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Las exageraciones transforman los ejemplos de la diversidad natural en pesadas moles arrumbadas sobre cada exagerado de turno

Improntas de los servilismos

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Son muchas las huellas, las marcas, dejadas en cada persona por hechos o entidades ajenas, incluidas las provenientes de otras personas. Quién o qué dejó alguna IMPRONTA en cada sujeto, es una cuestión a dilucidar, con abundantes lagunas interpretativas, debidas a las limitaciones del conocimiento. Unas veces las reconocemos con prontitud; ese familiar, aquel maestro, la patria chica, aventuras, viajes o catástrofes lamentables. Dichas señales trasiegan a través de las vías subconscientes, con un poderío real de influencias desconocidas. El automatismo nos dirige; quizá no prestamos la suficiente atención a semejante compañía, para bien o para mal, según versiones.

A las encrucijadas arriba gente cargada de alforjas pesadas, de colores mentales siempre novedosos, al servicio de cuitas reiterativas. Las exageraciones transforman los ejemplos de la diversidad natural en pesadas moles arrumbadas sobre cada exagerado de turno. Es lo que va de un estímulo fehaciente a una fuerza tiránica de acción implacable, acuciante. La orientación hedonista, el PLACER, aupados a la dirección hegemónica de las actuaciones, son una muestra ilustrativa de los forzamientos comentados. Constituyen formas exclavizantes cuando consiguen ese dominio exclusivo en las voluntades; desplazan a otras realidades compatibles con las variadas facetas humanas. La impronta dominadora resulta agresiva y destructora.

En las relaciones humanas funcionan matices incontables. En cuanto a la calidad, adheridos a las mejores cualidades, o ceñidos a los defectos impertinentes. O bien contamos con la cuestión del grado. La intensidad de esos encuentros lo absorbe casi todo, o apenas se rozan los intervinientes. Desde semejante conglomerado fluye la sensación de APEGO entre las personas; irá desde la relativa indiferencia a las mayores adhesiones. Entre la madre y los hijos son perceptibles los grandes apegos, en plenitud de sensibilidades, con afectos indisolubles. Por lógica, tendremos ocasión de observar otras muchas maneras de aproximación.

Las aproximaciones presentan otra cara menos favorable, en la medida que los apegos discurren entre subterfugios, apaños irregulares y merma de la voluntad informada de cada sujeto. La comodidad favorece renuncias, impensables en actitudes normales. Acaban en seguidismos ciegos, a los que falta poco para su transformación en actitudes SERVILES estúpidas. Son muy habituales, pese a la incongruencia del fenómeno. Delegamos asuntos vitales sin los filtros adecuados. Programas educativos, elaboraciones ideológicas, costumbres, modas, folklores, fantasías políticas; proceden de autorías ajenas asumidas sin reparos, con un amplio campo abierto para los mensajes subliminales.

A través de senderos facilones, nos desviamos desde las andanzas intrascendentes a las inesquivables; acabamos atrapados en las actividades propias, que no pocas veces alcanzan talantes diabólicos, una auténtica tela de araña. Cuando se suman las maquinaciones ajenas, la liberación es ya un tanto utópica. Las estrategias publicitarias sobrepasaron el ámbito comercial. Fijadas con ropajes PROPAGANDÍSTICOS, invadieron las voluntades; adoban las decisiones impresentables, camuflan verdaderas perversiones y confunden ideas. Arrastrados por su fuerza, no nos sorprende la ausencia de posicionamientos de resistencia. El círculo encierra los errores acumulados, nos delata.

Tengo mis dudas sobre el calificativo de arrastrados por los mencionados agentes externos. Las actitudes adoptadas ante ellos expresan mejor el carácter de COMPLACIDOS, dispuestos a sacarles provecho a las situaciones creadas. Surge una mezcla de afanes contradictorios, generadores de beneficios, frustraciones, sufrimientos y menosprecios. La rueda de la fortuna mantiene un rincón neutral de la suerte, pero también ella está muy manipulada. Sorprende la complacencia frente al número de insatisfacciones, o quizá estemos protagonizando una profusión de resignaciones pasotas poco dignas.

Seducido o secuestrado, captado o destruido, protagonista o esclavo, convencido o engañado, ilusionado o renegado, defensor o escandalizado; junto a otro sinnúmero de epítetos, pueden coincidir ante una misma realidad. ¿Será posible? Todos pueden coincidir, con precisión, con acierto, en una sola IDEOLOGÍA. Y, a la inversa, desde cada ideología fluyen los argumentos para adjudicarse gente adaptada a dichos regímenes. Tratan de imponer una única polaridad a las personas, que por su propia constitución son multipolares, complicadas y hasta caóticas. Tal maridaje, ideología-individuo, cruje por sus múltiples fisuras; aunque abunden las uniones acérrimas. En detrimento de cada persona afectada.

