano se tratará. Aquí, la arena es la tecnología, con sus debates aburridos y soporíferos de salvadores de la patria –esa es la etiqueta que les gusta colocarse-, claro porque de ella maman y pacen.

Mientras tanto, el paro sigue subiendo, los desahucios se producen a diario –a una mujer de 80 años se le tira de su casa por no poder pagar 139 euros-, los recortes en materia sanitaria, siguen a la orden del día, en materia educativa, cada vez nos alejamos más de los objetivos europeos, las ciudades siguen estando sucias, no se acometen nuevas obras ni se mantienen en buen estado las ya existentes, el turismo pierde puntos, la actividad portuaria desciende en cantidades alarmantes –el Puerto de Valencia ha tenido una disminución de su actividad entre el 15 y el 20%-, las industrias, no pueden cumplir con sus objetivos fabriles, los inversores extranjeros retiran sus capitales, ante la incertidumbre política, social y económica; los capitales nacionales, se llevan a paraísos fiscales, para ser protegidos; el precio de los productos del mercado, son cada vez más caros, las exportaciones han sufrido un parón importante y así pasan los días, y yo desesperado, y tu contestando: quizás, quizás, quizás.

Todo el esfuerzo realizado durante los cuatro años pasados, resulta que no sirve para nada. En vez de tirar todos del mismo carro y dirección, nos hemos puesto a tirar cada uno de su carro autonómico, y a ver quién tira más fuerte. El peligro reside en que se puede romper, porque la cuerda no está firme, cuidada y sobre todo limpia y preparada para ir tirando de la misma.

Debemos devolver la seriedad a la política española. No podemos seguir teniendo ejemplos de políticos corruptos de uno u otro signo y condición, que lo único que están consiguiendo es que nos señalen con el dedo y que seamos los mejores payasos de la política circense mundial. Nuestra historia –sin adulterar y sin partidismos-, no nos debe permitir la dejadez en la que nos encontramos. Hemos sido un Imperio no hace muchos siglos, hemos dado ejemplo de unidad y de categoría, con cada uno de los gobiernos y reyes, que han hecho de las Españas, esas tierras, dónde nunca se ponía el sol. Ahora tristemente, el sol nos pide permiso para lucir y brillar, porque no hay una actitud unificadora.

Pensemos en todos estos temas, y que pronto se aclare nuestra situación, porque necesitamos un gobierno fuerte, para salir de nuestro asombro colectivo.

El asombro de la sociedad española

Manuel Ibañez Ferriol
domingo, 6 de marzo de 2016, 08:36 h (CET)
Y por extensión, de la sociedad europea y mundial. No hay ningún país de la Unión Europea, dónde no exista una forma determinada de gobierno, habiendo dejado pasar ya tres meses después del proceso electoral. Lo que más sorprende, es el hecho de que el partido más votado, no es el que accede a formar un gobierno estable. Una bi-alianza, pobre en número de diputados, insuficiente para liderar una mayoría, es la que ha tenido la feliz idea de iniciar el proceso para formar un gobierno. Lo cierto es que no lo entiendo y me asombro.

Todos sabemos que las ansias de poder, son lo que priman en la clase política española de cualquier color o signo. Cada uno, arrima el ascua a su sardina, y lo único que le importa es asegurarse el sillón y el cobro de la nómina, mientras que lo demás, poco o nada importa. Por tanto, si la prioridad de los políticos españoles es esa, ¿Qué podemos esperar la sociedad en conjunto? Porque una cosa hay que decir: no hacen nada, y sin embargo cobran la nómina como diputados y senadores. Además de los pluses correspondientes por colaborar en las cadenas de televisión de uno u otro signo. Les da lo mismo, lo importante es aparecer en los canales y cadenas de radio y televisión, porque así se les ve, y encima perciben una serie de complementos en concepto de dietas.

Y así, pasan los días, como dice el bolero. Siguen alimentándose de la sopa boba de la marca “españoles”, que sufren y padecen de verdad los desmanes y caprichos de la casta política, sin distinción. Todos los días asistimos a los linchamientos continuados de unos contra los otros, como si del circo romano se tratará. Aquí, la arena es la tecnología, con sus debates aburridos y soporíferos de salvadores de la patria –esa es la etiqueta que les gusta colocarse-, claro porque de ella maman y pacen.

Mientras tanto, el paro sigue subiendo, los desahucios se producen a diario –a una mujer de 80 años se le tira de su casa por no poder pagar 139 euros-, los recortes en materia sanitaria, siguen a la orden del día, en materia educativa, cada vez nos alejamos más de los objetivos europeos, las ciudades siguen estando sucias, no se acometen nuevas obras ni se mantienen en buen estado las ya existentes, el turismo pierde puntos, la actividad portuaria desciende en cantidades alarmantes –el Puerto de Valencia ha tenido una disminución de su actividad entre el 15 y el 20%-, las industrias, no pueden cumplir con sus objetivos fabriles, los inversores extranjeros retiran sus capitales, ante la incertidumbre política, social y económica; los capitales nacionales, se llevan a paraísos fiscales, para ser protegidos; el precio de los productos del mercado, son cada vez más caros, las exportaciones han sufrido un parón importante y así pasan los días, y yo desesperado, y tu contestando: quizás, quizás, quizás.

Todo el esfuerzo realizado durante los cuatro años pasados, resulta que no sirve para nada. En vez de tirar todos del mismo carro y dirección, nos hemos puesto a tirar cada uno de su carro autonómico, y a ver quién tira más fuerte. El peligro reside en que se puede romper, porque la cuerda no está firme, cuidada y sobre todo limpia y preparada para ir tirando de la misma.

Debemos devolver la seriedad a la política española. No podemos seguir teniendo ejemplos de políticos corruptos de uno u otro signo y condición, que lo único que están consiguiendo es que nos señalen con el dedo y que seamos los mejores payasos de la política circense mundial. Nuestra historia –sin adulterar y sin partidismos-, no nos debe permitir la dejadez en la que nos encontramos. Hemos sido un Imperio no hace muchos siglos, hemos dado ejemplo de unidad y de categoría, con cada uno de los gobiernos y reyes, que han hecho de las Españas, esas tierras, dónde nunca se ponía el sol. Ahora tristemente, el sol nos pide permiso para lucir y brillar, porque no hay una actitud unificadora.

Pensemos en todos estos temas, y que pronto se aclare nuestra situación, porque necesitamos un gobierno fuerte, para salir de nuestro asombro colectivo.

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