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Los defensores de la intangibilidad de las fronteras trazadas por el colonialismo se alinean con Argelia en el problema del Sahara Occidental

El imperio incaico y el Sahara Occidental

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Un tiempo atrás el periodista paraguayo Enrique Vargas Peña entrevistó al peruano Enrique Sánchez Serra, tildado como “cruzado de la orden de Malta” por la prensa marroquí, y resultó evidente su defensa de la intangibilidad de las fronteras que trazó el colonialismo en África.

Como introducción al tema debemos decir que Sánchez Serra defiende la intangibilidad de las fronteras que el imperio español trazó en África, inventando una entidad que llamó “Sahara Occidental” al dividir Marruecos en cinco territorios separados en tiempos que lo consideraba un protectorado.

Para reforzar su opinión que las fronteras dibujadas en el mapa por los españoles son más válidas que los ancestrales derechos marroquíes sobre su Sahara, Sánchez Serra dijo que la pretensión de Rabat es absurda, y podría compararse con un hipotético reclamo de Turquía por recuperar todas tierras que fueran del imperio Otomano, o de Italia sobre los dominios del imperio romano, o de Perú sobre el imperio incaico.

Probablemente a Sánchez Serra le parezca más justa la reconstitución del virreinato del Perú, dado que las fronteras de éste fueron trazadas por los españoles y no por los incas. Esa es la lógica de su planteamiento respecto al Sahara Occidental, dado que pretende que Marruecos respete como intangibles las fronteras trazadas por el imperio español, que también dibujó en Sudamérica el virreinato del Rio de la Plata.

A nadie en el presente se le ocurriría pedir que se respeten las fronteras trazadas por el colonialismo español en Sudamérica, y que Perú llegue hasta Panamá, o que Bolivia forme parte de Argentina. Sin embargo, a un sudamericano como Sánchez Serra sí se le ocurre pedir que las fronteras que ese mismo imperio trazó en África sean respetadas.

Escribió el premio Cervantes Juan Goytisolo que la cuestión del Sahara confronta dos principios opuestos, el de la intangibilidad de las fronteras trazadas por el colonialismo y que está defendido por Argelia, y el de la reconstitución del estado histórico desmembrado por la intervención europea, defendido por Marruecos.

El dogma de la· intangibilidad de las fronteras africanas, avalado por razones de puro pragmatismo -en la medida en que su desaparición significaría abrir la caja de Pandora de los conflictos raciales y tribales que con mayor o menor virulencia afectan a la casi totalidad de los países del continente- es manejado sobre todo por aquellos países que como Argelia o Zaire salieron beneficiados por el trazado con tiralíneas de unos límites territoriales que no tomaban en cuenta las realidades étnicas, sociales y culturales de sus habitantes.

Aplicado a Marruecos al pie de la letra, dicho principio habría originado en cambio la creación de varias entidades estatales: .un Estado marroquí, ·un Estado rifeño, un Estado libre de Tánger, un Estado de Sidi-Ifni, un Estado de Tarfaya y un Estado saharaui.

Como no es fácil deducir, esta idea es absolutamente descabellada y solo puede existir en la mente codiciosa de aquellos que, ONG fantasmas mediante, se benefician desde hace décadas de la humillación que sufren los “saharauis” en unos campamentos instalados en territorio argelino.

Sánchez Serra y sus secuaces también consideran que repitiendo una y otra vez que los fallos internacionales avalan la causa que defienden todo el mundo les creerá, confiados en que la inmensa mayoría del público que asiste a este debate no los ha leído. El tan mentado fallo reconoce con claridad que el sultán de Marruecos siempre ejerció autoridad sobre las tribus nómadas que circulaban por esa porción del Sahara.

En realidad, es absurdo desde un principio que los límites coloniales impuestos al desierto del Sahara ayer, por los conquistadores y esclavistas europeos, tengan que ser hoy respetados por países independientes como pretenden las raíces intelectuales de los argumentos “saharauis”.

Pero allí está esa argumentación, siendo defendida por un heredero del mismo imperio incaico sobre cuyas ruinas España trazó las fronteras del virreinato del Rio de la Plata, de la misma manera que superpuso en el mapa de Marruecos al territorio del Sahara Occidental.

