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No saber retirarse a tiempo: la piedra en la que siempre vuelve a tropezar un político

Bipolaridad

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Convocó una rueda de prensa a media mañana de domingo para decir que se marchaba, aunque realmente se quedaba dentro, no al mando sino más bien en un segundo plano que incluía la portavocía del grupo. Era éste el último de una serie de cartuchos que había ido gastando a medida que menguaba su poder, como carcasas que brillan en el cielo durante tres o cuatro segundos, distrayendo de sus ocupaciones al personal, hasta que se desvanecen en la nada. Su marcha pilló con el pie cambiado a sus correligionarios y despertó las adhesiones y rechazos habituales, pero incluso estas terminaron por apagarse en los secarrales del olvido.

Con el transcurrir de los días y tras dos o tres entrevistas de medios afines que le sirvieron de entrenamiento, volvió a acariciar la idea de un regreso triunfal que coincidiera con el congreso de Refundación del partido. Se consideraba apta para restaurar lo que en un momento dado (ya muy lejano) ayudó a instaurar, y para ello contaba con la ayuda de algunos fieles a los que con los años supo colocar en determinados engranajes de la organización. Eludiendo al presumible adversario, un presidente en funciones absolútamente amortizado, comenzó a buscar entre los sucesores al enemigo con el que debería jugarse la secretaría general. Así fue desechando a la vicepresidenta primera, al candidatable presidente de la Xunta y al joven y ambicioso vicesecretario de comunicación, centrándose en la que había sido su sucesora como mandamás de la Comunidad de Madrid. Un error fatal, pues durante este tiempo ignoró a la que terminaría resultando su peor amenaza, la portavoz del grupo.

Bipolaridad

No saber retirarse a tiempo: la piedra en la que siempre vuelve a tropezar un político
Ángel Pontones Moreno
martes, 16 de febrero de 2016, 09:02 h (CET)
Convocó una rueda de prensa a media mañana de domingo para decir que se marchaba, aunque realmente se quedaba dentro, no al mando sino más bien en un segundo plano que incluía la portavocía del grupo. Era éste el último de una serie de cartuchos que había ido gastando a medida que menguaba su poder, como carcasas que brillan en el cielo durante tres o cuatro segundos, distrayendo de sus ocupaciones al personal, hasta que se desvanecen en la nada. Su marcha pilló con el pie cambiado a sus correligionarios y despertó las adhesiones y rechazos habituales, pero incluso estas terminaron por apagarse en los secarrales del olvido.

Con el transcurrir de los días y tras dos o tres entrevistas de medios afines que le sirvieron de entrenamiento, volvió a acariciar la idea de un regreso triunfal que coincidiera con el congreso de Refundación del partido. Se consideraba apta para restaurar lo que en un momento dado (ya muy lejano) ayudó a instaurar, y para ello contaba con la ayuda de algunos fieles a los que con los años supo colocar en determinados engranajes de la organización. Eludiendo al presumible adversario, un presidente en funciones absolútamente amortizado, comenzó a buscar entre los sucesores al enemigo con el que debería jugarse la secretaría general. Así fue desechando a la vicepresidenta primera, al candidatable presidente de la Xunta y al joven y ambicioso vicesecretario de comunicación, centrándose en la que había sido su sucesora como mandamás de la Comunidad de Madrid. Un error fatal, pues durante este tiempo ignoró a la que terminaría resultando su peor amenaza, la portavoz del grupo.

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