Mientras limpiaba la encimera con un paño ni muy frio ni muy caliente, vio llegar a los chicos que cargaban los cestos donde se recopilaban las primeras pilas de datos. “Fresquísimos”, decían. En un bol de plástico y bajo un chorro de pretextos tibios, fueron limpiándolos de impurezas, a espera de ser posteriormente separados por la estadística. Él encendía entretanto su vitro mental con el fin de cocinar la muestra, y acomodaba la base del sofrito de argumentos en una de las ollas. Se acumulaban los consejos-órdenes de todo el que revoloteaba por allí: “Sube el fuego”, “Sazona más a los “ninis”, “Rebaja las evidencias”, “Dale la vuelta a los antisistema”, “Que no se te peguen los jubilados”. Cuando la mezcla comenzó a dorarse, espolvoreó por encima una última variable que al confundirse con el resto lo contaminaría de su tendencia que es en suma, de lo que trataba todo este asunto.
