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Herme Cerezo

Carpanta, bastante más que una palabra del DRAE

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Uno, a veces, aunque sólo sea para distraerse, desempolva el diccionario de la R.A.E. y busca palabras cuyos significados desconoce. Y, a veces también, se lleva sorpresas. Como la que me llevé yo hace poco tiempo. Andaba por la letra c (carpa, carpancho, carpanel …) cuando me tropecé con el siguiente vocablo: carpanta: "1. Fam. Hambre violenta". Había un par de significados añadidos, pero lo cierto es que no me interesaban. Así que Carpanta, el nombre de aquel conocido personaje de la extinta revista ‘Pulgarcito’, significaba hambre. Seguro que el bueno de Escobar, su creador, era plenamente consciente de ello cuando decidió bautizar a su criatura de tinta y papel con aquel nombre: Carpanta. Sin embargo, mi curiosidad en aquellos momentos andaba ya aguijoneada y, recordando a mi malogrado profesor de latín y griego, Alberto Sánchez Pantoja, el hombre de los jerseys de cuello redondo, que nos aficionó a las etimologías de las palabras, acudí al ‘Breve diccionario etimológico de la lengua castellana’ de Joan Coromines. Y de nuevo encontré carpanta, aunque lo que allí vi no me sirvió de mucho: "H. 1840. Voz jergal de origen incierto". De tan sucinta información, sólo podía extraer una conclusión: que del vocablo Carpanta no se conocía su procedencia, pero sí que había constancia escrita de su existencia hacia el año 1840, aunque era muy posible que la palabra se utilizase desde mucho antes.




Portada del cómic.


Así que el bueno de Carpanta, que tantas horas de entretenimiento me proporcionó de pequeño, poseía un nombre de procedencia incierta. Bien, daba igual. Lo innegable es que desde que Escobar dibujó a su personaje, el vocablo cobró plena vigencia y pasó a formar parte del lenguaje coloquial, del lenguaje de la calle. La frase "pasas más hambre que Carpanta" en su tiempo fue, y aún ahora es, muy popular.

La primera historieta de Carpanta apareció en el semanario ‘Pulgarcito’ en el año 1947. Su título: ’13 a la mesa’. El argumento era convencional: en una cena de alto copete, se reúnen trece invitados. La señora de la casa, horrorizada, "¡Oh! Somos trece en la mesa. De seguro que ocurrirá alguna desgracia. Hay que evitarlo", ordena a su mayordomo que busque a alguien para sumar catorce comensales y eliminar el mal fario de la fatídica cifra. El sirviente aprovechará la visita de un mendigo, que había acudido a la mansión para pedir algo de comer, y le invitará a cenar. Ese mendigo, que no tendrá nombre durante toda la historieta, se convertirá en Carpanta. Todavía hay un detalle que añadir: el mayordomo, para que no desentone entre los demás asistentes, le entregará una levita negra, una camisa blanca y la pajarita que sustituirán a sus andrajosas ropas. Carpanta, en una total contradicción estética, se convertirá por tanto en mendigo selecto, de etiqueta, de "smoking". A partir de esa primera historieta, las andanzas de Carpanta son una sucesión de aventuras en las que el personaje pocas veces consigue comer. Salvo en los almanaques navideños de ‘Pulgarcito’, donde tradicionalmente el artista barcelonés le permitirá "mover el bigote", bien por sus propios medios, bien introduciéndolo en las viñetas de alguna otra de sus criaturas. En esto, los dibujantes de Bruguera y sus respectivos vástagos se mostraban muy solidarios, y era frecuente el intercambio de personajes entre autores, de tal modo que Gordito Relleno podía aparecer en una historieta de Carpanta y éste en una de Don Pío o viceversa.

Carpanta que, aparentemente, no es más que un mendigo hambriento, desempeña una profesión: Perito en Ayunos y, como tal, su oficio consiste en no comer, por más que sienta hambre de continuo. El propio personaje afirma, resignado, que en su trabajo "mejor eres cuanto más hambre pasas". Son frecuentes las historietas en las que Carpanta, llevado por la desesperación y las telarañas almacenadas en su estómago, muerde pollos de cartón piedra o frutas de plástico, perdiendo además alguna de las pocas muelas que le quedan vivas.

