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Conversaciones en el bar del Congreso

Socios y perdedores

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Que las fuerzas presentes en el hemiciclo parlamentario español no se pongan de acuerdo, en absoluto es ninguna tragedia. De hecho, me temo que tanta pluralidad como ahora, no se ha dado en los treinta años largos que venimos funcionando desde el setenta y ocho del pasado siglo. Que al país no le sobra el dinero como para estar sufragando alegremente elecciones generales, tampoco. Pero qué otra cosa se puede hacer, sino implicar nuevamente a la ciudadanía con la aventura de unos nuevos comicios, me pregunto.

Siento una curiosidad algo malsana por lo que pueda suceder finalmente si, en efecto, se cumplen los peores augurios de los tertulianos más visionarios. Que España se desmorona, he llegado a escuchar, si los partidos políticos de siempre, a saber el PP y el PSOE no se ponen de una vez por todas de acuerdo y toman las riendas ambos, aunque no acabo de descubrir si es simplemente un augurio o un deseo irrefrenable solo confesable en petit comité y delante de uno de esos revitalizantes gin-tonic que se sirven en la bodeguilla a muy buen precio. En ese lugar, los diputados dejan de lado los convencionalismos y se llaman de tu y beben juntos, como si sus intereses confluyesen en uno solo, es decir, servir al ciudadano. Lastima que en sus escaños no se comporten así, y por el contrario se dediquen a competir para ver quién lo tiene más grande; el programa, por supuesto.

Como asegura nuestro presidente en funciones, Mariano Rajoy, España necesita un gobierno estable, y de eso no le cabe a nadie ninguna duda, pero por el camino que llevan sus inexistentes negociaciones con las otras fuerzas políticas que compitieron con la suya el pasado 20 de diciembre, lo que sí parece estar claro es que no será él quien lo dirija.

Socios y perdedores

Conversaciones en el bar del Congreso
Francisco J. Caparrós
martes, 26 de enero de 2016, 07:56 h (CET)
Que las fuerzas presentes en el hemiciclo parlamentario español no se pongan de acuerdo, en absoluto es ninguna tragedia. De hecho, me temo que tanta pluralidad como ahora, no se ha dado en los treinta años largos que venimos funcionando desde el setenta y ocho del pasado siglo. Que al país no le sobra el dinero como para estar sufragando alegremente elecciones generales, tampoco. Pero qué otra cosa se puede hacer, sino implicar nuevamente a la ciudadanía con la aventura de unos nuevos comicios, me pregunto.

Siento una curiosidad algo malsana por lo que pueda suceder finalmente si, en efecto, se cumplen los peores augurios de los tertulianos más visionarios. Que España se desmorona, he llegado a escuchar, si los partidos políticos de siempre, a saber el PP y el PSOE no se ponen de una vez por todas de acuerdo y toman las riendas ambos, aunque no acabo de descubrir si es simplemente un augurio o un deseo irrefrenable solo confesable en petit comité y delante de uno de esos revitalizantes gin-tonic que se sirven en la bodeguilla a muy buen precio. En ese lugar, los diputados dejan de lado los convencionalismos y se llaman de tu y beben juntos, como si sus intereses confluyesen en uno solo, es decir, servir al ciudadano. Lastima que en sus escaños no se comporten así, y por el contrario se dediquen a competir para ver quién lo tiene más grande; el programa, por supuesto.

Como asegura nuestro presidente en funciones, Mariano Rajoy, España necesita un gobierno estable, y de eso no le cabe a nadie ninguna duda, pero por el camino que llevan sus inexistentes negociaciones con las otras fuerzas políticas que compitieron con la suya el pasado 20 de diciembre, lo que sí parece estar claro es que no será él quien lo dirija.

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