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Fernando Mendikoa

Phelps: de héroe a villano

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El deporte nos ha dado en más de una ocasión argumentos para hablar de estrellas que han visto cómo en poco tiempo su luz se apagaba. Ejemplos existen unos cuantos de deportistas que no han sabido convivir con la fama, o a los que el dinero les ha acabado llevando por caminos impropios de quienes fueron ejemplo y referencia. Pero, sinceramente, no pienso que sea el caso de quien hoy se convierte en protagonista de estas letras. Aunque sea cierto que, al igual que sucede en otros aspectos de la vida, la cuestión pueda llevarnos a pensamientos dispares, en función de la perspectiva que tenga cada uno. Eso sí: sin hipocresías de por medio. Esa es la única condición.

Michael Phelps, como ocurre tantas veces en el deporte, ha pasado de héroe a villano. Con 16 medallas olímpicas en su casa (14 de ellas de oro), el joven y extraordinario nadador estadounidense ha sido noticia asimismo, durante estos años, por haber hecho sus pinitos como actor, por haber querido presentarse a las Series Mundiales de póker (para lo que pasó seis semanas en Las Vegas aprendiendo todos los misterios de este juego), o por ser el regalo de cumpleaños de un millonario neoyorquino a su esposa (por 100.000 $, visitó la mansión del matrimonio, y la señora pudo darse el capricho de nadar en su piscina junto al campeón olímpico). Pero también ha tenido que vérselas ya con diferentes aspectos de lo que significa asimismo la cara menos amable de la fama y el dinero, como los habituales y supuestos romances con muchachas que intentan aprovechar la situación para ganarse unos dólares, o lo que nos trae hoy a esta columna.

Dicho tránsito de héroe a villano lo ha realizado (muy a su pesar, claro) en el corto período que va desde agosto hasta la publicación de una fotografía en la que el deportista más laureado en los pasados Juegos Olímpicos de Pekín, con ocho oros, aparece fumando marihuana. Y en un ejercicio de cinismo al más puro estilo USA, de los muchos a los que ese país nos tiene acostumbrados, dos compañías han retirado su patrocinio al nadador estadounidense. Es más que probable que algunos de los directivos de ambas empresas hayan hecho (o hagan) exactamente lo mismo que Phelps (y seguramente cosas aún peores). Pero, al ser algo políticamente incorrecto, lo que en términos capitalistas únicamente significa que puede jugar en contra de su imagen, y por tanto de sus intereses comerciales (que es lo único que les mueve en sus vidas), entienden que no pueden seguir más allá con la vinculación contractual, aunque admitan (como todos ellos hacen) cosas infinitamente peores, en el caso de que esos mismos intereses comerciales así lo aconsejen. Que se lo pregunten, si no, a los iraquíes o a los afganos, por poner solo dos ejemplos.

En seis meses, el de Baltimore ha pasado de ser admirado e idolatrado a ser perseguido y crucificado, por algo que según cifras de las asociaciones pro-marihuana de los EEUU han hecho alguna vez en su vida 100 millones de compatriotas, cosa que (por supuesto) ni da ni quita la razón a Michael. Tanto la Federación de Natación como el Comité Olímpico de ese país han expresado su decepción por el comportamiento de quien entienden que debe ser un ejemplo para la juventud USA. Esto, que puede ser cierto, debe ser (en justa proporción, a partir de ahí) aplicable asimismo a unas cuantas personalidades de EEUU, comenzando, claro está, por el propio presidente (quien sí debe ser ejemplo, e infinitamente más que un nadador, como es obvio). Y, desde luego, no podemos decir que quien acaba de cerrar ocho larguísimos, tenebrosos y criminales años al frente del país haya sido precisamente un ejemplo de nada bueno.

Y mientras continúa todo el revuelo por la fotografía, lo que ha hecho Phelps ha sido pedir disculpas, aceptar la sanción de 3 meses que le ha impuesto la Federación de Natación USA y asegurar que no volverá a ocurrir. Y, por supuesto, seguir entrenando: "Estoy feliz de volver al agua. Es el lugar donde me relajo y me siento como en casa: forma parte de mi vida desde hace muchos años", afirmaba. De manera que el “Tiburón de Baltimore” ha regresado a su hábitat natural, tras protagonizar una pequeña tontería de un chico de 23 años, que además ha tenido lugar fuera de la época de competición, no lo olvidemos. Y, fuera de su trabajo, también esos directivos hacen lo que quieren, sin dar cuentas a nadie. Al igual, claro, que los grandes traficantes (de esa marihuana que fumó Phelps, y de muchas otras cosas más), que por cierto nunca aparecen ni en fotos ni (mucho menos) por la cárcel. Ya lo habíamos advertido: sin hipocresías.

