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Pienso que llevamos ya demasiadas revoluciones a nuestras espaldas

Buscar la verdad no es fácil, exige utilizar la razón

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Cuando yo era joven, hace ya muchos años, si alguien me contaba alguna cosa y le mostraba mis dudas me contestaba: ¡pues lo ha dicho el periódico o la radio!, argumento que casi siempre me parecía convincente y es que lo que aparece en los medios de comunicación, antes y ahora, nos lleva a creérnoslo, máxime si hay una predisposición a aceptarlo. La guía de conducta de mucha gente es lo que diga su periódico de cabecera o su cadena favorita.

Analizarlo todo para exprimir la verdad no es lo habitual, quizás porque no buscamos la verdad sino el argumentario que apoye nuestras filias, fobias, aficiones y posturas preconcebidas. Pocas veces admitimos estar equivocados en nuestras opiniones y si nos proponen revisarlas desconfiamos.

Quizás no nos damos cuenta de que todo es un montaje propagandístico dirigido a hacernos aceptar, poco a poco, nuevas ideas y opiniones que irán modificando nuestros comportamientos.

Si nos invitan a cambiar nuestros comportamientos mostramos rápidamente nuestra oposición. Si la Iglesia nos repite: convertíos, cambiad de vida, creed en el evangelio, no hacemos ningún caso, estamos convencidos de que todo lo hacemos bien o al menos como lo hace la mayoría, la que según nos repiten nunca se equivoca.

Lo que buscamos son argumentos para defender nuestras propias posturas que se apresuran a facilitarnos los medios de comunicación. Cuando comprobamos que otras personas o grupos piensan diferente no se nos pasa por la cabeza examinar lo que puedan tener de razón. Así vivimos encerrados en nuestras propias opiniones, formas y maneras mirando a los demás con indiferencia, en el mejor de los casos, o incluso con odio.

Estamos asistiendo, a escala nacional, a una cerrazón absoluta que no augura nada bueno. Es una lucha por el poder, a cara de perro, en la que todo vale para “desalojar a Rajoy de la Moncloa”. Un espectáculo poco edificante entre los que ha recibido el voto de los españoles para gobernar con eficacia.

También habrá que contemplar las razones, si las hay, de los que quieren acabar con el sistema y hacer la revolución. Pienso que llevamos ya demasiadas revoluciones a nuestras espaldas, pero si hay personas que se sienten engañadas y perjudicadas por el sistema habrá que abrir el diálogo para conocer la forma que proponen para resolver el conflicto de intereses, pero lo mismo que hay que escuchar habrá que exigir que se escuche a los demás y encontrar soluciones que pasen por el respeto mutuo.

El egoísmo es sin duda un mal camino para entenderse, pero las recetas fracasadas de movimientos revolucionarios hay que erradicarlas, pero buscando que la realización de una política más justa haga innecesaria ninguna clase de revolución.

La solución de todos los conflictos pasa por una regla de oro: ama a tu prójimo como a ti mismo, pero me temo que está por estrenar y no resulta demasiado publicitada por los medios de comunicación. Lo mismo pasa con otra regla de oro: si quieres ser el primero has de ser el último y el servidor de todos.

Bueno, dejo de escribir y voy a ver lo que pasa en el discurso de investidura de Pedro Sánchez.

Buscar la verdad no es fácil, exige utilizar la razón

Pienso que llevamos ya demasiadas revoluciones a nuestras espaldas
Francisco Rodríguez
miércoles, 2 de marzo de 2016, 01:23 h (CET)
Cuando yo era joven, hace ya muchos años, si alguien me contaba alguna cosa y le mostraba mis dudas me contestaba: ¡pues lo ha dicho el periódico o la radio!, argumento que casi siempre me parecía convincente y es que lo que aparece en los medios de comunicación, antes y ahora, nos lleva a creérnoslo, máxime si hay una predisposición a aceptarlo. La guía de conducta de mucha gente es lo que diga su periódico de cabecera o su cadena favorita.

Analizarlo todo para exprimir la verdad no es lo habitual, quizás porque no buscamos la verdad sino el argumentario que apoye nuestras filias, fobias, aficiones y posturas preconcebidas. Pocas veces admitimos estar equivocados en nuestras opiniones y si nos proponen revisarlas desconfiamos.

Quizás no nos damos cuenta de que todo es un montaje propagandístico dirigido a hacernos aceptar, poco a poco, nuevas ideas y opiniones que irán modificando nuestros comportamientos.

Si nos invitan a cambiar nuestros comportamientos mostramos rápidamente nuestra oposición. Si la Iglesia nos repite: convertíos, cambiad de vida, creed en el evangelio, no hacemos ningún caso, estamos convencidos de que todo lo hacemos bien o al menos como lo hace la mayoría, la que según nos repiten nunca se equivoca.

Lo que buscamos son argumentos para defender nuestras propias posturas que se apresuran a facilitarnos los medios de comunicación. Cuando comprobamos que otras personas o grupos piensan diferente no se nos pasa por la cabeza examinar lo que puedan tener de razón. Así vivimos encerrados en nuestras propias opiniones, formas y maneras mirando a los demás con indiferencia, en el mejor de los casos, o incluso con odio.

Estamos asistiendo, a escala nacional, a una cerrazón absoluta que no augura nada bueno. Es una lucha por el poder, a cara de perro, en la que todo vale para “desalojar a Rajoy de la Moncloa”. Un espectáculo poco edificante entre los que ha recibido el voto de los españoles para gobernar con eficacia.

También habrá que contemplar las razones, si las hay, de los que quieren acabar con el sistema y hacer la revolución. Pienso que llevamos ya demasiadas revoluciones a nuestras espaldas, pero si hay personas que se sienten engañadas y perjudicadas por el sistema habrá que abrir el diálogo para conocer la forma que proponen para resolver el conflicto de intereses, pero lo mismo que hay que escuchar habrá que exigir que se escuche a los demás y encontrar soluciones que pasen por el respeto mutuo.

El egoísmo es sin duda un mal camino para entenderse, pero las recetas fracasadas de movimientos revolucionarios hay que erradicarlas, pero buscando que la realización de una política más justa haga innecesaria ninguna clase de revolución.

La solución de todos los conflictos pasa por una regla de oro: ama a tu prójimo como a ti mismo, pero me temo que está por estrenar y no resulta demasiado publicitada por los medios de comunicación. Lo mismo pasa con otra regla de oro: si quieres ser el primero has de ser el último y el servidor de todos.

Bueno, dejo de escribir y voy a ver lo que pasa en el discurso de investidura de Pedro Sánchez.

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