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Francisco Rodríguez Barragán

Eliminar niños, problema o aborto retroactivo

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Se me ocurre la siguiente escena: una mujer embarazada acude a su médico y le explica que ha decidido abortar porque se siente nerviosa e irritable y está sufriendo un daño psicológico. El médico la reconoce y comprueba que el embarazo marcha muy bien y le pregunta por la verdadera causa de su nerviosismo. La mujer le dice que tiene otro niño de tres años que le está dando muchos problemas por su carácter insoportable, su hiperactividad y sus rabietas, que le tiene todo el día en tensión y que muchas noches no duerme ni la deja dormir.

El médico le hace notar que su problema no es el niño en gestación sino el otro y que puestos a eliminar a uno de ellos al que habría que eliminar es el mayor. La mujer se queda sorprendida y le dice que al mayor no puede eliminarlo, eso sería un crimen, pero quiere abortar al otro porque tiene miedo de que salga igual de conflictivo e inaguantable.

El médico le pregunta si habría abortado al mayor de haber sabido durante el embarazo el carácter que iba a tener. La mujer no está muy segura, pero ahora sí; no quiere tener otro niño problema. El médico le hace notar que no resulta muy lógico que considere la eliminación de un niño de tres años un crimen y no así el aborto de un concebido. La mujer sale enfadada de la consulta convencida de que el médico está chiflado.

Comenta el asunto con otras amigas y recibe muchas opiniones. Una mantiene que lo mismo que se detecta la posibilidad de que el concebido tenga el síndrome de Down para eliminarlo, también se debería detectar si va a ser un niño tonto, inadaptable o esquizofrénico; los niños que deben nacer, según ella, son los que tengan asegurado un alto nivel físico e intelectual. Eugenesia pura.
Otra le dice que si quiere abortar que lo haga, ya que los hijos son una carga y hay que disfrutar de la vida. Otra le recomienda una clínica abortista en la que no hacen preguntas. Otra le propone que lo tenga y que lo dé en adopción, solución que no le convence a la interesada que quiere quitarse el problema de encima cuanto antes y además piensa que si nace y lo ve quizás no sería capaz de dejarlo. Otra opina que a los hijos hay que aceptarlos y quererlos como sean, sin ninguna selección previa.

Como este relato es de ficción y cualquier parecido con personas reales será pura coincidencia, el final cada cual puede imaginarlo por su cuenta. Pero el hecho cierto es que se producen en España más de ciento veinte mil abortos al año y la ley que se nos vendió, hace más de veinte años, como de despenalización del delito de aborto en determinados supuestos, se ha convertido en la práctica en un aborto libre y en un mal llamado derecho de la mujer a abortar y el actual Gobierno quiere modificarla para otorgar, según dicen, seguridad jurídica a las mujeres que abortan y a los profesionales aborteros que se están enriqueciendo con tan repugnante negocio. El único al que se le niega protección es al concebido y no nacido, al más inocente e indefenso para quién el seno materno se ha convertido en un lugar peligroso.

Hay que insistir sin tregua que es un asesinato tanto matar a un niño de pocos años como al concebido y no nacido, que es sin duda una persona portadora de su propia e irrepetible individualidad. Aunque también podría ocurrir que haya quien piense en una especie de aborto retroactivo, para eliminar a los niños discapacitados o problemáticos.

Como en tantas cosas que estamos sufriendo, es la sociedad quien tiene que reaccionar ante la injusticia, la mentira y la manipulación de los que en lugar de defender los derechos humanos, se inventan otros nuevos como la salud sexual y reproductiva de la mujer, el derecho a la anticoncepción y el aborto, el matrimonio de los homosexuales y la ideología de género, entre otras lindezas.

Eliminar niños, problema o aborto retroactivo

Francisco Rodríguez Barragán
Francisco Rodríguez
viernes, 23 de enero de 2009, 07:22 h (CET)
Se me ocurre la siguiente escena: una mujer embarazada acude a su médico y le explica que ha decidido abortar porque se siente nerviosa e irritable y está sufriendo un daño psicológico. El médico la reconoce y comprueba que el embarazo marcha muy bien y le pregunta por la verdadera causa de su nerviosismo. La mujer le dice que tiene otro niño de tres años que le está dando muchos problemas por su carácter insoportable, su hiperactividad y sus rabietas, que le tiene todo el día en tensión y que muchas noches no duerme ni la deja dormir.

El médico le hace notar que su problema no es el niño en gestación sino el otro y que puestos a eliminar a uno de ellos al que habría que eliminar es el mayor. La mujer se queda sorprendida y le dice que al mayor no puede eliminarlo, eso sería un crimen, pero quiere abortar al otro porque tiene miedo de que salga igual de conflictivo e inaguantable.

El médico le pregunta si habría abortado al mayor de haber sabido durante el embarazo el carácter que iba a tener. La mujer no está muy segura, pero ahora sí; no quiere tener otro niño problema. El médico le hace notar que no resulta muy lógico que considere la eliminación de un niño de tres años un crimen y no así el aborto de un concebido. La mujer sale enfadada de la consulta convencida de que el médico está chiflado.

Comenta el asunto con otras amigas y recibe muchas opiniones. Una mantiene que lo mismo que se detecta la posibilidad de que el concebido tenga el síndrome de Down para eliminarlo, también se debería detectar si va a ser un niño tonto, inadaptable o esquizofrénico; los niños que deben nacer, según ella, son los que tengan asegurado un alto nivel físico e intelectual. Eugenesia pura.
Otra le dice que si quiere abortar que lo haga, ya que los hijos son una carga y hay que disfrutar de la vida. Otra le recomienda una clínica abortista en la que no hacen preguntas. Otra le propone que lo tenga y que lo dé en adopción, solución que no le convence a la interesada que quiere quitarse el problema de encima cuanto antes y además piensa que si nace y lo ve quizás no sería capaz de dejarlo. Otra opina que a los hijos hay que aceptarlos y quererlos como sean, sin ninguna selección previa.

Como este relato es de ficción y cualquier parecido con personas reales será pura coincidencia, el final cada cual puede imaginarlo por su cuenta. Pero el hecho cierto es que se producen en España más de ciento veinte mil abortos al año y la ley que se nos vendió, hace más de veinte años, como de despenalización del delito de aborto en determinados supuestos, se ha convertido en la práctica en un aborto libre y en un mal llamado derecho de la mujer a abortar y el actual Gobierno quiere modificarla para otorgar, según dicen, seguridad jurídica a las mujeres que abortan y a los profesionales aborteros que se están enriqueciendo con tan repugnante negocio. El único al que se le niega protección es al concebido y no nacido, al más inocente e indefenso para quién el seno materno se ha convertido en un lugar peligroso.

Hay que insistir sin tregua que es un asesinato tanto matar a un niño de pocos años como al concebido y no nacido, que es sin duda una persona portadora de su propia e irrepetible individualidad. Aunque también podría ocurrir que haya quien piense en una especie de aborto retroactivo, para eliminar a los niños discapacitados o problemáticos.

Como en tantas cosas que estamos sufriendo, es la sociedad quien tiene que reaccionar ante la injusticia, la mentira y la manipulación de los que en lugar de defender los derechos humanos, se inventan otros nuevos como la salud sexual y reproductiva de la mujer, el derecho a la anticoncepción y el aborto, el matrimonio de los homosexuales y la ideología de género, entre otras lindezas.

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