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A treinta y cinco años del 23-F de 1981 (I)

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Por aquellos tiempos de mil novecientos setenta y siete recorría, convaleciente de una hemorragia de estómago, los pueblos y barrios de Málaga, con una vitola de apóstol, anunciando que se puede ser feliz con girar algo la mirada hacia la figura del nacido en Belén.

La verdad es que nunca he sido un “católico macizo y roqueño”, sí me entusiasmaba el estudio de Jesús y la carga de utopía que intentaba dar al anuncio del “mandamiento nuevo” que, pasados dos mil años de su proclamación, sigue por estrenar.

Los “Cursillos de Cristiandad” de Málaga eran diferentes al resto de los de España. Fuimos motivo de escándalo para las instituciones más conservadoras del catolicismo malacitano, y para los movimientos “progres” y la izquierda política que asomaban tímidamente sus rostros barbudos éramos unos auténticos “carcas”.

El obispo de Málaga, Ramón Buxarrais, que dejó su palacio para irse a Melilla con los presos y a dormir a la antigua “Gota de Leche”, tuvo a bien, después de una consulta a militantes, nombrarme Presidente de los citados “cursillos”

Aunque no he investigado la causa creo que esta fue una de las causas por las que Francisco de la Torre, actual Alcalde de Málaga, tuvo a bien llamar a casa para ofrecerme ocupar un puesto en la candidatura de UCD en las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco.

El quince de junio del año citado fui elegido diputado a Cortes (casta) tras una campaña de quince días en que adapté el lenguaje evangélico al político, ¡qué barbaridad, pienso ahora!

Así que creyéndome un hombre importante, marché a la Villa de Madrid, acaricié mi escaño, sentí emoción histórica cuando vi entrar a la Pasionaria en el Congreso y a parte de la historia contemporánea española y comencé a votar -con una llavecita de plástico que conservo en casa- artículo por artículo la actual Constitución española (el hoy famoso “candado” del 78); años más tarde me otorgaron una medalla como Miembro de la Orden del Mérito Constitucional.

En la legislatura de 1979 (conocida por la del “Golpe del 23-F”) volví a repetir como diputado, pero hubo una serie de motivos, todos andaluces, que me llevaron a formar parte del llamado Grupo Mixto y, por tanto, a compartir escaño, “pelas” y pólvora con personas tan distintas y distantes como Blas Piñar, Manuel Clavero, Juan M. Bandrés o, entre otros, el canario Fernando Sagaseta.

Seguiremos.

A treinta y cinco años del 23-F de 1981 (I)

José García Pérez
lunes, 22 de febrero de 2016, 01:02 h (CET)
Por aquellos tiempos de mil novecientos setenta y siete recorría, convaleciente de una hemorragia de estómago, los pueblos y barrios de Málaga, con una vitola de apóstol, anunciando que se puede ser feliz con girar algo la mirada hacia la figura del nacido en Belén.

La verdad es que nunca he sido un “católico macizo y roqueño”, sí me entusiasmaba el estudio de Jesús y la carga de utopía que intentaba dar al anuncio del “mandamiento nuevo” que, pasados dos mil años de su proclamación, sigue por estrenar.

Los “Cursillos de Cristiandad” de Málaga eran diferentes al resto de los de España. Fuimos motivo de escándalo para las instituciones más conservadoras del catolicismo malacitano, y para los movimientos “progres” y la izquierda política que asomaban tímidamente sus rostros barbudos éramos unos auténticos “carcas”.

El obispo de Málaga, Ramón Buxarrais, que dejó su palacio para irse a Melilla con los presos y a dormir a la antigua “Gota de Leche”, tuvo a bien, después de una consulta a militantes, nombrarme Presidente de los citados “cursillos”

Aunque no he investigado la causa creo que esta fue una de las causas por las que Francisco de la Torre, actual Alcalde de Málaga, tuvo a bien llamar a casa para ofrecerme ocupar un puesto en la candidatura de UCD en las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco.

El quince de junio del año citado fui elegido diputado a Cortes (casta) tras una campaña de quince días en que adapté el lenguaje evangélico al político, ¡qué barbaridad, pienso ahora!

Así que creyéndome un hombre importante, marché a la Villa de Madrid, acaricié mi escaño, sentí emoción histórica cuando vi entrar a la Pasionaria en el Congreso y a parte de la historia contemporánea española y comencé a votar -con una llavecita de plástico que conservo en casa- artículo por artículo la actual Constitución española (el hoy famoso “candado” del 78); años más tarde me otorgaron una medalla como Miembro de la Orden del Mérito Constitucional.

En la legislatura de 1979 (conocida por la del “Golpe del 23-F”) volví a repetir como diputado, pero hubo una serie de motivos, todos andaluces, que me llevaron a formar parte del llamado Grupo Mixto y, por tanto, a compartir escaño, “pelas” y pólvora con personas tan distintas y distantes como Blas Piñar, Manuel Clavero, Juan M. Bandrés o, entre otros, el canario Fernando Sagaseta.

Seguiremos.

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