Aunque no lo parezca, las decisiones y las conductas elegidas, carecen con frecuencia de las argumentaciones justificativas; las necesidades acuciantes, las prisas, son poco propicias para la escucha atenta. ¿Quién encauza mayoritariamente las situaciones? Es patente el arraigo de los comportamientos RUTINARIOS, sometidos a impulsos ocasionales proceentes de fuentes imprevistas. Como contrapartida, están poco dispuestos para ofrecer explicaciones. Los argumentos personales muestran una dilución progresiva rayana en la inexistencia. Con dicha actitud, también queda evaporada la responsabilidad individual en el engranaje del anonimato global.

La antigüedad de una pregunta no invalida su significado, si acaso lo intensifica, sobre todo si incumbe a los asuntos vitales encarados a los proyectos. El grado de libertad lo consideramos crucial, pedimos derechos para caulquier actividad, exigimos protecciones legales, la democracia nos acerca a la gestión pública, etc., etc. Ahora bien, ¿Para qué pedimos tales adquisiciones? A pesar de ellas, seguimos marcados por el carácter INCONTESTADO de la pregunta. Cada nuevo avance lo dedicamos a distorsiones graves de nuevo cuño. ¿Para qué queríamos lo solicitado? ¿Mera pose?

En gran parte, esa falta de respuestas deriva de la asociación nefasta entre pereza y tozudez. Nos aboca al olvido del dinamismo de los razonamientos, para convertirlos en un proceso estancado. Aunque los disimulemos con las etiquetas de los principios, fidelidad, CONVICCIONES; su detención evolutiva elimina conexiones e iniciativas, con una única salida, la progresiva descomposición de las ideas. Esa rigidez, aplicada a las gestiones de organismos públicos, degrada las relaciones; con el tufo inmovilista de cada sector.

Encontramos un acomodo satisfactorio en las ESTRUCTURAS diseñadas por la sociedad, ni un paso más allá nos permitimos; sin apercibirnos de que tal retraimiento es contrario al ejercicio del protagonismo personal que nos corresponde. Casi la mitad de los ciudadanos no vota en las elecciones; ante el sufrimiento ajeno, actuarán los servicios organizados; ante una catástrofe los de emergencia. Es una dimensión estructural de los ciudadanos, propensa al anonimato, a la frialdad en el trato y al carácter elusivo de los deberes particulares. Una evasión en toda regla ante las peculiaridades de los humanos.

Improntas de los servilismos

Las exageraciones transforman los ejemplos de la diversidad natural en pesadas moles arrumbadas sobre cada exagerado de turno
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 4 de marzo de 2016, 08:16 h (CET)
Son muchas las huellas, las marcas, dejadas en cada persona por hechos o entidades ajenas, incluidas las provenientes de otras personas. Quién o qué dejó alguna IMPRONTA en cada sujeto, es una cuestión a dilucidar, con abundantes lagunas interpretativas, debidas a las limitaciones del conocimiento. Unas veces las reconocemos con prontitud; ese familiar, aquel maestro, la patria chica, aventuras, viajes o catástrofes lamentables. Dichas señales trasiegan a través de las vías subconscientes, con un poderío real de influencias desconocidas. El automatismo nos dirige; quizá no prestamos la suficiente atención a semejante compañía, para bien o para mal, según versiones.

A las encrucijadas arriba gente cargada de alforjas pesadas, de colores mentales siempre novedosos, al servicio de cuitas reiterativas. Las exageraciones transforman los ejemplos de la diversidad natural en pesadas moles arrumbadas sobre cada exagerado de turno. Es lo que va de un estímulo fehaciente a una fuerza tiránica de acción implacable, acuciante. La orientación hedonista, el PLACER, aupados a la dirección hegemónica de las actuaciones, son una muestra ilustrativa de los forzamientos comentados. Constituyen formas exclavizantes cuando consiguen ese dominio exclusivo en las voluntades; desplazan a otras realidades compatibles con las variadas facetas humanas. La impronta dominadora resulta agresiva y destructora.

En las relaciones humanas funcionan matices incontables. En cuanto a la calidad, adheridos a las mejores cualidades, o ceñidos a los defectos impertinentes. O bien contamos con la cuestión del grado. La intensidad de esos encuentros lo absorbe casi todo, o apenas se rozan los intervinientes. Desde semejante conglomerado fluye la sensación de APEGO entre las personas; irá desde la relativa indiferencia a las mayores adhesiones. Entre la madre y los hijos son perceptibles los grandes apegos, en plenitud de sensibilidades, con afectos indisolubles. Por lógica, tendremos ocasión de observar otras muchas maneras de aproximación.

