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En el relato de Pio Baroja brota el comentario de Shanti Andía al regreso de sus prolongadas andanzas marineras: “He vivido en medio de los acontecimientos, y los acontecimientos me han escamoteado la vida”. Es un lamento melancólico referido a cuantas vivencias habría perdido durante sus acciones ajetreadas.

El concepto de “no-lugar” condensaba las ideas sobre tantos espacios creados por los humanos, en los cuales, si no eran imposibles las relaciones, reducidas a meros contactos esporádicos; por lo general, se veían muy dificultadas, hasta extremos inverosímiles. Las enormes áreas de un gran aeropuerto, un complejo centro comercial, incluso plazas lujosas o amplísimas avenidas, pueden llegar a serlo. Aunque si de la escasez de relaciones hacemos referencia, los mismos domicilios, una recortada habitación, el mismo campo sin puertas; con excesiva frecuencia dejamos de ocuparlos como lugares de encuentro. Es cuestión de APRECIACIONES, de echarle la culpa al lugar.

Aunque el lugar es neutro en cuanto a intenciones, le vienen impuestas con el sello de las acciones humanas de sus promotores; viene a ser un INSTRUMENTO preparado para los efectos pretendidos con anterioridad. Reflejan las cualidades de sus proyectistas; y no pocas veces, la estupidez empleada en dichos procesos. La ambigüedad de las estructuras, naturales o artificiales, pasará al ejercicio de una influencias concretas, pero dependientes de las personas. Quienes pergeñaron los diseños, quienes los contemplan, los sufridores de sus influencias o quién sabe si aplicados al disfrute de los mismos, el espectro es amplio. Veo oportuna la sustitución del no-lugar, por la expresión participativa de qué hacemos en/con ese lugar.

Parece sencilla la identificación cierta del terreno. Cualquiera responderá de manera acertada. Ahí siempre mandan los mismos, sólo nos tienen en cuenta como usuarios numerados, les da igual el sentimiento de las personas, manipulan las informaciones según su conveniencia, quieren darnos lecciones imperativas quienes no superan nuestras ignorancias, sólo buscan su beneficio a costa de quien sea. Destaca la INCOHERENCIA de una sabiduría popular inveterada, contrastada con las entradas facilonas en ámbitos impresentables, esperan la venida de un maná resolutivo, convertido en utópico por la frialdad de las voluntades. De cuya traducción convenimos en el deplorable uso de las buenas semillas anidadas en el conocimiento.

Al poner en práctica las ideas, el apoyo comunitario es tranquilizador para cada sujeto. Sin embargo, aparecen tres atracciones peligrosas, como SEÑUELOS nefastos de cara al futuro; son portadores de una fuerte capacidad desintegradora de la persona. ¡Ay! de esa emancipación proclamada sinfreno, a sabiendas de sus interminables limitaciones. En cuanto a las palabras, desvencijadas por el paso de turbios intereses, desprotegidas por la frivolidad de los ambientes; han pasado a expresar rotundidades que no significan nada, en una indiferencia ruidosa. En los conceptos de patria, nación o estado, llamemosles sujetos englobados colectivamente, el mecanismo deformante adquiere el matiz imprevisto de largo alcance. Ejercen de talismanes engañosos.

Abruman las tendencias clasificadoras, en un desmedido afán de conocer de antemano cuales van a ser las posiciones adoptadas por cada persona. Bien para la compra de artículos, preferencias en las prácticas de ocio, riesgos personales de enfermedad, posesión de un determinado capital, procedencia, etc. Un auténtico ANILLADO con las características de cada individuo. Comienza por la invasión improcedente de las intimidades, cuya comunicación sería lógico que partiera de la voluntad del particular, no de los colectivos. El descaro continua por el menosprecio del carácter dinámico de las mentalidades, siempre abiertas a variables. El montaje de los etiquetados asienta en falseamientos subliminales de intenciones acaparadoras.

Damos el visto bueno con excesiva facilidad a determinados funcionamientos viciados desde su origen; aún peor, los adoptamos como propios, en una aceptación destructiva. Vienen a tener el denominador común de la SUPLANTACIÓN del protagonismo personal; con la versión acomodaticia de la cesión de responsabilidades. Citaré tres de esas actitudes centradas en las afueras del propio sujeto. Resentimiento contra ciertos personajillos, reclamación de atenciones e incluso aclamaciones efectuadas con ligereza; en las cuales predomina el carácter elusivo del individuo, el núcleo de las actuaciones es ajeno. En dichas afueras están los fundamentos, las decisiones, los errores. Suponen una dejación rayana en la complicidad.

