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Pascual Falces

Panda zánganos...

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Así se dice entre los hombres del individuo que “no hace nada de provecho”, por lo que es sostenido en sus necesidades, y muchas veces no pocas, por el resto de la comunidad en que vive. La equivalencia en ese aspecto con el macho de la abeja es notoria, aunque injusta, porque este último tiene una importante función, la de ser el encargado de fecundar a la abeja reina, sin la cual no existiría la colmena, ni el ser humano dispondría de la rica miel. Es evidente que los aludidos “zánganos” no alcanzan tan destacada aunque discutible misión. Sin querer, se podía caer en chiste fácil en los tiempos que corren, pero no van por ahí las críticas intenciones de este “congelado” columnista.

Si el lector tiene curiosidad por saber que queda de aquel legendario partido de la hoz y el martillo en España y que iba a solucionar los problemas de la “famélica legión” en el mundo entero, sáltense esta columna; hay unas cuantas que consideran noticia del día la elección de “un tal Cayo” para dirigir las escasas huestes burocráticas restantes de aquel proletariado que ya ha sabido sacarse cada uno por su cuenta las castañas del fuego. Es de recordar que “proletario”, viene de prole, es decir, los pobres eran los que tenían mas hijos, con más bocas necesitadas de pan. Así, el proletario se fue haciendo a la idea que o los sacaban adelante entre su mujer y él a todos ellos, o podía esperar sentado que nadie viniera a dejarle el pan, la leche y un libro a la puerta de su modesto hogar. Así se ha escrito la historia, y, viene también a cuento esta aparente digresión, porque los “zánganos” del aparato dirigente de aquel partido también vivieron a cuenta de ellos, y no con apuros precisamente durante casi todo el siglo XX.

En la “cultura del esfuerzo” de que tan satisfecho se sentía Epifanio de Cristo Martínez en la columna de ayer mismo, también existía esa personificación, es decir, los que tal vez trabajaban “para no tener que trabajar” y vivir a base del esfuerzo de los demás el resto de sus vidas (léase, i.r.p.f., impuestos indirectos, y demás). Ese “subgénero” de la especie humana, los políticos, sin ánimo de generalizar, y simplemente para señalar, como en el caso de las colmenas, alguna ignota función deben de cumplir, porque se dan y reproducen en cualquier clase de sociedad que se analice. En ocasiones, la reconocida función “de servicio” a la comunidad, existe, sin duda, pero es infrecuente, y por supuesto, nunca mayoritaria; la fama sería otra. Sabida es la diferencia entre “prestigio” y “fama”. El primero es la opinión que tienen aquellos que tratan en directo a una persona, y la segunda es lo que piensan los que no la conocen. ¿Para qué sirve el zángano humano, salvo para el provecho propio?

A diferencia de la abeja zángano, entre los hombres suele darse una inclinación hacia el latrocinio y la deshonestidad, sin ánimo de generalizar también, pero que contribuye a la mencionada fama universal. Es característica su firme decisión de vivir durante toda su vida laboral dentro de los Presupuestos Generales del Estado. En México, un país que de esto sabe mucho, el colmo de la desvergüenza política es la conocida afirmación de, “desgraciado el que no vive dentro del Presupuesto”. Y, otra característica de la “panda” que ocupa hoy a esta atmosféricamente nívea columna, es la creación a su alrededor de una legión de comentaristas y zalameros “sobrecogedores”. En términos taurinos se denominaban así a aquellos entusiastas que habiendo llevado en hombros al “maestro” al salir de la Plaza, se presentaban más tarde en el hotel para coger un “sobre”, conteniendo, naturalmente, billetes de curso legal.

Panda zánganos...

Pascual Falces
Pascual Falces
viernes, 19 de diciembre de 2008, 03:48 h (CET)
Así se dice entre los hombres del individuo que “no hace nada de provecho”, por lo que es sostenido en sus necesidades, y muchas veces no pocas, por el resto de la comunidad en que vive. La equivalencia en ese aspecto con el macho de la abeja es notoria, aunque injusta, porque este último tiene una importante función, la de ser el encargado de fecundar a la abeja reina, sin la cual no existiría la colmena, ni el ser humano dispondría de la rica miel. Es evidente que los aludidos “zánganos” no alcanzan tan destacada aunque discutible misión. Sin querer, se podía caer en chiste fácil en los tiempos que corren, pero no van por ahí las críticas intenciones de este “congelado” columnista.

Si el lector tiene curiosidad por saber que queda de aquel legendario partido de la hoz y el martillo en España y que iba a solucionar los problemas de la “famélica legión” en el mundo entero, sáltense esta columna; hay unas cuantas que consideran noticia del día la elección de “un tal Cayo” para dirigir las escasas huestes burocráticas restantes de aquel proletariado que ya ha sabido sacarse cada uno por su cuenta las castañas del fuego. Es de recordar que “proletario”, viene de prole, es decir, los pobres eran los que tenían mas hijos, con más bocas necesitadas de pan. Así, el proletario se fue haciendo a la idea que o los sacaban adelante entre su mujer y él a todos ellos, o podía esperar sentado que nadie viniera a dejarle el pan, la leche y un libro a la puerta de su modesto hogar. Así se ha escrito la historia, y, viene también a cuento esta aparente digresión, porque los “zánganos” del aparato dirigente de aquel partido también vivieron a cuenta de ellos, y no con apuros precisamente durante casi todo el siglo XX.

En la “cultura del esfuerzo” de que tan satisfecho se sentía Epifanio de Cristo Martínez en la columna de ayer mismo, también existía esa personificación, es decir, los que tal vez trabajaban “para no tener que trabajar” y vivir a base del esfuerzo de los demás el resto de sus vidas (léase, i.r.p.f., impuestos indirectos, y demás). Ese “subgénero” de la especie humana, los políticos, sin ánimo de generalizar, y simplemente para señalar, como en el caso de las colmenas, alguna ignota función deben de cumplir, porque se dan y reproducen en cualquier clase de sociedad que se analice. En ocasiones, la reconocida función “de servicio” a la comunidad, existe, sin duda, pero es infrecuente, y por supuesto, nunca mayoritaria; la fama sería otra. Sabida es la diferencia entre “prestigio” y “fama”. El primero es la opinión que tienen aquellos que tratan en directo a una persona, y la segunda es lo que piensan los que no la conocen. ¿Para qué sirve el zángano humano, salvo para el provecho propio?

A diferencia de la abeja zángano, entre los hombres suele darse una inclinación hacia el latrocinio y la deshonestidad, sin ánimo de generalizar también, pero que contribuye a la mencionada fama universal. Es característica su firme decisión de vivir durante toda su vida laboral dentro de los Presupuestos Generales del Estado. En México, un país que de esto sabe mucho, el colmo de la desvergüenza política es la conocida afirmación de, “desgraciado el que no vive dentro del Presupuesto”. Y, otra característica de la “panda” que ocupa hoy a esta atmosféricamente nívea columna, es la creación a su alrededor de una legión de comentaristas y zalameros “sobrecogedores”. En términos taurinos se denominaban así a aquellos entusiastas que habiendo llevado en hombros al “maestro” al salir de la Plaza, se presentaban más tarde en el hotel para coger un “sobre”, conteniendo, naturalmente, billetes de curso legal.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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