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Sergio Brosa

La crisis en China

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Las cosas en China con la crisis financiera y económica mundial, no van nada bien. Hay en Occidente quien ha temido que este pueda ser el momento de China; aquel temido ¡Cuando China despierte! Pero la realidad es que la crisis ha afectado también al comercio chino y en consecuencia a su producción.

En Hong Kong, los responsables de logística dicen que cada semana los descuentos que negocian son más importantes y las expediciones salen medio vacías.

En la provincia contigua, Guangdong, muchas fábricas se están parando por no poder pagar a sus empleados que están renunciando a sus puestos de trabajo y solicitando se les paguen sus atrasos antes de que llegue el momento de echar el cierre.

En Sichuan y otras provincias del interior, los ayuntamientos están buscando desesperadamente la forma de proporcionar trabajo a miles de parados cuyas familias ya no les necesitan más para las labores del campo.

Eso es sólo parte del efecto de millones de occidentales que han perdido la confianza en la economía; se sienten más pobres y como resultado restringen sus compras.

Los detallistas americanos, después de sufrir una disminución de sus ventas en esta campaña, estás retrasando pagos a China a 90 o 120 días fecha de embarque, en contra de lo habitual que son 30 o 45 días, forzando a sus proveedores a financiarse en mayor capital para cubrir la diferencia.

Los proveedores chinos que no pueden aflorar más dinero, la mayoría operan con márgenes muy estrechos, acabarán por ser expulsados del mercado.

Y al mismo tiempo, los compradores americanos solicitan los balances y cuentas de resultados a sus proveedores chinos para asegurarse de que éstos no presentarán suspensión de pagos antes de completar sus pedidos. Los intermediarios chinos se desesperan porque tienen pedidos que no pueden servir de inmediato.

Se estima que entre 10.000 y 60.000 fábricas en China, propiedad de empresas de Hong Kong, han cerrado o cerrarán en los próximos meses. Y puede ser aún peor en otros segmentos de producción, en el interior de China, donde las empresas son más pequeñas y están menos capitalizadas que las de propiedad de Hong Kong.

Las estadísticas oficiales indican que las exportaciones chinas han descendido el 2,2% en noviembre calculado en dólares, después de siete años de rápido crecimiento. Pero las cifras en dólares no dan el adecuado cálculo del descenso real. Los cálculos en moneda china miden mucho mejor los efectos en su economía y señalan que las exportaciones han descendido el 9,4%. Si además se incluye el factor inflación, el descenso es del 11,4%. Y desde luego, los datos de diciembre serán peores.

Hace un par de semanas, las autoridades Chinas anunciaron una serie de medidas para los exportadores. Los bancos estatales están siendo orientados para que ayuden especialmente a los medianos y pequeños exportadores. El gobierno ha habilitado una serie de fondos y el presidente del gobierno de Hong Kong, Donald Tsang, está propiciando una ley que habrá de ser aprobada a finales de enero, para garantizar a los bancos créditos a la exportación por valor de 13.000 millones de dólares.

El gobierno chino está ayudando particularmente a sectores económicos donde se emplea mucha mano de obra, como la industria textil de la confección, un segmento de mercado que el gobierno pretendió deslocalizar para potenciar una industria de mayor valor añadido. Sin embargo, en estos momentos, el gobierno es reacio a ceder la confección a países con escalas salariales más bajas, como Vietnam, Indonesia o Bangladesh.

China ha comenzado a reponer las desgravaciones fiscales a la exportación del textil que estuvo retirando progresivamente en los últimos años. Los ayuntamientos también han dejado de elevar el salario mínimo que se duplicó durante los pasados dos años en algunas ciudades y que alcanzó su máximo en Shenzhen, con 146 dólares mensuales.

De manera que si hemos de hacer caso a Keith Bradsher, jefe de la oficina del New York Times en Hong Kong desde hace más de 6 años y se le supone conocedor de los asuntos económicos de Asia, no parece muy probable que en estos tiempos de crisis, haya de espantar que China despierte, pues tal parece que los chinos duermen aún arrunchaditos y bastante tienen con superar la crisis financiera y económica que les ha alcanzado de lleno también.

En China, como en Europa y Estado Unidos, tratan de capear el temporal de la recesión económica en idéntica forma que se hace en Occidente, aunque tal vez, sus resortes económico financieros, por las peculiaridades propias de su sistema político, resulten más inmediatos que en otras latitudes en regímenes de amplia liberalidad.

Habremos de confiar que, unidos por la desgracia, esta crisis aporte un mayor grado de cooperación entre Oriente y Occidente por aquello de frotarse mutuamente la espalda y ayude en el futuro a diseñar un mundo mejor, aunque sea sólo en el plano económico, pues todos dependemos de todos y nadie es más que nadie.

Que los Reyes Magos nos traigan a todos una enorme voluntad de cooperación.