Pero lo que realmente llama la atención de Carpanta, además de la lucha establecida entre su impenitente apetito y su condenación a no comer porque así lo exige el guión, es el mundo que le rodea. Sus correrías, en muchas de ellas acompañado por el egoísta y pretencioso Protasio, suelen iniciarse con un bucólico paseo por el parque o por el campo sin otro objetivo que "a ver que cae". Muchas de ellas terminan en restaurantes, donde unas veces, pocas, come; otras, la mayoría, no come; y unas terceras, come y friega platos porque carece de dinero para pagar la cuenta. Nuestro vagabundo vive debajo de un puente de tres ojos. Dadas las penurias económicas de la época que le tocó vivir, durante un tiempo ocupará la parte superior del puente, mientras que los ojos del mismo le permiten tener realquilados. Más adelante habitará él solo todo el puente. Resulta también curioso que, pese a que no tiene un duro, Carpanta dispone de teléfono en su chamizo. Un teléfono que utiliza, por ejemplo, para llamar a su médico particular, quien afirma "que es el único de mis clientes al que nunca he tenido que recetar nada contra la indigestión".

En las historietas de Carpanta podemos observar también un pequeño juego metaliterario. En efecto, Escobar, que no tiene ningún recato en autocaricaturizarse, participa en muchas de ellas. En una de tantas Carpanta va a visitarle porque afirma tener "derecho a quince días de vacaciones reglamentarias". A lo que su autor le responderá que cuando él – el dibujante – consiga vacaciones, Carpanta también las tendrá. Esta respuesta provocará las iras del Perito en Ayunos que protestará visiblemente alterado: "¿Así es que he de estarme todo el año sin comer? ¿No puedo dejar de hacerlo ni quince días tan sólo?" Y Escobar, antes de pegarle una patada y tirarlo a la calle, zanjará la reivindicación con una frase definitoria y lapidaria: "Lo siento, hijo, pero tu destino es no comer".

Carpanta no apareció exclusivamente en ‘Pulgarcito’, ya que a partir de los años sesenta sus historietas fueron publicadas prácticamente en casi todas las revistas de la Editorial Bruguera. Su popularidad llegó a tal extremo que algunos lectores, según cuenta el estudioso y especialista en cómics Antoni Guiral en su magnífica obra ‘Cuando los cómics se llamaban tebeos’, llegaron a enviar comida o dinero a la redacción para que nuestro antihéroe pudiera comer un poco. La censura no permaneció tampoco ajena a la existencia de este personaje y, como en la España de Franco no se pasaba hambre, las autoridades a punto estuvieron de prohibir la serie.

Hace poco más de un mes, se cumplió el centenario del nacimiento de Josep Escobar i Saliente (Barcelona, 1908-1994), padre de un montón de personajes además de Carpanta: Petra, criada para todo; Zipi y Zape; Don Óptimo; Plim el magno; Toby; Doña Tula; Blasa, portera de su casa; Aniceto artista completo; Nati y Tina; Don Óptimo; Melitón bombero de afición ... Escobar comenzó a trabajar en los periódicos ‘Virolet’, ‘La Gralla’ o ‘Sigronet’ allá por los años veinte, para pasar después a ‘Papitu’, ‘Pocholo’, ‘Gutiérrez’, ‘Lecturas’, ‘L’Esquella de la Torratxa’ y ‘L’Esquellot’. Era funcionario de correos pero, tras la Guerra Civil, fue depurado y encarcelado. Tras su excarcelación, ingresó en la Editorial Bruguera, donde desarrollaría en diferentes etapas su labor para ‘Pulgarcito’, ‘Tío Vivo’ o ‘Guai!’ También colaboró en ‘TBO’ y los diarios deportivos ‘Dicen’ o ‘Lean’. Fue autor y actor teatral, creador de cursos de dibujo por correspondencia y pionero en el cine de animación de nuestro país (entre 1942 y 1947 dirigió nueve cortometrajes de dibujos animados). En este terreno y con la película ‘Érase una vez’ ganó un premio en el Festival de Venecia de 1950. De Josep Escobar conservaremos siempre su caricatura, su pipa y la imagen de sus personajes, auténticos retratos sociales del momento. De su bonhomía, de la de Escobar, digo, no hablo. No hace falta. Se desprende de todas y cada una de sus criaturas.

