“Lo que Estados Unidos necesita actualmente no es heroísmo, sino cicatrización; no es panacea, sino normalidad; no es revolución, sino restauración; no es agitación, sino reajuste; no es cirujía, sino serenidad; no es dramatismo, sino desapasionamiento; no es experimentación, sino equilibrio; no es la anulación en lo internacional, sino el desarrollo de una nacionalidad triunfante”.
Este texto forma parte de una conferencia impartida por Warren G. Harding en una asamblea de hombres de negocios de Boston, cuando ocupaba el cargo de senador por Ohio en mayo de 1920. Es un interesante fragmento en el cual, el que sería Presidente de Estados Unidos, invocaba ante la agitación experimentada en aquellos años las siguientes ideas: cicatrización, normalidad, serenidad, desapasionamiento, equilibrio y patriotismo. Se trata justamente del mismo ánimo que muchos españoles demandamos ante las exhortaciones revolucionarias y frentistas que se vienen escuchando en los últimos tiempos y que evidentemente reclaman todo lo contrario.
El lenguaje radical establecido actualmente en nuestro país evoca en cierto modo, al mismísimo A. Lerroux de su primera etapa política ¿Recuerdan cuándo el “Emperdor del Paralelo” invitaba a la revolución a los “jóvenes bárbaros”? ¿Cuándo llamaba a la arrogancia, a la imprudencia, a la osadía y a la lucha en la primera década del siglo XX?:
“Rebelaos contra todo: no hay nada o casi nada bueno. Rebelaos contra todos: no hay nadie o casi nadie justo (….) Hay que hacerlo todo nuevo, con los sillones empolvados, con las vigas humeantes de los viejos edificios derrumbados, pero antes necesitamos la catapulta que abata los muros y el rodillo que nivele los solares (…) Hay que destruir la Iglesia, la tradición, la rutina (…) Muchachos, haced saltar todo eso como podáis…”
Palabras que actualmente podrían inclusive parecer cándidas comparándolas con las salvajadas que últimamente se han venido expresando desde diversos foros y que tienen como perlas más destacadas, la justificación del terrorismo etarra o de la violencia contra las fuerzas del orden público. Querría por ello evocar desde este espacio, el espíritu de las juiciosas palabras de Warren G. Harding como el mejor antídoto para salvaguardar el país del fanatismo. Anhelamos que a la hora de configurarse los próximos pactos de gobierno esta concepción se tenga en cuenta.