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Pedro Sánchez sabe que es su última oportunidad y que -- sea o no presidente del Gobierno-- no va a volver a salir como secretario general del PSOE

Loca y peligrosa ambición de Sánchez

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Pedro Sánchez llega a la política rodeado de sospechas y con el estigma de querer llegar a Moncloa, sea como sea. No parece importarle España, pero sí tocar poder haciéndolo a cualquier precio. La ciudadanía le ha calado desde el debate a cuatro; ese mismo que acobardó a Mariano Rajoy y le llevó a esconderse detrás de la vicepresidenta, Saenz de Santamaría. Mala, muy mala imagen, y peores sensaciones son las que desprende Pedro Sánchez; máxime, desde que se destapó que apoyó sin límite actuaciones de Blesa en Caja Madrid.

En este momento andan intentando acercar posturas entre él y Rivera, pero ninguno de los dos tiene autoridad moral, ni de ningún tipo, para exigir al Partido Popular la votación favorable o la abstención en el acto de investidura. Tanto uno como otro han puesto chinas en el camino, palos en las ruedas y torpes disculpas para que Mariano Rajoy -- ganador a todas luces el 20-D-- continuara en la presidencia del Gobierno. Ni siquiera han dialogado con el PP en serio para un compromiso de Estado: Pedro Sánchez se ha enfrascado en el “No” y en ridiculeces como menospreciar a Rajoy con ese “qué parte del ‘no’ es la que no entiende, señor Rajoy!”, en tanto que Rivera hoy dice ‘digo’, mañana ‘Diego’ y no acaba de centrarse; algo parecido a lo que le ha sucedido en Cataluña, donde –según las encuestas—de haber hoy elecciones bajaría un 39% en intención de voto.

Esa bajada de Ciudadanos se traduce en el Estado español en un 56,3% en intención de voto: todo el voto recogido del PP, por desencanto de su militancia y de sus simpatizantes, volvería al PP si se celebraran ahora elecciones. Si se celebran en mayo puede ser peor aún. ¡Y deben repetirse, porque el escenario actual es esperpéntico, ruinoso y sospechoso!

Ahora son ellos, Sánchez y Rivera, quienes deben saber qué hacer y cómo sumar los votos necesarios para intentar formar Gobierno. Otra cuestión bien distinta es gobernar. Por eso doy fe de que están ‘acongojados’ por las presiones que están sufriendo ambos. Pedro Sánchez sabe que es su última oportunidad y que -- sea o no presidente del Gobierno-- no va a volver a salir como secretario general del PSOE. Alberto Rivera empieza a ver cómo aparecen en su partido raros personajes que aparecen como corruptos o como borrachos (léase el concejal del Ayuntamiento de Valladolid, recientemente expulsado del partido, pero ahí no acaban los disgustos).

De todos es sabido que el PP ofreció sincero diálogo a casi todas las formaciones políticas, incluido el ‘viru’, a pesar de su “No es ‘no’ en todas circunstancias”, pero rehusaron de tal ofrecimiento. Lo curioso es que la asociación de perdedores pide ahora el mismo diálogo, en aras de un falso patriotismo y de la obligada lealtad a la que debe someterse el Partido Popular.

El PSOE no escuchó la urgente necesidad de la necesaria unidad nacional y…. ¿ahora es necesaria? ¿Es imprescindible? ¿Es más unidad nacional que entonces? La ciudadanía no es torpe y no puede olvidar el daño que ha hecho Pedro Sánchez a la ciudadanía, a España y a su propio partido. Pedro Sánchez no puede exigir que los demás jueguen con las cartas boca arriba porque no tiene los triunfos en la mano. Tan solo es dueño de sus viruelas.

Han sido el partido socialista y el "Frente Popular Anti PP", los auténticos culpables de este desaguisado por no apoyar al ganador de las elecciones. Parece que lo normal hasta ahora ha dejado de serlo. Pedro Sánchez va a sufrir y se va a quemar; más incluso de lo que ya está. Hasta en su propio partido le han jurado odio eterno, dado su egoísmo, su falta de sentido de Estado, su desprecio, su torpeza y su mediocridad. Solía decir Bertrand Rusell que muchos hombres cometen el error de sustituir el conocimiento por la afirmación de que es verdad lo que ellos desean. Y, claro, así los cubre el pelo.

El PSOE nunca ha sido de fiar y, menos aún, desde que facilitó que ETA entrara en las instituciones. Si Pedro Sánchez es línea continuista de Rodríguez Zapatero -- un personaje desastroso para España y para las instituciones—pues ya me contarán. Jamás España había caído tan bajo en política exterior con el leonés que presumía de ser de Valladolid. Muchas veces me hizo recordar lo que afirmaba R. Tagore, respecto a que no hay cosa más difícil de soportar que la fe ciega del estúpido. ¿Alguien se atreve a decirme que Zapatero no fue un estúpido integral políticamente? Pues Sánchez es su continuador. Al tiempo. Doy fe.

