En un mundo en el que los matices son tan importantes; en una sociedad donde los sinónimos se convierten en antónimos; en unas palabras cuyos significados varían según la persona que las pronuncie o utilice, los discursos sugieren una importancia mayor que la propia realidad.
El eterno dilema que rondará por nuestras cabezas siempre será el mismo. ¿la realidad crea los discursos? O por el contrario ¿los discursos crean la realidad?. La respuesta a esta pregunta es más compleja de lo que a primero vista se puede predecir. Unos defenderán una tesis, y frente a ellos, los que defienden la otra. Nadie está en posesión de la verdad, y por tanto nadie conoce la realidad en su totalidad.
Si tenemos en cuenta esta premisa, “que nadie conoce la realidad en su totalidad”, podemos aventurarnos a decir, que los discursos crean realidad, pero la pregunta es, ¿es posible concebir más de una realidad? La respuesta es obvia, si. A diario podemos encontrar numerosos ejemplos donde la realidad no es sólo una, y donde dichas realidades han sido concebidas a través de la articulación de diversos y contrarios discursos. Por tanto, podemos decir, que no es la misma realidad la que visualiza el PSOE, de aquella que visualiza el PP, de un tema tan importante como “España”.
El caso que hemos nombrado, no es solamente el único, e ineludiblemente no es el único frente discursivo abierto hasta la fecha. Sólo hace falta recurrir a los discursos pronunciados por los máximos mandatarios de los diferentes partidos políticos para atisbar un mismo discurso con diferentes palabras. Y ¿puede ser un mismo discurso, con diferentes palabras, el mismo discurso?. Evidentemente no. Las palabras dotan de significado a los discursos, y estos a su vez, dotan de contenido a las realidades, y por último, no olvidemos que las realidades son las que hacen gobernar a un partido político.
El análisis discursivo no acaba ahí, porque podemos encontrarnos con una misma palabra con diferente significado, dependiendo quien enuncie el discurso. Por ejemplo, no es lo mismo escuchar de boca de un concejal del PP la palabra “Euskal Herria”, que hacerlo de boca de un concejal de Eusko Alkartasuna.
El termino “Euskal Herria” pasaría a ser un significante vacío, una palabra carente de significado, o mejor dicho, con varios significados, según quién pronuncie dicho término.
Esta permeabilidad de las palabras frente a sus propios significados nos hace entrar en una complejidad discursiva que es en la que ha derivado la clase política hoy en día, donde se cuidan al milímetro no sólo las palabras dichas en un discurso, sino las omitidas, así como las pausas y los significados que se le otorgan a cada una de las palabras pronunciadas.
Analizado todo este fenómeno, muchas veces mal llamado en política, como “marketing político” o “estrategia política”, sólo nos queda atisbar que los discursos son verdaderas maquinas al servicio del hombre, que los utiliza para articular una realidad. Y hacer de los ciudadanos, su realidad vigente.
Los partidos políticos, abogan hoy por hoy, por hacer de nosotros parte de su realidad, y de esta forma conseguir el poder, y que su discurso (su realidad) sea el hegemónico.