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And the winner is…

El renacido

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Las calabazas de los podemitas a Pedro Sánchez han conferido una cierta vidilla a nuestro presidente del gobierno en funciones. Tanto es así, que ahora se atreve a proponer un maquiavélico plan de consenso como alternativa al pacto excluyente de los socialistas. Aunque a mí me parece que lo expresado, lo ha dicho con la boca pequeña, como para que nadie ajeno a su contexto próximo le otorgue la menor importancia a su planteamiento.

Y es que Mariano Rajoy, como buen estratega que es, sabe que a río revuelto ganancia de pescadores. Él es de los que piensan que le sobra con acomodarse al pie del camino, para ver a sus enemigos desfilar con los pies por delante. De hecho, cuanto más se alargue el entretenido sainete que se está representando puertas adentro en el Congreso de los Diputados, y que tiene como protagonistas principales a la flor y nata de la oposición, mucho mejor para él. No en vano, en una hipotética reedición de las Generales, el coruñés es consciente de que las encuestas a pie de calle y a rebufo de la interpretación no le son para nada esquivas.

Lo cierto es que la ciudadanía está empezando a cansarse de tantos dimes y diretes que no nos llevan a ninguna parte, de las reticencias de Pablo Iglesias y sus adláteres, del discurso aquiescente y relamido de Rivera y, cómo no, de un escenario de indeterminismo flagrante que nos sume a todos en el desánimo. Que es lo mismo que decir, que o se ponen ya de acuerdo de una vez, o volvemos donde estábamos el 20 de diciembre pasado. Es verdad que tendremos que volver a pasar por el mismo trance de escuchar a los políticos dándose palos día sí y otro también, pero aun así será más divertido que la suerte de indeterminación en la que ahora estamos inmersos por la gracia de los políticos.

El renacido

And the winner is…
Francisco J. Caparrós
martes, 1 de marzo de 2016, 08:44 h (CET)
Las calabazas de los podemitas a Pedro Sánchez han conferido una cierta vidilla a nuestro presidente del gobierno en funciones. Tanto es así, que ahora se atreve a proponer un maquiavélico plan de consenso como alternativa al pacto excluyente de los socialistas. Aunque a mí me parece que lo expresado, lo ha dicho con la boca pequeña, como para que nadie ajeno a su contexto próximo le otorgue la menor importancia a su planteamiento.

Y es que Mariano Rajoy, como buen estratega que es, sabe que a río revuelto ganancia de pescadores. Él es de los que piensan que le sobra con acomodarse al pie del camino, para ver a sus enemigos desfilar con los pies por delante. De hecho, cuanto más se alargue el entretenido sainete que se está representando puertas adentro en el Congreso de los Diputados, y que tiene como protagonistas principales a la flor y nata de la oposición, mucho mejor para él. No en vano, en una hipotética reedición de las Generales, el coruñés es consciente de que las encuestas a pie de calle y a rebufo de la interpretación no le son para nada esquivas.

Lo cierto es que la ciudadanía está empezando a cansarse de tantos dimes y diretes que no nos llevan a ninguna parte, de las reticencias de Pablo Iglesias y sus adláteres, del discurso aquiescente y relamido de Rivera y, cómo no, de un escenario de indeterminismo flagrante que nos sume a todos en el desánimo. Que es lo mismo que decir, que o se ponen ya de acuerdo de una vez, o volvemos donde estábamos el 20 de diciembre pasado. Es verdad que tendremos que volver a pasar por el mismo trance de escuchar a los políticos dándose palos día sí y otro también, pero aun así será más divertido que la suerte de indeterminación en la que ahora estamos inmersos por la gracia de los políticos.

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