Las aproximaciones presentan otra cara menos favorable, en la medida que los apegos discurren entre subterfugios, apaños irregulares y merma de la voluntad informada de cada sujeto. La comodidad favorece renuncias, impensables en actitudes normales. Acaban en seguidismos ciegos, a los que falta poco para su transformación en actitudes SERVILES estúpidas. Son muy habituales, pese a la incongruencia del fenómeno. Delegamos asuntos vitales sin los filtros adecuados. Programas educativos, elaboraciones ideológicas, costumbres, modas, folklores, fantasías políticas; proceden de autorías ajenas asumidas sin reparos, con un amplio campo abierto para los mensajes subliminales.

A través de senderos facilones, nos desviamos desde las andanzas intrascendentes a las inesquivables; acabamos atrapados en las actividades propias, que no pocas veces alcanzan talantes diabólicos, una auténtica tela de araña. Cuando se suman las maquinaciones ajenas, la liberación es ya un tanto utópica. Las estrategias publicitarias sobrepasaron el ámbito comercial. Fijadas con ropajes PROPAGANDÍSTICOS, invadieron las voluntades; adoban las decisiones impresentables, camuflan verdaderas perversiones y confunden ideas. Arrastrados por su fuerza, no nos sorprende la ausencia de posicionamientos de resistencia. El círculo encierra los errores acumulados, nos delata.

Tengo mis dudas sobre el calificativo de arrastrados por los mencionados agentes externos. Las actitudes adoptadas ante ellos expresan mejor el carácter de COMPLACIDOS, dispuestos a sacarles provecho a las situaciones creadas. Surge una mezcla de afanes contradictorios, generadores de beneficios, frustraciones, sufrimientos y menosprecios. La rueda de la fortuna mantiene un rincón neutral de la suerte, pero también ella está muy manipulada. Sorprende la complacencia frente al número de insatisfacciones, o quizá estemos protagonizando una profusión de resignaciones pasotas poco dignas.

Seducido o secuestrado, captado o destruido, protagonista o esclavo, convencido o engañado, ilusionado o renegado, defensor o escandalizado; junto a otro sinnúmero de epítetos, pueden coincidir ante una misma realidad. ¿Será posible? Todos pueden coincidir, con precisión, con acierto, en una sola IDEOLOGÍA. Y, a la inversa, desde cada ideología fluyen los argumentos para adjudicarse gente adaptada a dichos regímenes. Tratan de imponer una única polaridad a las personas, que por su propia constitución son multipolares, complicadas y hasta caóticas. Tal maridaje, ideología-individuo, cruje por sus múltiples fisuras; aunque abunden las uniones acérrimas. En detrimento de cada persona afectada.

Aunque no lo parezca, las decisiones y las conductas elegidas, carecen con frecuencia de las argumentaciones justificativas; las necesidades acuciantes, las prisas, son poco propicias para la escucha atenta. ¿Quién encauza mayoritariamente las situaciones? Es patente el arraigo de los comportamientos RUTINARIOS, sometidos a impulsos ocasionales proceentes de fuentes imprevistas. Como contrapartida, están poco dispuestos para ofrecer explicaciones. Los argumentos personales muestran una dilución progresiva rayana en la inexistencia. Con dicha actitud, también queda evaporada la responsabilidad individual en el engranaje del anonimato global.

La antigüedad de una pregunta no invalida su significado, si acaso lo intensifica, sobre todo si incumbe a los asuntos vitales encarados a los proyectos. El grado de libertad lo consideramos crucial, pedimos derechos para caulquier actividad, exigimos protecciones legales, la democracia nos acerca a la gestión pública, etc., etc. Ahora bien, ¿Para qué pedimos tales adquisiciones? A pesar de ellas, seguimos marcados por el carácter INCONTESTADO de la pregunta. Cada nuevo avance lo dedicamos a distorsiones graves de nuevo cuño. ¿Para qué queríamos lo solicitado? ¿Mera pose?

En gran parte, esa falta de respuestas deriva de la asociación nefasta entre pereza y tozudez. Nos aboca al olvido del dinamismo de los razonamientos, para convertirlos en un proceso estancado. Aunque los disimulemos con las etiquetas de los principios, fidelidad, CONVICCIONES; su detención evolutiva elimina conexiones e iniciativas, con una única salida, la progresiva descomposición de las ideas. Esa rigidez, aplicada a las gestiones de organismos públicos, degrada las relaciones; con el tufo inmovilista de cada sector.

Encontramos un acomodo satisfactorio en las ESTRUCTURAS diseñadas por la sociedad, ni un paso más allá nos permitimos; sin apercibirnos de que tal retraimiento es contrario al ejercicio del protagonismo personal que nos corresponde. Casi la mitad de los ciudadanos no vota en las elecciones; ante el sufrimiento ajeno, actuarán los servicios organizados; ante una catástrofe los de emergencia. Es una dimensión estructural de los ciudadanos, propensa al anonimato, a la frialdad en el trato y al carácter elusivo de los deberes particulares. Una evasión en toda regla ante las peculiaridades de los humanos.

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