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Este bien algo malvado,
el que tanto te quiere y te estrangula tu mero talento,
aquél que reza sin saber encender su propio negro karma.
Este bien algo malvado,
del buen crítico para todos los tonos del alma medio dormida en vida,
de aquellas mentiras piadosas, esas medio verdades que tanto nos hiere el corazón pintado de rojo.
Este bien algo malvado,
del cínico amigo...
ése que engaña a la vida para ser alguien robado a tu sino.
Este bien algo malvado,
llega la noche...
el día se convierte en luto algo alegre, te cambio un mal deseo por el bien de ojo que me alegre un poco mi vida.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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