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“El nacionalismo está llevando un desfalco de soberanía nacional al que hay que poner fin: cuando se ganan las elecciones autonómicas se gana el poder constituido, no el constituyente”. J.M Aznar.

Cataluña intenta aprovecharse del desconcierto político en España

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Mientras nuestros políticos nacionales están enfrascados en saciar sus propios egoísmos, pierden el tiempo en discusiones bizantinas y alargan, inútilmente, el tiempo de incertidumbre política por el que está pasando nuestra nación, España; hay otros que han descubierto que tienen la oportunidad de ir avanzando en su proyecto rupturista. No hay nada mejor, como dice el refrán, que aprovecharse de situaciones complicadas para “pescar en aguas revueltas”, en la confianza de que el alboroto, la distracción o el apasionamiento de la batalla por el poder, mantenga en los políticos en la despreocupación por los acontecimientos que, en este momento, pueden considerar de tono menor aunque, en realidad, se trate de unos de los mayores desafíos independentistas a los que la nación española ha tenido que hacer frente durante su historia..

El nuevo líder de DyL (CDC) el señor Puigdemont, ha dicho, en la primera sesión de control parlamentario, a los partidos constitucionalistas: “Ustedes se han dado cuenta demasiado tarde de que la independencia iba en serio”. En realidad, en este caso, deberíamos admitir de que, el señor Puigdemont, tiene parte de razón y que, las amenazas que, desde hace años, los independentistas catalanes vienen, impunemente, anunciando sobre sus intenciones separatistas, debieran de haber dado suficientes y claras razones, para que el Estado español hubiera afrontado con más diligencia y seriedad este gravísimo atentado en contra de la unidad de España; desde el mismo momento en que, el señor Mas, anunció la intención de aislar a Cataluña del resto de la nación. No se hizo y ahora, en pleno fárrago y dislate político, es cuando se aprovechan los nacionalistas para ir avanzando en busca de su objetivo. Junts pel Sí y la CUP han iniciado los trámites para redactar las tres leyes previstas en la “declaración de ruptura del 9N” (anulada por el TC) para proclamar la anunciada secesión. Seguramente, la intención es tenerlas listas dentro del plazo de 18 meses que se han fijado para dar el paso definitivo hacia la ruptura con España; aunque no está tan claro, como ya anunció el señor Puigdemont, que este término se respete ya que si, como dijo el nuevo líder de la Generalitat, quieren hacerlo dentro de lo que ellos designan como “la legalidad”, es posible que el término no acabe siendo perentorio.

Tres leyes que tendrían por misión evitar el vacío legal que se produciría si, al declarar la utópica secesión de España, el nuevo “estado catalán” no dispusiera de una estructura, aunque fuera elemental, suficiente para controlar los aspectos básicos de un nuevo Estado. Las anunciadas leyes serían: la de transitoriedad jurídica; Seguridad Social (lloremos por nuestras pensiones) y la Hacienda. Es obvio que, el Estado español, si todavía mantenía alguna duda sobre lo que llevan en mente los políticos catalanes, ya no tiene porqué seguir manteniéndose en stand by, guardando la prudencia y reteniendo el aparato jurídico para que no actúe. Todo esto, si no siguen la actitud complaciente, contemplativa e indulgente del propio TSJC, que ha considerado, en una resolución que causa vergüenza a cualquier español, que quienes hicieron el manifiesto separatista, del 9 de noviembre, en el nuevo Parlament catalán, anunciándolo con toda solemnidad y dándole la publicidad de un acontecimiento nacional, no han incurrido en delito alguno, aunque dicho panfleto sí es “inconstitucional e ilegal”. Para dicho tribunal no hay, en los autores y responsables de tal declaración, “firme resolución de delinquir” ¿No bastan, señores magistrados, las reiteradas manifestaciones de los encausados, su declaración expresa en sede parlamentaria, para que se pueda entender que están dispuestos a llevar a término lo que anuncian? Nos gustaría saber, a los asombrados ciudadanos, que haría falta que sucediera para que ustedes considerasen que el señor Mas o la señora Forcadell no están comprometidos hasta el tuétano de sus huesos en conseguir la secesión de Cataluña del resto de España.

