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Sergio Brosa

Infraestructuras sin contenido

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Dice la prensa que la sociedad civil catalana, en una iniciativa público-privada sin parangón en los últimos años en Catalunya, encabezada por la empresa de capital riesgo Catalana d’Iniciatives y la promotora de turismo Turisme de Barcelona, participada por la Cámara de Comercio y ambas por el Ayuntamiento de Barcelona, juntamente con una serie de empresarios catalanes, entre hoteleros y operadores turísticos, han comprado a SAS la compañía aérea Spanair para llenar de contenido la nueva Terminal Sur del aeropuerto de Barcelona. Encomiable objetivo para contribuir al desarrollo de Barcelona y toda Catalunya.

Sin embargo, resulta inquietante considerar que tal empresa tenga como finalidad llenar de contenido la nueva terminal del aeropuerto de El Prat. ¿Significa eso que la construcción de la terminal carece de un proyecto asociado para rentabilizar tan gigantesca inversión de dinero público? ¿Se proyectó la nueva terminal sin garantía alguna de que tuviese un cometido específico que justificase la inversión? ¿Cuál fue el motivo de su construcción?

AENA, patrocinadora de la construcción de la nueva terminal, dice que el aeropuerto de Barcelona trata de afianzarse como un aeropuerto de referencia del espacio mediterráneo y del sur de Europa a través de la consolidación de un hub, con capacidad para alojar las mayores alianzas de las compañías aéreas. Configurar el aeropuerto de Barcelona como una plataforma de conexiones es clave para que Barcelona pueda disponer de una buena red de servicios intercontinentales, fundamental para conectarla con las principales capitales económicas del mundo y para que se desarrolle el tráfico de carga aérea.

Que viene a ser la conclusión que surgió de la iniciativa de la escuela de negocios IESE, cuando organizó una conferencia con las fuerzas vivas de Catalunya, la políticas, las académicas y las empresariales, al respecto del destino del aeropuerto, las actuaciones constructivas presentes y futuras, su gestión y explotación por parte mayoritariamente de las instituciones catalanas, mejor conocedoras de las necesidades a las que tal infraestructura debe responder.

De aquella conferencia en el IESE nunca más se supo. Lo cierto es que AENA debió en su día confiar en Iberia y ésta se desmarcó al centrar todas sus actividades en el aeropuerto de Madrid. Y la nueva terminal quedó vacía de contenido específico, pues el genérico es dar más capacidad al tráfico en ese aeropuerto, pues es claro que irá aumentando en los años venideros.

La terminal está finalizada y se halla en período de pruebas, antes de ser entregada la obra al propietario, AENA y éste la ponga en servicio. ¿Pero en servicio de qué? Sí, claro, del tráfico aéreo ¿Pero a cargo de quién? ¿Qué compañías son las que van a operar en la nueva terminal? Pues parece que nada está claro.

Y ante el aparente desaguisado producido con dinero público, por la imprevisión en la explotación de la terminal, la sociedad catalana se moviliza y decide la compra de una compañía aérea para llenarla de contenido. Compañía aérea ésta, Spanair, propiedad y gestionada últimamente por un experto, la escandinava SAS que tampoco ha conseguido que remonte el vuelo; empresarialmente, se entiende.

Cabe pensar si, puesto que la compra de Spanair significa afrontar un reto en el que expertos en gestión de este tipo de empresas han fracasado, no hubiera sido mejor proyecto la creación de una compañía aérea de nuevo cuño, evitando así haber de enjugar los lastres que Spanair lleva aparejada.

Todo el mundo tiene sus propios apegos y aunque éstos sean incluso recientes en el tiempo, pueden estar fuertemente arraigados y si bien no son fáciles de manejar, se puede llegar a sentir que son de toda la vida.

Como el afán de salir airoso en empresas donde la mayoría han fracasado, con independencia de la propia capacidad gerencial para hacer frente a un reto de esta naturaleza. No hay muchos superhombres o supermujeres; hay excelentes profesionales en todos lo órdenes de la actividad económica, pero uno ha de ser consciente de sus propias limitaciones, más viendo cómo se están manejando otros profesionales de reconocida solvencia en ese sector específico de la aviación comercial.

Posiblemente, requeriría de menor esfuerzo y mucha menos inversión, llegar a acuerdos con diversas compañías aéreas y alianzas de compañías profesionalmente gestionadas, para llenar de contenido la nueva terminal del aeropuerto de Barcelona.

Y no deja de ser alarmante a que a unas pocas semanas de su entrada en servicio, este asunto se esté poniendo de color de hormiga. Algún día habría que pedir responsabilidades a alguien por tamaño descomedimiento.

