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Triste es que, en el ocaso de la vida, uno no sea más que un puñado de euros

Morir en vida

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Recientemente se ha avivado una reclamación ya antigua, por parte de Manuel Díez, el Cordobés, frente a Manuel Benítez, el Cordobés, consistente en que el primero está empeñado en que el segundo reconozca ser su padre. Al parecer, hay una servilleta de papel utilizada por el segundo que podría ser utilizada como medio para probar el ADN y comprobar la supuesta paternidad.

El abogado de Manuel Díez sostiene que no es el dinero lo que mueve a su representado, sino simplemente el reconocimiento de la paternidad; el dinero, si es el caso, vendría después y en un segundo plano de importancia.

Y me pregunto yo cómo es posible que este chico tenga este interés desmedido en ese reconocimiento de paternidad, que le ha llevado incluso a la vía judicial, hacia alguien por quien no parece sentir el más mínimo amor. Me pongo en su lugar y si yo no sintiera el más mínimo afecto o cariño por alguien, lo último que se me ocurriría sería pretender que se me reconociera hijo de esa persona. En mi lógica, si a alguien no amo, lo razonable es no querer saber nada de él, y menos tener una relación filial.

¿No será la pasta el móvil del asunto?

Hay gente que va por la vida nadando en el dinero. Manuel Benítez, cuando era joven, en el principio de su carrera, no tenía dinero, pero los toros, y más tarde su talento para administrar su patrimonio, parece ser que le han llevado a ganar bastante dinero. También los futbolistas están forradetes. Véase Ronaldo y compañeros.

Toda esa gente famosa, si además tiene pasta, siempre termina rodeándose de un buen puñado de determinadas mujeres dispuestas a lo que sea. Lo que las atrae es sin duda el dinero, más que el aspecto sexual de estos señores. Prueba de ello es lo incomprensible que resulta a primera vista que determinados tipos de más de setenta años, esto es, con el físico prácticamente agotado, en el caso de que estén forrados, atraen sexualmente a no pocas mujeres jóvenes y muy atractivas, que si es sexo lo que buscan, podían haber apuntado a hombres más jóvenes. Es cierto que ocasionalmente pueden determinadas mujeres buscar una aventura con un hombre en el ocaso del vigor sexual, pero si hay cierta estabilidad en la unión, hay que pensar que buscan otra cosa, en concreto, dinero.

Se apunta a que Manuel Benítez ha llegado a tener 7 hijos, entre los matrimoniales y los extramatrimoniales, y Manuel Díez sería el octavo. Uno más significaría tener que repartir la herencia, cuando muera, entre más gente, a lo que no parece dispuesto el primero. Podrá decir el abogado de Manuel Díez lo que quiera, pero aquí todo parece apuntar al reparto de la pasta. Esto es, que el mismo móvil que pudo llevar a determinada mujeres a darle hijos naturales, parece que es el que mueve a estos a la hora de reclamar la paternidad. Dinero, siempre dinero.

Es triste que a un tipo joven se le ame por el dinero, pero más triste todavía es que, en el ocaso de su vida ya se prepare anticipadamente el reparto de su masa hereditaria. Efectivamente, aunque Manuel Benítez goza de buena salud, sus 79 años hacen presagiar que su óbito es algo que está a la vista y hay quien parece estar ya tomando posiciones.

La gente famosa suele caer bastante en el sexo desbocado. El pago de una vida así, a la vuelta de los años, viene en la misma moneda materialista: solo se les quiere por su dinero. Según he leído en El Confidencial, en una de sus supuestas empresas, que por descontado, no está a su nombre, Manuel Benítez tendría del orden de 24 millones de euros. Esto, como botón de muestra de un extenso patrimonio. Ante un bocado tan apetitoso, evidentemente, se apunta todo aquel que tiene posibilidades de entrar en el reparto de la tarta. Lo demás son músicas celestiales.

El periódico citado expresa que Manuel Benítez no tiene en la actualidad prácticamente ningún bien a su nombre, excepto una finca en Palma del Río y poco más. ¿Estará él también tomando posiciones antes de morir? Todo parece indicar que cuando muera, empezará un largo periplo judicial.

Triste es que, en el ocaso de la vida, uno no sea más que un puñado de euros. Y más triste todavía es ver que la propia herencia se empieza a repartir ya en vida del causante, casi sin darle tiempo a morir; o más bien, animándole, con los hechos, a que se vaya pronto de este mundo. De acuerdo que el dinero es algo muy bueno porque permite hacer muchas cosas, pero qué triste es un panorama así. Cualquier hombre pobre, sin patrimonio, pero con alguien que le quiera por ser él quien es, y nada más, vale más que aquel torero que en los años sesenta levantaba las plazas y más tarde levantó una inmensa fortuna.

