Es más que probable que el terror de Azpeitia suponga escasos avances en la turbia indiferencia moral que degrada la convivencia en Euskadi. Empleados y familiares del empresario Uría subrayan su trabajo por Euskalherria y su humildad, tratando de acentuar la injusticia del asesinato a traición de un viejo. Peligroso relativismo moral si la próxima víctima de los jóvenes patriotas carece de apellidos vascos o se la refanfinfla esa tierra y quienes la moran. El peor Arzallus recomendando valium a quien no aguante más, no hace sino terminar de desenmascarar a los actores de una tragedia que se ha representado demasiadas veces para querer ignorar su guión. No es posible compadecer al autor del best seller italiano ¨Gomorra¨ y sorprenderse de la impunidad de la Camorra napolitana cuando nuestro sistema político y judicial permite que parte de la mafia vasca gobierne Ayuntamientos. Las balas o los coches, o el teléfono móvil o el escondite necesario para culminar la última hazaña de estos animosos gudaris han sido pagadas con nuestros impuestos. Ante tal miseria y desamparo, y aunque la tentación no sea pequeña, cómo culpar a quienes siguen jugando la partida de tute en silencio, a quien no manda flores a la familia del asesinado por no significarse, a quien sólo recuerda vaguedades de la personalidad del muerto ¨ porque no entiende de política¨.
Definitivamente la rebeldía, el hartazgo, el verdadero basta ya, no vendrá, hubiera venido ya, de la mano de un catalizador moral. No habrá tal rearme. La sociedad euskalduna, razonable, noble y generosa en la superficie está podrida de miedo, de confusión , y de intereses. Y tendremos que asistir a la evolución de estos últimos para poder apostar por una solución no ya de un¨conflicto¨ sino de un problema tercermundista de inseguridad ciudadana, mafia organizada e impunidad.
El PNV lleva tres décadas gobernando. Su brújula política, su pragmatismo y una innegable capacidad para llegar a acuerdos, le ha permitido pactar con todos los actores del arco político vasco y español, parlamentario y extraparlamentario, legal e ilegal. Respecto a su relación con la violencia nacionalista, en ocasiones ha recogido las nueces, otras veces ha ayudado agitar el árbol y algunas, es verdad, ha intentado impedirlo. En el largo camino de su gobierno ha culminado con éxito la transición de un modelo económico industrial y ha convertido a Euskadi en una sociedad próspera, y pujante. Su apuesta por un País Vasco post industrial, con una economía basada en la tecnología, en el conocinmiento y en la innovación no puede estar más alejada de la añoranza de la edad de piedra que persigue la ensoñación rural batasuna o como ahora quiera llamarse.
En 30 años de gobierno, el PNV ha tenido alternativamente a la izquierda patriota como antagonista y como aliada en los asuntos culturales, antropológicos y políticos, pero nunca tuvo que emplearse a fondo en contra de las utopías aberchales en la arena de la estructura económica de país. El día a día ha ido permitiendo al Gobierno Vasco que las bondades del empleo, de la competitividad o de la empresa se defendieran por sí solas. Pero el carácter pactista del PNV le ha llevado a perder las dos grandes batallas de definición económico, industrial y logística: Lemóniz y Leizarán.
En Lemóniz se cedió a la presión terrorista para discontinuar la construcción de una central nuclear. La claudicación fue compartida por un gobierno central débil, aunque los duelos con pan fueran menos para el PNV. A nadie le amarga tener una central nuclear al otro lado del Ebro si puede disponer de sus kilovatios al mismo precio que quien la tiene por vecino. Misterios de nuestra política energética que nos permitirían aprender de la gobernadora de Alaska, que remunera con cargo a las petroleras a los ciudadanos de su estado con 3.000 dólares. Como en Euskadi las cuentas van bien, en Leizarán, por dinero será, se pactó con los intereses ecoetarras para alterar el trazado inicial de la autopista. Dos órdagos, dos victorias y cero derrotas. Todos contentos.
El planteamiento de la Y vasca, ¨esa lacerante cicatriz que quiebra nuestra tierra¨ es diferente. Para el PNV no es una opción optar por el siglo XXI o por el XIX, renunciando al transporte, al comercio y a la unión con Francia y Europa. En esta batalla sí habrá derrotados. Tal vez por vez primera el gobierno vasco ponga toda la carne del jatetxea en el asador y se oponga a ETA con todos sus recursos, con todas sus fuerzas. Aunque tal vez en el momento de verse convocado a tan heróica misión, redimiéndose de un historia de tres décadas de indefinición, corresponda a otro partido elegido en las urnas dirigir la cartera de política industrial y la de interior con sus ertzaintzas. El PNV no truncará fácilmente su inmaculado historial de indefinición.