Infraestructuras sin contenido

Sergio Brosa
Sergio Brosa
martes, 10 de febrero de 2009, 11:40 h (CET)
Dice la prensa que la sociedad civil catalana, en una iniciativa público-privada sin parangón en los últimos años en Catalunya, encabezada por la empresa de capital riesgo Catalana d’Iniciatives y la promotora de turismo Turisme de Barcelona, participada por la Cámara de Comercio y ambas por el Ayuntamiento de Barcelona, juntamente con una serie de empresarios catalanes, entre hoteleros y operadores turísticos, han comprado a SAS la compañía aérea Spanair para llenar de contenido la nueva Terminal Sur del aeropuerto de Barcelona. Encomiable objetivo para contribuir al desarrollo de Barcelona y toda Catalunya.

Sin embargo, resulta inquietante considerar que tal empresa tenga como finalidad llenar de contenido la nueva terminal del aeropuerto de El Prat. ¿Significa eso que la construcción de la terminal carece de un proyecto asociado para rentabilizar tan gigantesca inversión de dinero público? ¿Se proyectó la nueva terminal sin garantía alguna de que tuviese un cometido específico que justificase la inversión? ¿Cuál fue el motivo de su construcción?

AENA, patrocinadora de la construcción de la nueva terminal, dice que el aeropuerto de Barcelona trata de afianzarse como un aeropuerto de referencia del espacio mediterráneo y del sur de Europa a través de la consolidación de un hub, con capacidad para alojar las mayores alianzas de las compañías aéreas. Configurar el aeropuerto de Barcelona como una plataforma de conexiones es clave para que Barcelona pueda disponer de una buena red de servicios intercontinentales, fundamental para conectarla con las principales capitales económicas del mundo y para que se desarrolle el tráfico de carga aérea.

Que viene a ser la conclusión que surgió de la iniciativa de la escuela de negocios IESE, cuando organizó una conferencia con las fuerzas vivas de Catalunya, la políticas, las académicas y las empresariales, al respecto del destino del aeropuerto, las actuaciones constructivas presentes y futuras, su gestión y explotación por parte mayoritariamente de las instituciones catalanas, mejor conocedoras de las necesidades a las que tal infraestructura debe responder.

De aquella conferencia en el IESE nunca más se supo. Lo cierto es que AENA debió en su día confiar en Iberia y ésta se desmarcó al centrar todas sus actividades en el aeropuerto de Madrid. Y la nueva terminal quedó vacía de contenido específico, pues el genérico es dar más capacidad al tráfico en ese aeropuerto, pues es claro que irá aumentando en los años venideros.

La terminal está finalizada y se halla en período de pruebas, antes de ser entregada la obra al propietario, AENA y éste la ponga en servicio. ¿Pero en servicio de qué? Sí, claro, del tráfico aéreo ¿Pero a cargo de quién? ¿Qué compañías son las que van a operar en la nueva terminal? Pues parece que nada está claro.

Y ante el aparente desaguisado producido con dinero público, por la imprevisión en la explotación de la terminal, la sociedad catalana se moviliza y decide la compra de una compañía aérea para llenarla de contenido. Compañía aérea ésta, Spanair, propiedad y gestionada últimamente por un experto, la escandinava SAS que tampoco ha conseguido que remonte el vuelo; empresarialmente, se entiende.

Cabe pensar si, puesto que la compra de Spanair significa afrontar un reto en el que expertos en gestión de este tipo de empresas han fracasado, no hubiera sido mejor proyecto la creación de una compañía aérea de nuevo cuño, evitando así haber de enjugar los lastres que Spanair lleva aparejada.

Todo el mundo tiene sus propios apegos y aunque éstos sean incluso recientes en el tiempo, pueden estar fuertemente arraigados y si bien no son fáciles de manejar, se puede llegar a sentir que son de toda la vida.

Como el afán de salir airoso en empresas donde la mayoría han fracasado, con independencia de la propia capacidad gerencial para hacer frente a un reto de esta naturaleza. No hay muchos superhombres o supermujeres; hay excelentes profesionales en todos lo órdenes de la actividad económica, pero uno ha de ser consciente de sus propias limitaciones, más viendo cómo se están manejando otros profesionales de reconocida solvencia en ese sector específico de la aviación comercial.

Posiblemente, requeriría de menor esfuerzo y mucha menos inversión, llegar a acuerdos con diversas compañías aéreas y alianzas de compañías profesionalmente gestionadas, para llenar de contenido la nueva terminal del aeropuerto de Barcelona.

Y no deja de ser alarmante a que a unas pocas semanas de su entrada en servicio, este asunto se esté poniendo de color de hormiga. Algún día habría que pedir responsabilidades a alguien por tamaño descomedimiento.

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