Morir en vida

Triste es que, en el ocaso de la vida, uno no sea más que un puñado de euros
Antonio Moya Somolinos
sábado, 6 de febrero de 2016, 01:44 h (CET)
Recientemente se ha avivado una reclamación ya antigua, por parte de Manuel Díez, el Cordobés, frente a Manuel Benítez, el Cordobés, consistente en que el primero está empeñado en que el segundo reconozca ser su padre. Al parecer, hay una servilleta de papel utilizada por el segundo que podría ser utilizada como medio para probar el ADN y comprobar la supuesta paternidad.

El abogado de Manuel Díez sostiene que no es el dinero lo que mueve a su representado, sino simplemente el reconocimiento de la paternidad; el dinero, si es el caso, vendría después y en un segundo plano de importancia.

Y me pregunto yo cómo es posible que este chico tenga este interés desmedido en ese reconocimiento de paternidad, que le ha llevado incluso a la vía judicial, hacia alguien por quien no parece sentir el más mínimo amor. Me pongo en su lugar y si yo no sintiera el más mínimo afecto o cariño por alguien, lo último que se me ocurriría sería pretender que se me reconociera hijo de esa persona. En mi lógica, si a alguien no amo, lo razonable es no querer saber nada de él, y menos tener una relación filial.

¿No será la pasta el móvil del asunto?

Hay gente que va por la vida nadando en el dinero. Manuel Benítez, cuando era joven, en el principio de su carrera, no tenía dinero, pero los toros, y más tarde su talento para administrar su patrimonio, parece ser que le han llevado a ganar bastante dinero. También los futbolistas están forradetes. Véase Ronaldo y compañeros.

Toda esa gente famosa, si además tiene pasta, siempre termina rodeándose de un buen puñado de determinadas mujeres dispuestas a lo que sea. Lo que las atrae es sin duda el dinero, más que el aspecto sexual de estos señores. Prueba de ello es lo incomprensible que resulta a primera vista que determinados tipos de más de setenta años, esto es, con el físico prácticamente agotado, en el caso de que estén forrados, atraen sexualmente a no pocas mujeres jóvenes y muy atractivas, que si es sexo lo que buscan, podían haber apuntado a hombres más jóvenes. Es cierto que ocasionalmente pueden determinadas mujeres buscar una aventura con un hombre en el ocaso del vigor sexual, pero si hay cierta estabilidad en la unión, hay que pensar que buscan otra cosa, en concreto, dinero.

Se apunta a que Manuel Benítez ha llegado a tener 7 hijos, entre los matrimoniales y los extramatrimoniales, y Manuel Díez sería el octavo. Uno más significaría tener que repartir la herencia, cuando muera, entre más gente, a lo que no parece dispuesto el primero. Podrá decir el abogado de Manuel Díez lo que quiera, pero aquí todo parece apuntar al reparto de la pasta. Esto es, que el mismo móvil que pudo llevar a determinada mujeres a darle hijos naturales, parece que es el que mueve a estos a la hora de reclamar la paternidad. Dinero, siempre dinero.

Es triste que a un tipo joven se le ame por el dinero, pero más triste todavía es que, en el ocaso de su vida ya se prepare anticipadamente el reparto de su masa hereditaria. Efectivamente, aunque Manuel Benítez goza de buena salud, sus 79 años hacen presagiar que su óbito es algo que está a la vista y hay quien parece estar ya tomando posiciones.

La gente famosa suele caer bastante en el sexo desbocado. El pago de una vida así, a la vuelta de los años, viene en la misma moneda materialista: solo se les quiere por su dinero. Según he leído en El Confidencial, en una de sus supuestas empresas, que por descontado, no está a su nombre, Manuel Benítez tendría del orden de 24 millones de euros. Esto, como botón de muestra de un extenso patrimonio. Ante un bocado tan apetitoso, evidentemente, se apunta todo aquel que tiene posibilidades de entrar en el reparto de la tarta. Lo demás son músicas celestiales.

El periódico citado expresa que Manuel Benítez no tiene en la actualidad prácticamente ningún bien a su nombre, excepto una finca en Palma del Río y poco más. ¿Estará él también tomando posiciones antes de morir? Todo parece indicar que cuando muera, empezará un largo periplo judicial.

Triste es que, en el ocaso de la vida, uno no sea más que un puñado de euros. Y más triste todavía es ver que la propia herencia se empieza a repartir ya en vida del causante, casi sin darle tiempo a morir; o más bien, animándole, con los hechos, a que se vaya pronto de este mundo. De acuerdo que el dinero es algo muy bueno porque permite hacer muchas cosas, pero qué triste es un panorama así. Cualquier hombre pobre, sin patrimonio, pero con alguien que le quiera por ser él quien es, y nada más, vale más que aquel torero que en los años sesenta levantaba las plazas y más tarde levantó una inmensa fortuna.

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