Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Al aire libre
Pascual Falces

Crisis y desinterés

|

Es difícil establecer armonía entre estos dos términos. La crisis, por principio, es una situación que perturba y a la que ha de prestarse atención para ser superada. Cuando sobrepasa los términos personales para situarse más allá del alcance de donde las propias manos son eficaces, es cuando el individuo no tiene otra defensa que el desinterés. Es cuando suele hacer ese gesto tan rotundo de golpear con la palma de la mano izquierda el antebrazo derecho a la vez que levanta el dedo medio del mismo lado, el conocido “corte de mangas”, y se siente aliviado.

Algo parecido está ocurriendo ante la presente situación. En primer lugar, por la globalidad de esta crisis poco puede hacerse, y mucho menos por la escasa representatividad de España en este preciso instante. Desentendidos de la crisis a escala mundial por esta razón, tampoco resulta juicioso ocuparse de la misma como ciudadano español responsable. ¿Qué se puedo hacer en un país en el que el pueblo no se siente representado en sus instituciones? La justicia está mediatizada por la política, y los políticos son elegidos por listas cerradas que tan sólo conoce en detalle el encargado de hacer las mismas en cada partido.

Lo que han dado en llamar “derecha” no es que tenga problemas de liderazgo, como está en boga proclamar, sino de partido, porque el PP no la representa, en opinión de este columnista -conservador hasta las cachas y asentado con un catalejo en la cumbre de la muralla granítica que separa la meseta de las dos “castillas”-, sino que es un conglomerado de políticos herederos del franquismo sociológico. Del mismo modo que la honesta izquierda se ha visto corrompida en sus gobernantes y tapados en sus vergüenzas; de la otra izquierda, ya no queda ni el gritón Llamazares.

Las consecuencias políticas de la llamada Transición han generado desinterés y un distanciamiento entre la ciudadanía y lo que tendrían que ser sus representantes. ¿Cómo confiar en todas ellos para salir adelante en una crisis de envergadura? Pero, volvamos por un momento el catalejo hacia la tan traída y llevada “transición” de la que tan ufanos se sienten muchos, desde el Rey hasta el último periodista “en cortes”. De ella se han “apropiado” unos cuantos, lo que no deja de ser un latrocinio, porque la Transición ya estaba en las calles de España algunos años antes de que se muriera Franco en la cama. El “general” se marchó y aquí no pasó nada, porque todo estaba arreglado. La habían hecho los “currantes” padres y madres de familia de toda clase y condición; una vez crecidos los hijos de quienes les tocó vivir la sangrienta Guerra Civil, y victimas inocentes de ella en su infancia. Formaban una clase “media” que querían un futuro de paz para sus hijos y nietos. ¿Qué tenía que ser con la “democracia”?... pues, muy bien. ¿Con “monarquía”?, pues, también. Eso fue la Transición, y algunos políticos se creyeron que la hicieron ellos, ¿será posible?... “Stultorum numerus, infinitus est” (el número de estúpidos es infinito).

Treinta años de vida han trascurrido después de aquella puntual “transición” en que los que cargaron sobre sus espaldas con ella a golpe de talonario y de impuestos de Hacienda, ya son pensionistas. En estos años han contemplado crecer la corrupción de las enormes fortunas contemporánea jamás vista en la Historia de España. Soplan vientos de crisis y llega el momento de subirse el cuello del abrigo, y capear como se pueda el temporal ciñéndose al terreno, todo pasa... Naturalmente que tendrá sus bajas, pero “no hay mal que cien años dure”, como dice la sabiduría popular, que es sabia, por antigua, y no se equivoca.

Crisis y desinterés

Pascual Falces
Pascual Falces
miércoles, 3 de diciembre de 2008, 11:23 h (CET)
Es difícil establecer armonía entre estos dos términos. La crisis, por principio, es una situación que perturba y a la que ha de prestarse atención para ser superada. Cuando sobrepasa los términos personales para situarse más allá del alcance de donde las propias manos son eficaces, es cuando el individuo no tiene otra defensa que el desinterés. Es cuando suele hacer ese gesto tan rotundo de golpear con la palma de la mano izquierda el antebrazo derecho a la vez que levanta el dedo medio del mismo lado, el conocido “corte de mangas”, y se siente aliviado.