Seguramente, para estos magistrados del tribunal catalán, para convencerse de la firme decisión de aquellos a los que han exonerado de la culpa de incurrir en el delito de sedición, sería preciso que salieran a la calle con cañones y ametralladoras a enfrentarse con el Ejército español para que, entonces sí, vieran delito en sus acciones. Para la magistrado ponente, señora Alegret, debiera de haber existido “concierto previo” ¿acaso no es evidente que, todos los pertenecientes a Junts pel Si y los de la CUP, han formado una unión, precisamente para concurrir a las elecciones, con el firme propósito de llevar a cabo la secesión del supuesto Estado catalán? ¿qué más precisa, esta señora, para apreciar el concierto previo que ella argumenta, pero que nadie más, en España, puede aceptar como algo posible que, lo que se declaró y aprobó en el Parlament catalán, no fuera fruto de una connivencia entre todos los parlamentarios que apoyaron la moción?

¿A que está esperando el TC para hacer que se cumplan sus resoluciones y sentencias ahora que dispone de una ley que le faculta para poder ordenar ejecutarlas? Y es que, señores, acaso fruto de estos descerebrados que siguen empeñados en trasmitirnos una historia apócrifa de lo que ocurrió en España, desde abril de 1931 hasta el comienzo de la Guerra Civil y lo que tuvo lugar durante el desarrollo de la misma hasta su finalización con la derrota de la República en manos del general Franco; las nuevas generaciones están en la inopia respecto a que, una situación muy semejante a la que está teniendo lugar en la España actual, fue la que arrastró a todo el país a un cruenta y prolongada guerra entre hermanos, cuyas consecuencias (han pasado desde su finalización 76 años), todavía los españoles no hemos sido capaces de superar.

Cataluña, a medida que va pasando el tiempo y, los catalanes, se van dando cuenta de que todo lo que dispone el Estado español para acabar con los desafíos y las amenazas de quebrantamiento de la unidad de la nación, son algunos cañonazos de pólvora sin munición, se van adhiriendo a esta sensación de que tienen posibilidades de conseguir lograr sus objetivos y, cada vez, van a ser más multitud los que se van a apuntar al banderín de enganche que, el señor Mas, parece que, desde el backstage de lo que queda de la fenecida CDC, esta intentando llevar a cabo, para conseguir una nueva agrupación de catalanistas que intente superar a la antigua alianza de CDC y la ERC del señor Junqueras.

No obstante, no se trata más que de una ilusión de perdedor porque, si las cosas siguen como se están desarrollando en la actualidad, es muy posible que la señor Ada Colau y su partido, sucursalista de Podemos, se lance a la conquista de la Generalitat, para lo cual es posible que cuente con ICV, un partido marginal, y con las, cada vez más evidentes, simpatías de los sectores más izquierdistas ( antes unidos al separatismo por meros cálculos de conveniencia política) que decidan unirse al independentismo declarado de la alcaldesa de Barcelona, eliminando a la burguesía de CDC, dando el sorpasso, que la agitadora de las hipotecas tiene previsto desde que dirigió su asalto a la alcaldía barcelonesa. De ahí el empeño del señor Pablo Iglesias de mantener su ministerio plurinacional y su apoyo a un referendo “por el derecho a decidir” en Cataluña. Todo tiene su explicación porque, un Podemos sin el apoyo de BComú, no sería tan poderoso ni tendría tantos votos como los que consiguió en los pasados comicios.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, empezamos a temer que, entre si son galgos o son podencos, en Cataluña se nos empiece a instalar una franquicia del comunismo bolivariano que acabe por llevarnos, no sólo lejos de España, sino a convertirnos en una más de la dictaduras comunistas que están hundiendo, a las antiguas colonias españolas, en la miseria y la opresión estalinista.

