Cuanto más recorre con su inseparable y práctico catalejo este columnista el-guirigay-político-de-este-país, más se acuerda y se congratula de aquella mañana dominguera en el “rastro” madrileño en que se decidió a comprarlo. Resultó ser prodigioso. Como la lámpara de Aladino, frotando suavemente sobre el tubo dorado, la óptica permite otear sin moverse de las alturas de la Sierra de Guadarrama –la muralla de granito que separa las dos y anchas “castillas”-, lo que se “guisa” tanto en los mentideros de la capital de España, como en sus múltiples autonomías. Incluso, conectado al ADSL, cualquier otro lugar de la conocida ahora como “Aldea Mundial”, antes Globo Terráqueo. El único problema insalvable que tiene es la meteorología, oséase, las nevadas, que obligan al oteador, que no al catalejo, a situar el ojo en el ocular desde un lugar cubierto.
Claro, que, eso le pasa a cualquiera, como decía hace unos días Elpidio, el de la gasolinera, que, exclamó estar, hablando en plata, “hasta cierto sitio” –imagínenselo- de las nieves de este invierno. ¡Vaya con lo del cambio climático!... se ve que han acertado, pero al revés.
Volviendo sobre el guirigay del momento actual, y observando entre otras cosas a distancia lo ocurrido en la cámara de los Diputados, la confianza se inclina, mayormente, hacia la sociedad laboriosa –esté o no esté en el “paro”-, y huye del mencionado y parlanchín conglomerado de políticos, subalternos de librea y periodistas. La Democracia se aprecia mejor desarrollada en el silencioso quehacer de la ciudadanía “de a pie” que entre las semidormidas señorías –cuando no hablan-. ¿Pasaría algo si una empleada de la limpieza los barriera de sus escaños en un descuido? Resulta cada día más evidente, por muy altisonantes que suenen las frases que se pronuncien, que la distancia entre ambos “entes” es cada vez mayor e incomunicada entre ellos. ¿Es aplicable el tanto por ciento del paro actual entre la población en general a la tasa de políticos con cargo al presupuesto? Es de temer que no.
Han creado un clima de desconfianza entorno de ellos y de los partidos que representan. Una familia en que nadie tiene trabajo –las hay por centenares de miles-, la tragedia del desempleo, la morosidad, la ejecución de hipotecas, etc... no se ve reflejada en la expresión de ningún político; viven otro mundo. Si ZP salió o no vapuleado del hemiciclo, sólo interesa a sus asesores (740, según se dice), y si tiene problemas, pues,allá él. Si a Rajoy le acechan correligionarios con puñales entre los dientes, ¿qué puede sucederle?... tal vez, que vuelva a ser Registrador de la Propiedad, que tampoco está mal ni que se diga.
Una delgada mujer, casi sin partido que la respalde, ni cañón que disparar, como Agustina, la de Aragón, es la que más puso en aprietos al Presidente. ¿Para qué, entonces, el resto de los partidos? Y como en los combates de boxeo, alrededor del “ring”, y en las primeras filas, una legión de periodistas que de algo tienen que vivir, no todo va a ser el fútbol. Unos, plenamente identificados con alguno de los contendientes, y otros, los menos, verdaderos profesionales, tomando notas para contar lo sucedido a un “respetable” que le importa “un pimiento” lo que allí suceda. Es así: todo lo más, un fugaz “zapping” en cualquier telediario. Ya se sabe, lo de siempre, el problema será mañana: buscar un trabajo que no se encuentra; renegociar un plazo que vence; reciclarse en algo nuevo, si se puede.