Quienes ocupan posiciones relevantes de liderazgo, saben, aunque pueden hacer como si no; lo que al hombre le es debido. Si fueran coherentes con su sapiencia, todo conato de suplantación sería sustituido por tareas de convencimiento. Para ellos mismos; hacia los demás, con aportaciones limpias. No fuera a pasar como con Stalin; él también proclamaba la necesidad de un hombre nuevo, sólo que no empezó con su reforma personal. Anulando la personalidad de quienes la detentaban, disminuirían los individuos concretos participativos, quedando en los pedestales auténticos monstruos. Conocemos varios premios Nobel de la Paz como cabezas visibles en guerras crueles. A veces, la estupidez de los premios evidencia las MENTALIDADES subyacentes.

Porque suena a irrisoria esa pompa declaratoria de Derechos Humanos, si a la hora del trato, los diluimos institucionalmente a base de funcionamientos ampulosos de colectividades en las que escasea la referencia concreta a la práctica de los derechos fundamentales en cada persona. En los avatares diarios, los sujetos actuan a través de múltiples facetas, pero su PERFIL queda amputado en la medida que lo recortamos en numerosas prácticas. ¿Dónde ubicaremos al configurado como No Individuo?

Aquí podemos parafrasear aquello de, primero vinieron con señuelos, delegamos a la ligera en líderes despreciables, admitimos e incluso propiciamos ser incluidos en etiquetados varios, no aplicamos los saberes en las conductas; y al final, ya no quedan testimonios de auténticas personas en acción. De ser cierto este TOBOGÁN de los despropósitos, malamente surgirá una regeneración satisfactoria, son excesivos los factores carenciales auspiciados por inmensas mayorías. Sobrevienen los males por ausencia de las buenas cualidades. ¡Cómo van a manifestarse las cualidades sin la integridad dinámica de los individuos!

Será hora de pensar en como pudiéramos transformar la poliédrica negación del individuo, progresiva y abundante; en el concepto AFIRMATIVO a tope de cada persona, cargados de colaboraciones fehecientes desde la práctica social. Este SÍ, forzosamente ha de tener ángel, al menos el ángel de los sueños, de las emociones, inconformista, con deseos sanos. En definitiva, alguien con ganas de vivir, aupando con energía el sentido particular de la propia vida. De no hacerlo, jamás pasaremos del no al sí mencionados. Nadie podrá sustituir a cada sujeto en esa labor. Siendo así, a qué vendrán tantos mequetrefes organizadores con sus propias luces ofuscadas; su misma pretensión les convierte en mentecatos.

No individuo

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 15 de enero de 2016, 00:03 h (CET)
En el relato de Pio Baroja brota el comentario de Shanti Andía al regreso de sus prolongadas andanzas marineras: “He vivido en medio de los acontecimientos, y los acontecimientos me han escamoteado la vida”. Es un lamento melancólico referido a cuantas vivencias habría perdido durante sus acciones ajetreadas.

El concepto de “no-lugar” condensaba las ideas sobre tantos espacios creados por los humanos, en los cuales, si no eran imposibles las relaciones, reducidas a meros contactos esporádicos; por lo general, se veían muy dificultadas, hasta extremos inverosímiles. Las enormes áreas de un gran aeropuerto, un complejo centro comercial, incluso plazas lujosas o amplísimas avenidas, pueden llegar a serlo. Aunque si de la escasez de relaciones hacemos referencia, los mismos domicilios, una recortada habitación, el mismo campo sin puertas; con excesiva frecuencia dejamos de ocuparlos como lugares de encuentro. Es cuestión de APRECIACIONES, de echarle la culpa al lugar.

Aunque el lugar es neutro en cuanto a intenciones, le vienen impuestas con el sello de las acciones humanas de sus promotores; viene a ser un INSTRUMENTO preparado para los efectos pretendidos con anterioridad. Reflejan las cualidades de sus proyectistas; y no pocas veces, la estupidez empleada en dichos procesos. La ambigüedad de las estructuras, naturales o artificiales, pasará al ejercicio de una influencias concretas, pero dependientes de las personas. Quienes pergeñaron los diseños, quienes los contemplan, los sufridores de sus influencias o quién sabe si aplicados al disfrute de los mismos, el espectro es amplio. Veo oportuna la sustitución del no-lugar, por la expresión participativa de qué hacemos en/con ese lugar.

Parece sencilla la identificación cierta del terreno. Cualquiera responderá de manera acertada. Ahí siempre mandan los mismos, sólo nos tienen en cuenta como usuarios numerados, les da igual el sentimiento de las personas, manipulan las informaciones según su conveniencia, quieren darnos lecciones imperativas quienes no superan nuestras ignorancias, sólo buscan su beneficio a costa de quien sea. Destaca la INCOHERENCIA de una sabiduría popular inveterada, contrastada con las entradas facilonas en ámbitos impresentables, esperan la venida de un maná resolutivo, convertido en utópico por la frialdad de las voluntades. De cuya traducción convenimos en el deplorable uso de las buenas semillas anidadas en el conocimiento.