Cataluña intenta aprovecharse del desconcierto político en España

“El nacionalismo está llevando un desfalco de soberanía nacional al que hay que poner fin: cuando se ganan las elecciones autonómicas se gana el poder constituido, no el constituyente”. J.M Aznar.
Miguel Massanet
lunes, 8 de febrero de 2016, 09:11 h (CET)
Mientras nuestros políticos nacionales están enfrascados en saciar sus propios egoísmos, pierden el tiempo en discusiones bizantinas y alargan, inútilmente, el tiempo de incertidumbre política por el que está pasando nuestra nación, España; hay otros que han descubierto que tienen la oportunidad de ir avanzando en su proyecto rupturista. No hay nada mejor, como dice el refrán, que aprovecharse de situaciones complicadas para “pescar en aguas revueltas”, en la confianza de que el alboroto, la distracción o el apasionamiento de la batalla por el poder, mantenga en los políticos en la despreocupación por los acontecimientos que, en este momento, pueden considerar de tono menor aunque, en realidad, se trate de unos de los mayores desafíos independentistas a los que la nación española ha tenido que hacer frente durante su historia..

El nuevo líder de DyL (CDC) el señor Puigdemont, ha dicho, en la primera sesión de control parlamentario, a los partidos constitucionalistas: “Ustedes se han dado cuenta demasiado tarde de que la independencia iba en serio”. En realidad, en este caso, deberíamos admitir de que, el señor Puigdemont, tiene parte de razón y que, las amenazas que, desde hace años, los independentistas catalanes vienen, impunemente, anunciando sobre sus intenciones separatistas, debieran de haber dado suficientes y claras razones, para que el Estado español hubiera afrontado con más diligencia y seriedad este gravísimo atentado en contra de la unidad de España; desde el mismo momento en que, el señor Mas, anunció la intención de aislar a Cataluña del resto de la nación. No se hizo y ahora, en pleno fárrago y dislate político, es cuando se aprovechan los nacionalistas para ir avanzando en busca de su objetivo. Junts pel Sí y la CUP han iniciado los trámites para redactar las tres leyes previstas en la “declaración de ruptura del 9N” (anulada por el TC) para proclamar la anunciada secesión. Seguramente, la intención es tenerlas listas dentro del plazo de 18 meses que se han fijado para dar el paso definitivo hacia la ruptura con España; aunque no está tan claro, como ya anunció el señor Puigdemont, que este término se respete ya que si, como dijo el nuevo líder de la Generalitat, quieren hacerlo dentro de lo que ellos designan como “la legalidad”, es posible que el término no acabe siendo perentorio.

Tres leyes que tendrían por misión evitar el vacío legal que se produciría si, al declarar la utópica secesión de España, el nuevo “estado catalán” no dispusiera de una estructura, aunque fuera elemental, suficiente para controlar los aspectos básicos de un nuevo Estado. Las anunciadas leyes serían: la de transitoriedad jurídica; Seguridad Social (lloremos por nuestras pensiones) y la Hacienda. Es obvio que, el Estado español, si todavía mantenía alguna duda sobre lo que llevan en mente los políticos catalanes, ya no tiene porqué seguir manteniéndose en stand by, guardando la prudencia y reteniendo el aparato jurídico para que no actúe. Todo esto, si no siguen la actitud complaciente, contemplativa e indulgente del propio TSJC, que ha considerado, en una resolución que causa vergüenza a cualquier español, que quienes hicieron el manifiesto separatista, del 9 de noviembre, en el nuevo Parlament catalán, anunciándolo con toda solemnidad y dándole la publicidad de un acontecimiento nacional, no han incurrido en delito alguno, aunque dicho panfleto sí es “inconstitucional e ilegal”. Para dicho tribunal no hay, en los autores y responsables de tal declaración, “firme resolución de delinquir” ¿No bastan, señores magistrados, las reiteradas manifestaciones de los encausados, su declaración expresa en sede parlamentaria, para que se pueda entender que están dispuestos a llevar a término lo que anuncian? Nos gustaría saber, a los asombrados ciudadanos, que haría falta que sucediera para que ustedes considerasen que el señor Mas o la señora Forcadell no están comprometidos hasta el tuétano de sus huesos en conseguir la secesión de Cataluña del resto de España.

