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“La ambición es el último refugio del fracaso”. Oscar Wilde. Dramaturgo y novelista irlandés

El hoy del ayer

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Los que están enfrente, acusan a Mariano Rajoy de inmovilista. Los que están a su lado argumentan que sabe administrar muy bien los tiempos. Ya saben: Cada cual cuenta la feria según le va en ella, pero teniendo en cuenta que el Presidente del Gobierno —actualmente en funciones— no es precisamente un aprendiz de la política, sino que como el Licenciado Corchuelo, ha tenido ocasión de adquirir la experiencia que proporciona siempre el caerse de la burra y volverse a levantar, yo me inclino a creer que piensa como Octavio César Augusto, que como hombre prudente que era, solía decir que en la guerra como en la política, nada conviene menos que la precipitación y la temeridad. Con frecuencia acostumbraba a repetir el adagio griego: “Festina lente”. (Apresúrate lentamente.) Nada le hacía perder el control de las situaciones y consecuentemente mantenía la tesis de que sólo debe emprenderse una guerra o librar una batalla cuando se puede esperar más provecho de la victoria que perjuicio de la derrota. Y lo ilustraba añadiendo:

—El que en la guerra aventura mucho para ganar poco, se parece al hombre que pescara con anzuelo de oro, de cuya pérdida no podría compensarle ninguna presa.

Por otra parte, en función de lo que vaticinan todos los análisis políticos, pronósticos y encuestas que se vienen realizando y salvo que el PSOE diese un giro de 180º en su política —lo que no es previsible mientras Pedro Sánchez siga siendo el Secretario General— y tanto si logra conformar un gobierno de coalición con Podemos como si finalmente se convocan unas nuevas elecciones generales, la conclusión definitiva, es que Podemos pasaría a ser el principal partido de la oposición, relegando al Partido Socialista —cuando menos— al tercer lugar del mapa parlamentario español, por lo que no es descabellado imaginarse a Pablo Iglesias frotándose ya las manos y acariciando el poder, lo que por cierto parece correrle mucha prisa.

Es posible que sean imaginaciones mías o que me traiciona el subconsciente pero esta perspectiva me hace recordar a Vitelio, uno de los emperadores de Roma menos deseables. Tácito dejó constancia para la historia que cometió toda clase de ignominias y degradaciones.

Vitelio, que conocía muy bien lo que habían sido las cortes de Nerón, Claudio y Calígula, se comportó de manera infame con su predecesor, el emperador Servio Galba. Éste le había dado el gobierno de la Germania inferior en donde pronto se ganó el afecto de sus soldados gracias a su flexible disciplina y a su carácter cercano, hasta el extremo de que los comandantes de las legiones del Rin, Cecina y Valente, le cedieron la espada de Julio César y le aclamaron como emperador.

Vitelio entonces se sublevó contra el emperador Galba para arrebatarle el Imperio. Sin embargo no contaba con que al mismo tiempo, otro general, Otón, asesinaba a Galba en Roma, declarándose emperador. Ambos césares se enfrentaron entonces entre sí y Vitelio, el aspirante a César menos deseable, salió vencedor. Unos soldados llegaron a su tienda después de la batalla llevando el cadáver de Otón. Los generales de Vitelio quisieron ahorrarle el hedor que desprendía el cuerpo corrompido pero Vitelio se inclinó sobre él y lo olfateó con deleite diciendo:

—El cadáver de un enemigo siempre huele bien.

El resplandor del poder hace tiempo que cegó a Pedro Sánchez y es muy posible que en su vuelo hacia la Luna, pierda la Tierra.

El hoy del ayer

“La ambición es el último refugio del fracaso”. Oscar Wilde. Dramaturgo y novelista irlandés
César Valdeolmillos
sábado, 6 de febrero de 2016, 01:43 h (CET)
Los que están enfrente, acusan a Mariano Rajoy de inmovilista. Los que están a su lado argumentan que sabe administrar muy bien los tiempos. Ya saben: Cada cual cuenta la feria según le va en ella, pero teniendo en cuenta que el Presidente del Gobierno —actualmente en funciones— no es precisamente un aprendiz de la política, sino que como el Licenciado Corchuelo, ha tenido ocasión de adquirir la experiencia que proporciona siempre el caerse de la burra y volverse a levantar, yo me inclino a creer que piensa como Octavio César Augusto, que como hombre prudente que era, solía decir que en la guerra como en la política, nada conviene menos que la precipitación y la temeridad. Con frecuencia acostumbraba a repetir el adagio griego: “Festina lente”. (Apresúrate lentamente.) Nada le hacía perder el control de las situaciones y consecuentemente mantenía la tesis de que sólo debe emprenderse una guerra o librar una batalla cuando se puede esperar más provecho de la victoria que perjuicio de la derrota. Y lo ilustraba añadiendo:

—El que en la guerra aventura mucho para ganar poco, se parece al hombre que pescara con anzuelo de oro, de cuya pérdida no podría compensarle ninguna presa.

Por otra parte, en función de lo que vaticinan todos los análisis políticos, pronósticos y encuestas que se vienen realizando y salvo que el PSOE diese un giro de 180º en su política —lo que no es previsible mientras Pedro Sánchez siga siendo el Secretario General— y tanto si logra conformar un gobierno de coalición con Podemos como si finalmente se convocan unas nuevas elecciones generales, la conclusión definitiva, es que Podemos pasaría a ser el principal partido de la oposición, relegando al Partido Socialista —cuando menos— al tercer lugar del mapa parlamentario español, por lo que no es descabellado imaginarse a Pablo Iglesias frotándose ya las manos y acariciando el poder, lo que por cierto parece correrle mucha prisa.

Es posible que sean imaginaciones mías o que me traiciona el subconsciente pero esta perspectiva me hace recordar a Vitelio, uno de los emperadores de Roma menos deseables. Tácito dejó constancia para la historia que cometió toda clase de ignominias y degradaciones.

Vitelio, que conocía muy bien lo que habían sido las cortes de Nerón, Claudio y Calígula, se comportó de manera infame con su predecesor, el emperador Servio Galba. Éste le había dado el gobierno de la Germania inferior en donde pronto se ganó el afecto de sus soldados gracias a su flexible disciplina y a su carácter cercano, hasta el extremo de que los comandantes de las legiones del Rin, Cecina y Valente, le cedieron la espada de Julio César y le aclamaron como emperador.

Vitelio entonces se sublevó contra el emperador Galba para arrebatarle el Imperio. Sin embargo no contaba con que al mismo tiempo, otro general, Otón, asesinaba a Galba en Roma, declarándose emperador. Ambos césares se enfrentaron entonces entre sí y Vitelio, el aspirante a César menos deseable, salió vencedor. Unos soldados llegaron a su tienda después de la batalla llevando el cadáver de Otón. Los generales de Vitelio quisieron ahorrarle el hedor que desprendía el cuerpo corrompido pero Vitelio se inclinó sobre él y lo olfateó con deleite diciendo:

—El cadáver de un enemigo siempre huele bien.

El resplandor del poder hace tiempo que cegó a Pedro Sánchez y es muy posible que en su vuelo hacia la Luna, pierda la Tierra.

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