Es, como el silbido de un ofidio antes de que muerda, o el del viento rasgado por un alud, según cuentan los montañeros que “lo pueden” contar. Sin embargo una vez instalada, la sospecha no es fácil de desalojar y como la calumnia, o cualquier insidia, se hace presente ante cualquier provocación. Se dice, generalizando, que “el pueblo es sabio”, y también se suele añadir, que, ¡por viejo!... Tiene muchas vivencias acumuladas, de generaciones, que se guardan archivadas en su particular y, a la vez, colectivo “disco duro” del que echa mano ante cualquier acontecimiento que se le pone delante para enjuiciar.
Cuando la tierra tembló aparatosamente en la capital de México, en septiembre de 1985, el terremoto fue el más significativo y mortífero de la historia del país. Los muertos estimados, por falta de cifras oficiales, varían hasta llegar a los 40.000, lo que da una aproximación a la magnitud de la catástrofe. La desolación de la megápolis resultó aterradora, dándose la paradoja de que estructuras muy antiguas (época virreinal) y adecuadas al tipo de terreno arcilloso del subsuelo, como la Catedral Metropolitana o el Palacio Nacional, resistieron indemnes el seísmo. Sin embargo, la mayoría de los edificios caídos estaban construidos según normas inferiores a las exigidas en los contratos, aunque nadie fue declarado culpable. Particularmente grave fue el caso de la empresa estatal encargada de la construcción de edificios públicos cuyos directivos quedaron impunes, pese al número elevado de escuelas primarias destruidas y escolares que resultaron muertos. Los lugares mas afectados fueron escuelas y hospitales,
Aquel entrañable país ha adolecido de un vicio administrativo por todos conocido como la “mordida”, una forma de soborno habitual y en cascada que agiliza los trámites burocráticos, a la vez que hace, que, cuando llega al punto final de una concesión, esté muy mermado el dinero que alcanza para una adjudicación. Así fue, al menos mientras duraron, ininterrumpidamente, los gobiernos del PRI, hasta la llegada de Vicente Fox en el año 2000. El silencio oficial, en forma de “no reconocimiento”, siempre se extendió como un negro manto sobre esta lacra que bien pudo ser causante de que los principales daños del terremoto se acusaran en los edificios oficiales, y que, de este trágico modo se destapó.
El viento huracanado que atravesó San Boi de Llobregat (Barcelona), azotó a la ciudad por completo, si bien sólo derribó aparatosamente un polideportivo municipal construido en 1984 y adaptado para las Olimpiadas de 1992, causando la muerte de cuatro muchachos y herido a algunos más. Desde la condolencia y el apoyo moral a las familias, viene el doloroso recuerdo del terremoto de México D. F., con sus hospitales y escuelas estatales públicas derribadas, y acude, también, a la memoria aquella directa acusación de Pascual Maragall a Artur Mas, de Convergencia y Unió, en el Parlamento Catalán: “Ustedes tiene un problema que se llama el tres por ciento”, de cuando se hundió el Barrio del “Carmel”. El polideportivo que el viento se ha llevado se construyó hace veinticinco años. Jordi Pujol (CIU) ganó las primeras elecciones en abril de 1980.