Al poner en práctica las ideas, el apoyo comunitario es tranquilizador para cada sujeto. Sin embargo, aparecen tres atracciones peligrosas, como SEÑUELOS nefastos de cara al futuro; son portadores de una fuerte capacidad desintegradora de la persona. ¡Ay! de esa emancipación proclamada sinfreno, a sabiendas de sus interminables limitaciones. En cuanto a las palabras, desvencijadas por el paso de turbios intereses, desprotegidas por la frivolidad de los ambientes; han pasado a expresar rotundidades que no significan nada, en una indiferencia ruidosa. En los conceptos de patria, nación o estado, llamemosles sujetos englobados colectivamente, el mecanismo deformante adquiere el matiz imprevisto de largo alcance. Ejercen de talismanes engañosos.

Abruman las tendencias clasificadoras, en un desmedido afán de conocer de antemano cuales van a ser las posiciones adoptadas por cada persona. Bien para la compra de artículos, preferencias en las prácticas de ocio, riesgos personales de enfermedad, posesión de un determinado capital, procedencia, etc. Un auténtico ANILLADO con las características de cada individuo. Comienza por la invasión improcedente de las intimidades, cuya comunicación sería lógico que partiera de la voluntad del particular, no de los colectivos. El descaro continua por el menosprecio del carácter dinámico de las mentalidades, siempre abiertas a variables. El montaje de los etiquetados asienta en falseamientos subliminales de intenciones acaparadoras.

Damos el visto bueno con excesiva facilidad a determinados funcionamientos viciados desde su origen; aún peor, los adoptamos como propios, en una aceptación destructiva. Vienen a tener el denominador común de la SUPLANTACIÓN del protagonismo personal; con la versión acomodaticia de la cesión de responsabilidades. Citaré tres de esas actitudes centradas en las afueras del propio sujeto. Resentimiento contra ciertos personajillos, reclamación de atenciones e incluso aclamaciones efectuadas con ligereza; en las cuales predomina el carácter elusivo del individuo, el núcleo de las actuaciones es ajeno. En dichas afueras están los fundamentos, las decisiones, los errores. Suponen una dejación rayana en la complicidad.

Quienes ocupan posiciones relevantes de liderazgo, saben, aunque pueden hacer como si no; lo que al hombre le es debido. Si fueran coherentes con su sapiencia, todo conato de suplantación sería sustituido por tareas de convencimiento. Para ellos mismos; hacia los demás, con aportaciones limpias. No fuera a pasar como con Stalin; él también proclamaba la necesidad de un hombre nuevo, sólo que no empezó con su reforma personal. Anulando la personalidad de quienes la detentaban, disminuirían los individuos concretos participativos, quedando en los pedestales auténticos monstruos. Conocemos varios premios Nobel de la Paz como cabezas visibles en guerras crueles. A veces, la estupidez de los premios evidencia las MENTALIDADES subyacentes.

Porque suena a irrisoria esa pompa declaratoria de Derechos Humanos, si a la hora del trato, los diluimos institucionalmente a base de funcionamientos ampulosos de colectividades en las que escasea la referencia concreta a la práctica de los derechos fundamentales en cada persona. En los avatares diarios, los sujetos actuan a través de múltiples facetas, pero su PERFIL queda amputado en la medida que lo recortamos en numerosas prácticas. ¿Dónde ubicaremos al configurado como No Individuo?

Aquí podemos parafrasear aquello de, primero vinieron con señuelos, delegamos a la ligera en líderes despreciables, admitimos e incluso propiciamos ser incluidos en etiquetados varios, no aplicamos los saberes en las conductas; y al final, ya no quedan testimonios de auténticas personas en acción. De ser cierto este TOBOGÁN de los despropósitos, malamente surgirá una regeneración satisfactoria, son excesivos los factores carenciales auspiciados por inmensas mayorías. Sobrevienen los males por ausencia de las buenas cualidades. ¡Cómo van a manifestarse las cualidades sin la integridad dinámica de los individuos!

Será hora de pensar en como pudiéramos transformar la poliédrica negación del individuo, progresiva y abundante; en el concepto AFIRMATIVO a tope de cada persona, cargados de colaboraciones fehecientes desde la práctica social. Este SÍ, forzosamente ha de tener ángel, al menos el ángel de los sueños, de las emociones, inconformista, con deseos sanos. En definitiva, alguien con ganas de vivir, aupando con energía el sentido particular de la propia vida. De no hacerlo, jamás pasaremos del no al sí mencionados. Nadie podrá sustituir a cada sujeto en esa labor. Siendo así, a qué vendrán tantos mequetrefes organizadores con sus propias luces ofuscadas; su misma pretensión les convierte en mentecatos.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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