La crisis en China

Sergio Brosa
Sergio Brosa
jueves, 8 de enero de 2009, 05:44 h (CET)
Las cosas en China con la crisis financiera y económica mundial, no van nada bien. Hay en Occidente quien ha temido que este pueda ser el momento de China; aquel temido ¡Cuando China despierte! Pero la realidad es que la crisis ha afectado también al comercio chino y en consecuencia a su producción.

En Hong Kong, los responsables de logística dicen que cada semana los descuentos que negocian son más importantes y las expediciones salen medio vacías.

En la provincia contigua, Guangdong, muchas fábricas se están parando por no poder pagar a sus empleados que están renunciando a sus puestos de trabajo y solicitando se les paguen sus atrasos antes de que llegue el momento de echar el cierre.

En Sichuan y otras provincias del interior, los ayuntamientos están buscando desesperadamente la forma de proporcionar trabajo a miles de parados cuyas familias ya no les necesitan más para las labores del campo.

Eso es sólo parte del efecto de millones de occidentales que han perdido la confianza en la economía; se sienten más pobres y como resultado restringen sus compras.

Los detallistas americanos, después de sufrir una disminución de sus ventas en esta campaña, estás retrasando pagos a China a 90 o 120 días fecha de embarque, en contra de lo habitual que son 30 o 45 días, forzando a sus proveedores a financiarse en mayor capital para cubrir la diferencia.

Los proveedores chinos que no pueden aflorar más dinero, la mayoría operan con márgenes muy estrechos, acabarán por ser expulsados del mercado.

Y al mismo tiempo, los compradores americanos solicitan los balances y cuentas de resultados a sus proveedores chinos para asegurarse de que éstos no presentarán suspensión de pagos antes de completar sus pedidos. Los intermediarios chinos se desesperan porque tienen pedidos que no pueden servir de inmediato.

Se estima que entre 10.000 y 60.000 fábricas en China, propiedad de empresas de Hong Kong, han cerrado o cerrarán en los próximos meses. Y puede ser aún peor en otros segmentos de producción, en el interior de China, donde las empresas son más pequeñas y están menos capitalizadas que las de propiedad de Hong Kong.

Las estadísticas oficiales indican que las exportaciones chinas han descendido el 2,2% en noviembre calculado en dólares, después de siete años de rápido crecimiento. Pero las cifras en dólares no dan el adecuado cálculo del descenso real. Los cálculos en moneda china miden mucho mejor los efectos en su economía y señalan que las exportaciones han descendido el 9,4%. Si además se incluye el factor inflación, el descenso es del 11,4%. Y desde luego, los datos de diciembre serán peores.

Hace un par de semanas, las autoridades Chinas anunciaron una serie de medidas para los exportadores. Los bancos estatales están siendo orientados para que ayuden especialmente a los medianos y pequeños exportadores. El gobierno ha habilitado una serie de fondos y el presidente del gobierno de Hong Kong, Donald Tsang, está propiciando una ley que habrá de ser aprobada a finales de enero, para garantizar a los bancos créditos a la exportación por valor de 13.000 millones de dólares.

El gobierno chino está ayudando particularmente a sectores económicos donde se emplea mucha mano de obra, como la industria textil de la confección, un segmento de mercado que el gobierno pretendió deslocalizar para potenciar una industria de mayor valor añadido. Sin embargo, en estos momentos, el gobierno es reacio a ceder la confección a países con escalas salariales más bajas, como Vietnam, Indonesia o Bangladesh.

China ha comenzado a reponer las desgravaciones fiscales a la exportación del textil que estuvo retirando progresivamente en los últimos años. Los ayuntamientos también han dejado de elevar el salario mínimo que se duplicó durante los pasados dos años en algunas ciudades y que alcanzó su máximo en Shenzhen, con 146 dólares mensuales.

De manera que si hemos de hacer caso a Keith Bradsher, jefe de la oficina del New York Times en Hong Kong desde hace más de 6 años y se le supone conocedor de los asuntos económicos de Asia, no parece muy probable que en estos tiempos de crisis, haya de espantar que China despierte, pues tal parece que los chinos duermen aún arrunchaditos y bastante tienen con superar la crisis financiera y económica que les ha alcanzado de lleno también.

En China, como en Europa y Estado Unidos, tratan de capear el temporal de la recesión económica en idéntica forma que se hace en Occidente, aunque tal vez, sus resortes económico financieros, por las peculiaridades propias de su sistema político, resulten más inmediatos que en otras latitudes en regímenes de amplia liberalidad.

Habremos de confiar que, unidos por la desgracia, esta crisis aporte un mayor grado de cooperación entre Oriente y Occidente por aquello de frotarse mutuamente la espalda y ayude en el futuro a diseñar un mundo mejor, aunque sea sólo en el plano económico, pues todos dependemos de todos y nadie es más que nadie.

Que los Reyes Magos nos traigan a todos una enorme voluntad de cooperación.

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