Seguramente, para estos magistrados del tribunal catalán, para convencerse de la firme decisión de aquellos a los que han exonerado de la culpa de incurrir en el delito de sedición, sería preciso que salieran a la calle con cañones y ametralladoras a enfrentarse con el Ejército español para que, entonces sí, vieran delito en sus acciones. Para la magistrado ponente, señora Alegret, debiera de haber existido “concierto previo” ¿acaso no es evidente que, todos los pertenecientes a Junts pel Si y los de la CUP, han formado una unión, precisamente para concurrir a las elecciones, con el firme propósito de llevar a cabo la secesión del supuesto Estado catalán? ¿qué más precisa, esta señora, para apreciar el concierto previo que ella argumenta, pero que nadie más, en España, puede aceptar como algo posible que, lo que se declaró y aprobó en el Parlament catalán, no fuera fruto de una connivencia entre todos los parlamentarios que apoyaron la moción?

¿A que está esperando el TC para hacer que se cumplan sus resoluciones y sentencias ahora que dispone de una ley que le faculta para poder ordenar ejecutarlas? Y es que, señores, acaso fruto de estos descerebrados que siguen empeñados en trasmitirnos una historia apócrifa de lo que ocurrió en España, desde abril de 1931 hasta el comienzo de la Guerra Civil y lo que tuvo lugar durante el desarrollo de la misma hasta su finalización con la derrota de la República en manos del general Franco; las nuevas generaciones están en la inopia respecto a que, una situación muy semejante a la que está teniendo lugar en la España actual, fue la que arrastró a todo el país a un cruenta y prolongada guerra entre hermanos, cuyas consecuencias (han pasado desde su finalización 76 años), todavía los españoles no hemos sido capaces de superar.

Cataluña, a medida que va pasando el tiempo y, los catalanes, se van dando cuenta de que todo lo que dispone el Estado español para acabar con los desafíos y las amenazas de quebrantamiento de la unidad de la nación, son algunos cañonazos de pólvora sin munición, se van adhiriendo a esta sensación de que tienen posibilidades de conseguir lograr sus objetivos y, cada vez, van a ser más multitud los que se van a apuntar al banderín de enganche que, el señor Mas, parece que, desde el backstage de lo que queda de la fenecida CDC, esta intentando llevar a cabo, para conseguir una nueva agrupación de catalanistas que intente superar a la antigua alianza de CDC y la ERC del señor Junqueras.

No obstante, no se trata más que de una ilusión de perdedor porque, si las cosas siguen como se están desarrollando en la actualidad, es muy posible que la señor Ada Colau y su partido, sucursalista de Podemos, se lance a la conquista de la Generalitat, para lo cual es posible que cuente con ICV, un partido marginal, y con las, cada vez más evidentes, simpatías de los sectores más izquierdistas ( antes unidos al separatismo por meros cálculos de conveniencia política) que decidan unirse al independentismo declarado de la alcaldesa de Barcelona, eliminando a la burguesía de CDC, dando el sorpasso, que la agitadora de las hipotecas tiene previsto desde que dirigió su asalto a la alcaldía barcelonesa. De ahí el empeño del señor Pablo Iglesias de mantener su ministerio plurinacional y su apoyo a un referendo “por el derecho a decidir” en Cataluña. Todo tiene su explicación porque, un Podemos sin el apoyo de BComú, no sería tan poderoso ni tendría tantos votos como los que consiguió en los pasados comicios.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, empezamos a temer que, entre si son galgos o son podencos, en Cataluña se nos empiece a instalar una franquicia del comunismo bolivariano que acabe por llevarnos, no sólo lejos de España, sino a convertirnos en una más de la dictaduras comunistas que están hundiendo, a las antiguas colonias españolas, en la miseria y la opresión estalinista.

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