Algo parecido está ocurriendo ante la presente situación. En primer lugar, por la globalidad de esta crisis poco puede hacerse, y mucho menos por la escasa representatividad de España en este preciso instante. Desentendidos de la crisis a escala mundial por esta razón, tampoco resulta juicioso ocuparse de la misma como ciudadano español responsable. ¿Qué se puedo hacer en un país en el que el pueblo no se siente representado en sus instituciones? La justicia está mediatizada por la política, y los políticos son elegidos por listas cerradas que tan sólo conoce en detalle el encargado de hacer las mismas en cada partido.

Lo que han dado en llamar “derecha” no es que tenga problemas de liderazgo, como está en boga proclamar, sino de partido, porque el PP no la representa, en opinión de este columnista -conservador hasta las cachas y asentado con un catalejo en la cumbre de la muralla granítica que separa la meseta de las dos “castillas”-, sino que es un conglomerado de políticos herederos del franquismo sociológico. Del mismo modo que la honesta izquierda se ha visto corrompida en sus gobernantes y tapados en sus vergüenzas; de la otra izquierda, ya no queda ni el gritón Llamazares.

Las consecuencias políticas de la llamada Transición han generado desinterés y un distanciamiento entre la ciudadanía y lo que tendrían que ser sus representantes. ¿Cómo confiar en todas ellos para salir adelante en una crisis de envergadura? Pero, volvamos por un momento el catalejo hacia la tan traída y llevada “transición” de la que tan ufanos se sienten muchos, desde el Rey hasta el último periodista “en cortes”. De ella se han “apropiado” unos cuantos, lo que no deja de ser un latrocinio, porque la Transición ya estaba en las calles de España algunos años antes de que se muriera Franco en la cama. El “general” se marchó y aquí no pasó nada, porque todo estaba arreglado. La habían hecho los “currantes” padres y madres de familia de toda clase y condición; una vez crecidos los hijos de quienes les tocó vivir la sangrienta Guerra Civil, y victimas inocentes de ella en su infancia. Formaban una clase “media” que querían un futuro de paz para sus hijos y nietos. ¿Qué tenía que ser con la “democracia”?... pues, muy bien. ¿Con “monarquía”?, pues, también. Eso fue la Transición, y algunos políticos se creyeron que la hicieron ellos, ¿será posible?... “Stultorum numerus, infinitus est” (el número de estúpidos es infinito).

Treinta años de vida han trascurrido después de aquella puntual “transición” en que los que cargaron sobre sus espaldas con ella a golpe de talonario y de impuestos de Hacienda, ya son pensionistas. En estos años han contemplado crecer la corrupción de las enormes fortunas contemporánea jamás vista en la Historia de España. Soplan vientos de crisis y llega el momento de subirse el cuello del abrigo, y capear como se pueda el temporal ciñéndose al terreno, todo pasa... Naturalmente que tendrá sus bajas, pero “no hay mal que cien años dure”, como dice la sabiduría popular, que es sabia, por antigua, y no se equivoca.

Noticias relacionadas

Un 23 de abril de 1934, según el diario El Mundo de Buenos Aires, la Sociedad de las Naciones había desmentido actos de canibalismo en las tropas bolivianas que combatían en el Chaco. El New York Times había publicado trascendidos que circulaban en La Paz, dando cuenta de que nativos del Chaco, sin ningún respeto,  habían matado y devorado a oficiales bolivianos, en protesta por el reclutamiento forzozo de los pueblos originarios.

Tenemos un país donde miles de personas votan a asesinos. Algo no está bien. Adoctrinados en el odio a España, desde pequeños, votan. El problema es que representan el 0,7% pero influyen en España al 100%. Poco que hacer. Puede ir a peor. Aficiones y aflicciones del personal de allí, allá o acullá; y el de aquí. Por lo que hay y pueda ocurrir, el resultado importa. En el País Vasco sobre todo, también en el resto de España y en la UE.

Las  conductas de riesgo son aquellos comportamientos que implican un efecto placentero inmediato pero carecen de una valoración de las consecuencias posteriores. Es preciso comprender que son los mecanismos cognitivos los que guían al adolescente y joven a la asunción de conductas de riesgo.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto