En aquella provincia cuyo principal atractivo era su nulo interés, uno de los dos escaños en liza fue a pelearse hasta los primeros rosados del alba. No se había visto cosa igual en cuatro décadas. La moneda cayó finalmente a favor del partido progresista (P) por escasísimo margen de votos, y a la mañana siguiente muchos votantes del “P” llegaban a sus trabajos u oficinas del INEM correspondientes como si hubiesen ganado un derby regional después de perder los 15 anteriores. Este escaño era importante por inesperado y porque terminaba con largos años de invisibilidad. O bien formando coalición con otros o absteniéndose en una votación de investidura, los actos del partido P. darían visto bueno al pacto de las dos principales fuerzas de progreso que descabalgarían del gobierno al partido Conservador C. y lo más importante aún, terminarían con su retahíla de políticas antisociales.
Las conversaciones se iniciaron ese mismo lunes, bajo la premisa de no dejar que pequeñas diferencias de concepto obstaculizaran el proceso. A la semana se había alcanzado un pacto de mínimos entre los previsibles dos socios de “P”. Éste se abstendría pero prestaría un diputado a los otros dos para alcanzar el número mínimo que diera vía libre a la investidura. Pese a no terminar de verlo claro, el representante de la provincia nada interesante aceptó ser el elegido. Las fricciones con sus nuevos e involuntarios colegas comenzaron desde el minuto uno, y tras cada una de ellas fue comprobando que no solo no compartía con ellos pasado ni ideología, sino que ni siquiera el mismo “modus operandi”. Su grupo funcionaba por gestoras y esta gente por comites. Sus decisiones se aprobaban previa consulta con bases mientras aquí el dedazo supremo elegía o condenaba sin discusión posible. La autocrítica ni estaba ni se la esperaba.
Tres meses después de la constitución de las cortes el diputado prestado tiró la toalla y pasó al grupo mixto pues en el suyo no querían ni verlo al haber puesto su egoísmo por delante de las necesidades de partido, en serio peligro a la coalición. No valieron quejas ni enmiendas ni los 15 años de fidelidad sufridos en los peores momentos del partido. El resquemor le hizo fundar poco después una nueva agrupación, de ideario socialdemócrata, con la que hilvanó un discurso coherente pero muy alejado del que había expresado al entrar en Cortes. A mitad de legislatura y tras dos o tres encuestas que se lo llevaban por delante, fue cayendo en el área de influencia de los Conservadores de C., junto a otras dos fuerzas casi igual de irrelevantes.
Los siguientes comicios un número importante de electores de la provincia sin interés, perdieron el suyo por acercarse a menos de 100 metros de una urna.