El imperio incaico y el Sahara Occidental

Los defensores de la intangibilidad de las fronteras trazadas por el colonialismo se alinean con Argelia en el problema del Sahara Occidental
Luis Agüero Wagner
miércoles, 2 de marzo de 2016, 01:27 h (CET)
Un tiempo atrás el periodista paraguayo Enrique Vargas Peña entrevistó al peruano Enrique Sánchez Serra, tildado como “cruzado de la orden de Malta” por la prensa marroquí, y resultó evidente su defensa de la intangibilidad de las fronteras que trazó el colonialismo en África.

Como introducción al tema debemos decir que Sánchez Serra defiende la intangibilidad de las fronteras que el imperio español trazó en África, inventando una entidad que llamó “Sahara Occidental” al dividir Marruecos en cinco territorios separados en tiempos que lo consideraba un protectorado.

Para reforzar su opinión que las fronteras dibujadas en el mapa por los españoles son más válidas que los ancestrales derechos marroquíes sobre su Sahara, Sánchez Serra dijo que la pretensión de Rabat es absurda, y podría compararse con un hipotético reclamo de Turquía por recuperar todas tierras que fueran del imperio Otomano, o de Italia sobre los dominios del imperio romano, o de Perú sobre el imperio incaico.

Probablemente a Sánchez Serra le parezca más justa la reconstitución del virreinato del Perú, dado que las fronteras de éste fueron trazadas por los españoles y no por los incas. Esa es la lógica de su planteamiento respecto al Sahara Occidental, dado que pretende que Marruecos respete como intangibles las fronteras trazadas por el imperio español, que también dibujó en Sudamérica el virreinato del Rio de la Plata.

A nadie en el presente se le ocurriría pedir que se respeten las fronteras trazadas por el colonialismo español en Sudamérica, y que Perú llegue hasta Panamá, o que Bolivia forme parte de Argentina. Sin embargo, a un sudamericano como Sánchez Serra sí se le ocurre pedir que las fronteras que ese mismo imperio trazó en África sean respetadas.

Escribió el premio Cervantes Juan Goytisolo que la cuestión del Sahara confronta dos principios opuestos, el de la intangibilidad de las fronteras trazadas por el colonialismo y que está defendido por Argelia, y el de la reconstitución del estado histórico desmembrado por la intervención europea, defendido por Marruecos.

El dogma de la· intangibilidad de las fronteras africanas, avalado por razones de puro pragmatismo -en la medida en que su desaparición significaría abrir la caja de Pandora de los conflictos raciales y tribales que con mayor o menor virulencia afectan a la casi totalidad de los países del continente- es manejado sobre todo por aquellos países que como Argelia o Zaire salieron beneficiados por el trazado con tiralíneas de unos límites territoriales que no tomaban en cuenta las realidades étnicas, sociales y culturales de sus habitantes.

Aplicado a Marruecos al pie de la letra, dicho principio habría originado en cambio la creación de varias entidades estatales: .un Estado marroquí, ·un Estado rifeño, un Estado libre de Tánger, un Estado de Sidi-Ifni, un Estado de Tarfaya y un Estado saharaui.

Como no es fácil deducir, esta idea es absolutamente descabellada y solo puede existir en la mente codiciosa de aquellos que, ONG fantasmas mediante, se benefician desde hace décadas de la humillación que sufren los “saharauis” en unos campamentos instalados en territorio argelino.

Sánchez Serra y sus secuaces también consideran que repitiendo una y otra vez que los fallos internacionales avalan la causa que defienden todo el mundo les creerá, confiados en que la inmensa mayoría del público que asiste a este debate no los ha leído. El tan mentado fallo reconoce con claridad que el sultán de Marruecos siempre ejerció autoridad sobre las tribus nómadas que circulaban por esa porción del Sahara.

En realidad, es absurdo desde un principio que los límites coloniales impuestos al desierto del Sahara ayer, por los conquistadores y esclavistas europeos, tengan que ser hoy respetados por países independientes como pretenden las raíces intelectuales de los argumentos “saharauis”.

Pero allí está esa argumentación, siendo defendida por un heredero del mismo imperio incaico sobre cuyas ruinas España trazó las fronteras del virreinato del Rio de la Plata, de la misma manera que superpuso en el mapa de Marruecos al territorio del Sahara Occidental.

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