Loca y peligrosa ambición de Sánchez

Pedro Sánchez sabe que es su última oportunidad y que -- sea o no presidente del Gobierno-- no va a volver a salir como secretario general del PSOE
Jesús  Salamanca
viernes, 5 de febrero de 2016, 08:07 h (CET)
Pedro Sánchez llega a la política rodeado de sospechas y con el estigma de querer llegar a Moncloa, sea como sea. No parece importarle España, pero sí tocar poder haciéndolo a cualquier precio. La ciudadanía le ha calado desde el debate a cuatro; ese mismo que acobardó a Mariano Rajoy y le llevó a esconderse detrás de la vicepresidenta, Saenz de Santamaría. Mala, muy mala imagen, y peores sensaciones son las que desprende Pedro Sánchez; máxime, desde que se destapó que apoyó sin límite actuaciones de Blesa en Caja Madrid.

En este momento andan intentando acercar posturas entre él y Rivera, pero ninguno de los dos tiene autoridad moral, ni de ningún tipo, para exigir al Partido Popular la votación favorable o la abstención en el acto de investidura. Tanto uno como otro han puesto chinas en el camino, palos en las ruedas y torpes disculpas para que Mariano Rajoy -- ganador a todas luces el 20-D-- continuara en la presidencia del Gobierno. Ni siquiera han dialogado con el PP en serio para un compromiso de Estado: Pedro Sánchez se ha enfrascado en el “No” y en ridiculeces como menospreciar a Rajoy con ese “qué parte del ‘no’ es la que no entiende, señor Rajoy!”, en tanto que Rivera hoy dice ‘digo’, mañana ‘Diego’ y no acaba de centrarse; algo parecido a lo que le ha sucedido en Cataluña, donde –según las encuestas—de haber hoy elecciones bajaría un 39% en intención de voto.

Esa bajada de Ciudadanos se traduce en el Estado español en un 56,3% en intención de voto: todo el voto recogido del PP, por desencanto de su militancia y de sus simpatizantes, volvería al PP si se celebraran ahora elecciones. Si se celebran en mayo puede ser peor aún. ¡Y deben repetirse, porque el escenario actual es esperpéntico, ruinoso y sospechoso!

Ahora son ellos, Sánchez y Rivera, quienes deben saber qué hacer y cómo sumar los votos necesarios para intentar formar Gobierno. Otra cuestión bien distinta es gobernar. Por eso doy fe de que están ‘acongojados’ por las presiones que están sufriendo ambos. Pedro Sánchez sabe que es su última oportunidad y que -- sea o no presidente del Gobierno-- no va a volver a salir como secretario general del PSOE. Alberto Rivera empieza a ver cómo aparecen en su partido raros personajes que aparecen como corruptos o como borrachos (léase el concejal del Ayuntamiento de Valladolid, recientemente expulsado del partido, pero ahí no acaban los disgustos).

De todos es sabido que el PP ofreció sincero diálogo a casi todas las formaciones políticas, incluido el ‘viru’, a pesar de su “No es ‘no’ en todas circunstancias”, pero rehusaron de tal ofrecimiento. Lo curioso es que la asociación de perdedores pide ahora el mismo diálogo, en aras de un falso patriotismo y de la obligada lealtad a la que debe someterse el Partido Popular.

El PSOE no escuchó la urgente necesidad de la necesaria unidad nacional y…. ¿ahora es necesaria? ¿Es imprescindible? ¿Es más unidad nacional que entonces? La ciudadanía no es torpe y no puede olvidar el daño que ha hecho Pedro Sánchez a la ciudadanía, a España y a su propio partido. Pedro Sánchez no puede exigir que los demás jueguen con las cartas boca arriba porque no tiene los triunfos en la mano. Tan solo es dueño de sus viruelas.

Han sido el partido socialista y el "Frente Popular Anti PP", los auténticos culpables de este desaguisado por no apoyar al ganador de las elecciones. Parece que lo normal hasta ahora ha dejado de serlo. Pedro Sánchez va a sufrir y se va a quemar; más incluso de lo que ya está. Hasta en su propio partido le han jurado odio eterno, dado su egoísmo, su falta de sentido de Estado, su desprecio, su torpeza y su mediocridad. Solía decir Bertrand Rusell que muchos hombres cometen el error de sustituir el conocimiento por la afirmación de que es verdad lo que ellos desean. Y, claro, así los cubre el pelo.

El PSOE nunca ha sido de fiar y, menos aún, desde que facilitó que ETA entrara en las instituciones. Si Pedro Sánchez es línea continuista de Rodríguez Zapatero -- un personaje desastroso para España y para las instituciones—pues ya me contarán. Jamás España había caído tan bajo en política exterior con el leonés que presumía de ser de Valladolid. Muchas veces me hizo recordar lo que afirmaba R. Tagore, respecto a que no hay cosa más difícil de soportar que la fe ciega del estúpido. ¿Alguien se atreve a decirme que Zapatero no fue un estúpido integral políticamente? Pues Sánchez es su continuador. Al tiempo. Doy fe.

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