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Fernando Mendikoa

Náufragos

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No sé hasta qué punto tiene que ver el propio nombre de mi columna, pero lo cierto es que hoy también les propongo un viaje por el mar.. Les quiero hablar de la odisea de un remero italiano que zarpó en febrero desde Perú, con el objetivo de llegar a Australia, tras recorrer 18.000 kilómetros. Después de 294 días, 9 horas y 6 minutos, Alex Bellini sacó la bandera blanca, a tan solo 120 kms. de su objetivo, y tuvo que ser rescatado por un barco neozelandés.

Exhausto, delgado, con una espesa barba (como corresponde a un náufrago), Bellini tocaba tierra tras diez meses en el océano, en los que ha apurado los casi 300 kilos de comida que llevaba, ha bebido agua de mar destilada y no ha dormido más de cinco horas al día. “Ha sido un esfuerzo agotador. Extraño mi casa, necesito regresar y establecerme”, afirmaba al pisar tierra. Por ahora, esto es así, ya que asegura que no tiene intenciones de volver a mar abierto. Esa es, al menos, la promesa que le ha hecho a Francesca. Él insiste en que no buscaba romper récords, sino probar sus límites, algo que ha hecho en más de una ocasión.

Nacido en las montañas alpinas de Aprica, a 400 kms. del mar, este italiano de 30 años sigue acumulando marcas, después de que en 2005 cruzara el Atlántico con éxito, en una travesía que le llevó desde Génova hasta Fortaleza, tras recorrer 10.000 kms. en 226 días, y estar cerca de morir. En 2000 y 2001 participó en el Maratón de Nueva York. Ese mismo 2001 corrió el Marathon des Sables, en Marruecos (250 kms. por el desierto del Sahara). Y también ha completado el “Ultrasport” de Alaska en 2002 (600 kms. en 9 días) y 2003 (1400 kms. en 27 días).

Alex siempre ha dicho que no quiere vivir como los jóvenes de su edad, y podemos compartir su opinión, rechazarla, o simplemente respetarla. Y habrá quien afirme que no está nada mal eso de pasarse unos meses remando (por muy dura que sea la travesía), mientras un patrocinador te paga a fin de mes, y conviertes así la aventura en una forma de trabajo remunerado, con la diferencia de que además puedes “trabajar” en eso que realmente quieres hacer y te llena como ser humano. Y es verdad: otros lo tienen mucho peor.

Por mi parte, solo diré que cada uno debe buscar su propio camino, y eso es lo que hace él, aunque en este caso no haya podido alcanzar la meta (la física de tocar tierra; porque la otra, la de hacer lo que uno quiere hacer, está más que cumplida). Alex comenzó su viaje, su sueño, y terminó como un náufrago, es verdad. Pero cuando uno es capaz de llevar adelante sus sueños, jamás naufraga. Y es que, sin la menor duda, lo peor que nos puede pasar como seres humanos es ser náufragos, sí, pero de la vida.

Náufragos

Fernando Mendikoa
Fernando Mendikoa
martes, 16 de diciembre de 2008, 23:18 h (CET)
No sé hasta qué punto tiene que ver el propio nombre de mi columna, pero lo cierto es que hoy también les propongo un viaje por el mar.. Les quiero hablar de la odisea de un remero italiano que zarpó en febrero desde Perú, con el objetivo de llegar a Australia, tras recorrer 18.000 kilómetros. Después de 294 días, 9 horas y 6 minutos, Alex Bellini sacó la bandera blanca, a tan solo 120 kms. de su objetivo, y tuvo que ser rescatado por un barco neozelandés.

Exhausto, delgado, con una espesa barba (como corresponde a un náufrago), Bellini tocaba tierra tras diez meses en el océano, en los que ha apurado los casi 300 kilos de comida que llevaba, ha bebido agua de mar destilada y no ha dormido más de cinco horas al día. “Ha sido un esfuerzo agotador. Extraño mi casa, necesito regresar y establecerme”, afirmaba al pisar tierra. Por ahora, esto es así, ya que asegura que no tiene intenciones de volver a mar abierto. Esa es, al menos, la promesa que le ha hecho a Francesca. Él insiste en que no buscaba romper récords, sino probar sus límites, algo que ha hecho en más de una ocasión.

Nacido en las montañas alpinas de Aprica, a 400 kms. del mar, este italiano de 30 años sigue acumulando marcas, después de que en 2005 cruzara el Atlántico con éxito, en una travesía que le llevó desde Génova hasta Fortaleza, tras recorrer 10.000 kms. en 226 días, y estar cerca de morir. En 2000 y 2001 participó en el Maratón de Nueva York. Ese mismo 2001 corrió el Marathon des Sables, en Marruecos (250 kms. por el desierto del Sahara). Y también ha completado el “Ultrasport” de Alaska en 2002 (600 kms. en 9 días) y 2003 (1400 kms. en 27 días).

Alex siempre ha dicho que no quiere vivir como los jóvenes de su edad, y podemos compartir su opinión, rechazarla, o simplemente respetarla. Y habrá quien afirme que no está nada mal eso de pasarse unos meses remando (por muy dura que sea la travesía), mientras un patrocinador te paga a fin de mes, y conviertes así la aventura en una forma de trabajo remunerado, con la diferencia de que además puedes “trabajar” en eso que realmente quieres hacer y te llena como ser humano. Y es verdad: otros lo tienen mucho peor.

Por mi parte, solo diré que cada uno debe buscar su propio camino, y eso es lo que hace él, aunque en este caso no haya podido alcanzar la meta (la física de tocar tierra; porque la otra, la de hacer lo que uno quiere hacer, está más que cumplida). Alex comenzó su viaje, su sueño, y terminó como un náufrago, es verdad. Pero cuando uno es capaz de llevar adelante sus sueños, jamás naufraga. Y es que, sin la menor duda, lo peor que nos puede pasar como seres humanos es ser náufragos, sí, pero de la vida.

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