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Pascual Falces

Cajón de sastre

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Otear a distancia y al “aire libre” cada día la actualidad que se recoge en los diferentes medios para componer sin contaminación una ventilada columna es una tarea que exige, cuando menos, junto a un acumulado “back-ground”, un permanente espíritu crítico, y una constante selección de información. Con el material que “no sirve”, se va formando un cúmulo como el que resulta de separar el grano de la paja. Es decir, un conjunto heterogéneo que el Diccionario de uso del Español de María Moliner denomina “cajón de sastre”, que no siempre lo es de cosas materiales como cuando se refiere al revoltijo que esos artesanos suelen tener siempre a mano para guardar cosas que alguna vez puedan resultar útiles, y donde todo está entremezclado.

Lo cierto es, que no resulta de utilidad cuanto va quedando en el suelo a los pies del trípode en que se apoya este catalejo sobre el suelo berroqueño de la sierra de Guadarrama. Además, estando a la intemperie, y tener tan poca consistencia, el viento se encarga de esparcirlo, y, vaya Usted a saber hasta qué rincón del macizo Central irá a parar en su dispersión... ni a qué alimaña servirá de alimento o distracción. Desde luego, no son sustanciosos pensamientos, ni citas a rememorar, como sucedía en la prensa decimonónica donde la Literatura nutría las primeras planas junto a las gacetillas de actualidad o de alta sociedad.

Las “editoriales” no son rincones literarios, sino haces de intenciones de los poderes fácticos agazapados detrás del capital que mueve la Prensa. Las tertulias radiadas o televisadas, con repetidos protagonistas, enmudecen ante el clarín de silencio que impone autoritaria la omnipresente y ambicionada publicidad. Siembran la alarma, pero callan ante el anuncio imperativo de “elcorteinglés”, y una vez cobrada su colaboración se van de “puente” a disfrutarlo mientras el ciudadano se queda apesadumbrado con el sombrío panorama que le han dibujado, o el negro perfil de la crisis.

La actualidad jalea a los políticos, bien por “simpatía” o por animadversión, sectarismo, o conmilitancia, favoreciendo un ambiente enrarecido propicio a que “zotes”, como el alcalde de Getafe, o el diputado “sans-façon” catalán, se envalentonen, y crecidos, lancen desmedidos exabruptos.

No se encuentran en el mencionado cajón comprobaciones de peso. No quedan sobre el suelo piezas de valor que el viento no disperse y se puedan conservar para, más adelante, pulir, trabajar y transformar en elementos de construcción de nuevas argumentaciones. Ya no se escriben, o si se hace no se publican, artículos de prensa como los de Mariano de Cavia en “La Lidia” –A coche parado-, o de Don Miguel de Unamuno en “El Norte de Castilla”, o de Don Gregorio Marañón –Tomo IV de Obras Completas-. La actualidad mas que un elemento de nutrición intelectual lo es de flatulencia que obliga al erupto. No es para sorprenderse si después de ver y oír lo que se ve y se oye, el público en general siente ganas de vomitar o evacuar su organismo.

Cajón de sastre

Pascual Falces
Pascual Falces
sábado, 13 de diciembre de 2008, 04:00 h (CET)
Otear a distancia y al “aire libre” cada día la actualidad que se recoge en los diferentes medios para componer sin contaminación una ventilada columna es una tarea que exige, cuando menos, junto a un acumulado “back-ground”, un permanente espíritu crítico, y una constante selección de información. Con el material que “no sirve”, se va formando un cúmulo como el que resulta de separar el grano de la paja. Es decir, un conjunto heterogéneo que el Diccionario de uso del Español de María Moliner denomina “cajón de sastre”, que no siempre lo es de cosas materiales como cuando se refiere al revoltijo que esos artesanos suelen tener siempre a mano para guardar cosas que alguna vez puedan resultar útiles, y donde todo está entremezclado.

Lo cierto es, que no resulta de utilidad cuanto va quedando en el suelo a los pies del trípode en que se apoya este catalejo sobre el suelo berroqueño de la sierra de Guadarrama. Además, estando a la intemperie, y tener tan poca consistencia, el viento se encarga de esparcirlo, y, vaya Usted a saber hasta qué rincón del macizo Central irá a parar en su dispersión... ni a qué alimaña servirá de alimento o distracción. Desde luego, no son sustanciosos pensamientos, ni citas a rememorar, como sucedía en la prensa decimonónica donde la Literatura nutría las primeras planas junto a las gacetillas de actualidad o de alta sociedad.

Las “editoriales” no son rincones literarios, sino haces de intenciones de los poderes fácticos agazapados detrás del capital que mueve la Prensa. Las tertulias radiadas o televisadas, con repetidos protagonistas, enmudecen ante el clarín de silencio que impone autoritaria la omnipresente y ambicionada publicidad. Siembran la alarma, pero callan ante el anuncio imperativo de “elcorteinglés”, y una vez cobrada su colaboración se van de “puente” a disfrutarlo mientras el ciudadano se queda apesadumbrado con el sombrío panorama que le han dibujado, o el negro perfil de la crisis.

La actualidad jalea a los políticos, bien por “simpatía” o por animadversión, sectarismo, o conmilitancia, favoreciendo un ambiente enrarecido propicio a que “zotes”, como el alcalde de Getafe, o el diputado “sans-façon” catalán, se envalentonen, y crecidos, lancen desmedidos exabruptos.

No se encuentran en el mencionado cajón comprobaciones de peso. No quedan sobre el suelo piezas de valor que el viento no disperse y se puedan conservar para, más adelante, pulir, trabajar y transformar en elementos de construcción de nuevas argumentaciones. Ya no se escriben, o si se hace no se publican, artículos de prensa como los de Mariano de Cavia en “La Lidia” –A coche parado-, o de Don Miguel de Unamuno en “El Norte de Castilla”, o de Don Gregorio Marañón –Tomo IV de Obras Completas-. La actualidad mas que un elemento de nutrición intelectual lo es de flatulencia que obliga al erupto. No es para sorprenderse si después de ver y oír lo que se ve y se oye, el público en general siente ganas de vomitar o evacuar su organismo.

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