Phelps: de héroe a villano

Fernando Mendikoa
Fernando Mendikoa
miércoles, 11 de febrero de 2009, 11:29 h (CET)
El deporte nos ha dado en más de una ocasión argumentos para hablar de estrellas que han visto cómo en poco tiempo su luz se apagaba. Ejemplos existen unos cuantos de deportistas que no han sabido convivir con la fama, o a los que el dinero les ha acabado llevando por caminos impropios de quienes fueron ejemplo y referencia. Pero, sinceramente, no pienso que sea el caso de quien hoy se convierte en protagonista de estas letras. Aunque sea cierto que, al igual que sucede en otros aspectos de la vida, la cuestión pueda llevarnos a pensamientos dispares, en función de la perspectiva que tenga cada uno. Eso sí: sin hipocresías de por medio. Esa es la única condición.

Michael Phelps, como ocurre tantas veces en el deporte, ha pasado de héroe a villano. Con 16 medallas olímpicas en su casa (14 de ellas de oro), el joven y extraordinario nadador estadounidense ha sido noticia asimismo, durante estos años, por haber hecho sus pinitos como actor, por haber querido presentarse a las Series Mundiales de póker (para lo que pasó seis semanas en Las Vegas aprendiendo todos los misterios de este juego), o por ser el regalo de cumpleaños de un millonario neoyorquino a su esposa (por 100.000 $, visitó la mansión del matrimonio, y la señora pudo darse el capricho de nadar en su piscina junto al campeón olímpico). Pero también ha tenido que vérselas ya con diferentes aspectos de lo que significa asimismo la cara menos amable de la fama y el dinero, como los habituales y supuestos romances con muchachas que intentan aprovechar la situación para ganarse unos dólares, o lo que nos trae hoy a esta columna.

Dicho tránsito de héroe a villano lo ha realizado (muy a su pesar, claro) en el corto período que va desde agosto hasta la publicación de una fotografía en la que el deportista más laureado en los pasados Juegos Olímpicos de Pekín, con ocho oros, aparece fumando marihuana. Y en un ejercicio de cinismo al más puro estilo USA, de los muchos a los que ese país nos tiene acostumbrados, dos compañías han retirado su patrocinio al nadador estadounidense. Es más que probable que algunos de los directivos de ambas empresas hayan hecho (o hagan) exactamente lo mismo que Phelps (y seguramente cosas aún peores). Pero, al ser algo políticamente incorrecto, lo que en términos capitalistas únicamente significa que puede jugar en contra de su imagen, y por tanto de sus intereses comerciales (que es lo único que les mueve en sus vidas), entienden que no pueden seguir más allá con la vinculación contractual, aunque admitan (como todos ellos hacen) cosas infinitamente peores, en el caso de que esos mismos intereses comerciales así lo aconsejen. Que se lo pregunten, si no, a los iraquíes o a los afganos, por poner solo dos ejemplos.

En seis meses, el de Baltimore ha pasado de ser admirado e idolatrado a ser perseguido y crucificado, por algo que según cifras de las asociaciones pro-marihuana de los EEUU han hecho alguna vez en su vida 100 millones de compatriotas, cosa que (por supuesto) ni da ni quita la razón a Michael. Tanto la Federación de Natación como el Comité Olímpico de ese país han expresado su decepción por el comportamiento de quien entienden que debe ser un ejemplo para la juventud USA. Esto, que puede ser cierto, debe ser (en justa proporción, a partir de ahí) aplicable asimismo a unas cuantas personalidades de EEUU, comenzando, claro está, por el propio presidente (quien sí debe ser ejemplo, e infinitamente más que un nadador, como es obvio). Y, desde luego, no podemos decir que quien acaba de cerrar ocho larguísimos, tenebrosos y criminales años al frente del país haya sido precisamente un ejemplo de nada bueno.

Y mientras continúa todo el revuelo por la fotografía, lo que ha hecho Phelps ha sido pedir disculpas, aceptar la sanción de 3 meses que le ha impuesto la Federación de Natación USA y asegurar que no volverá a ocurrir. Y, por supuesto, seguir entrenando: "Estoy feliz de volver al agua. Es el lugar donde me relajo y me siento como en casa: forma parte de mi vida desde hace muchos años", afirmaba. De manera que el “Tiburón de Baltimore” ha regresado a su hábitat natural, tras protagonizar una pequeña tontería de un chico de 23 años, que además ha tenido lugar fuera de la época de competición, no lo olvidemos. Y, fuera de su trabajo, también esos directivos hacen lo que quieren, sin dar cuentas a nadie. Al igual, claro, que los grandes traficantes (de esa marihuana que fumó Phelps, y de muchas otras cosas más), que por cierto nunca aparecen ni en fotos ni (mucho menos) por la cárcel. Ya lo habíamos advertido: sin hipocresías.

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