La serie ‘Super Humor Clásicos’ celebra este centenario dedicándole su nº 5, que lleva por título ‘Lo mejor de Escobar’. Un volumen indispensable para el recuerdo y la investigación, en el que se recogen historietas de la mayoría de personajes del dibujante catalán, y en cuyo prólogo, de nuevo Antoni Guiral señala: "Necesitamos reivindicar a nuestros clásicos. Lo necesitamos porque no están ahí, en la sociedad, en la calle, en los museos, en las librerías, donde deberían de estar [...] Escobar, como muchos otros de sus compañeros, ha de permanecer vivo ahora, aquí, pero también mañana y en el futuro. Y eso sólo se consigue cuidando de su patrimonio y divulgando su obra de forma coherente, organizada y continuada". A nuestros hijos, además de un planeta habitable, tenemos que legarles testimonios de nuestro pasado: el tebeo, especialmente el de Bruguera, alimentó nuestra infancia y parte de nuestra primera juventud y, de alguna manera, nos moldeó para ser como somos. Bueno es, por tanto, que quede constancia de lo que leímos entonces, de lo que enriqueció nuestras fantasías y nuestros sueños, de lo que provocó nuestras risas y tristezas. De este modo, quizás con ayuda del paso del tiempo, nuestros hijos nos conozcan un poco mejor.

O un poco más.

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‘Lo mejor de Escobar’. Colección Súper Humor Clásicos. Ediciones B, octubre 2008. Tapa dura, 144 páginas, color, 15 euros.

Carpanta, bastante más que una palabra del DRAE

Herme Cerezo
Herme Cerezo
lunes, 23 de febrero de 2009, 09:58 h (CET)
Uno, a veces, aunque sólo sea para distraerse, desempolva el diccionario de la R.A.E. y busca palabras cuyos significados desconoce. Y, a veces también, se lleva sorpresas. Como la que me llevé yo hace poco tiempo. Andaba por la letra c (carpa, carpancho, carpanel …) cuando me tropecé con el siguiente vocablo: carpanta: "1. Fam. Hambre violenta". Había un par de significados añadidos, pero lo cierto es que no me interesaban. Así que Carpanta, el nombre de aquel conocido personaje de la extinta revista ‘Pulgarcito’, significaba hambre. Seguro que el bueno de Escobar, su creador, era plenamente consciente de ello cuando decidió bautizar a su criatura de tinta y papel con aquel nombre: Carpanta. Sin embargo, mi curiosidad en aquellos momentos andaba ya aguijoneada y, recordando a mi malogrado profesor de latín y griego, Alberto Sánchez Pantoja, el hombre de los jerseys de cuello redondo, que nos aficionó a las etimologías de las palabras, acudí al ‘Breve diccionario etimológico de la lengua castellana’ de Joan Coromines. Y de nuevo encontré carpanta, aunque lo que allí vi no me sirvió de mucho: "H. 1840. Voz jergal de origen incierto". De tan sucinta información, sólo podía extraer una conclusión: que del vocablo Carpanta no se conocía su procedencia, pero sí que había constancia escrita de su existencia hacia el año 1840, aunque era muy posible que la palabra se utilizase desde mucho antes.




Portada del cómic.


Así que el bueno de Carpanta, que tantas horas de entretenimiento me proporcionó de pequeño, poseía un nombre de procedencia incierta. Bien, daba igual. Lo innegable es que desde que Escobar dibujó a su personaje, el vocablo cobró plena vigencia y pasó a formar parte del lenguaje coloquial, del lenguaje de la calle. La frase "pasas más hambre que Carpanta" en su tiempo fue, y aún ahora es, muy popular.

La primera historieta de Carpanta apareció en el semanario ‘Pulgarcito’ en el año 1947. Su título: ’13 a la mesa’. El argumento era convencional: en una cena de alto copete, se reúnen trece invitados. La señora de la casa, horrorizada, "¡Oh! Somos trece en la mesa. De seguro que ocurrirá alguna desgracia. Hay que evitarlo", ordena a su mayordomo que busque a alguien para sumar catorce comensales y eliminar el mal fario de la fatídica cifra. El sirviente aprovechará la visita de un mendigo, que había acudido a la mansión para pedir algo de comer, y le invitará a cenar. Ese mendigo, que no tendrá nombre durante toda la historieta, se convertirá en Carpanta. Todavía hay un detalle que añadir: el mayordomo, para que no desentone entre los demás asistentes, le entregará una levita negra, una camisa blanca y la pajarita que sustituirán a sus andrajosas ropas. Carpanta, en una total contradicción estética, se convertirá por tanto en mendigo selecto, de etiqueta, de "smoking". A partir de esa primera historieta, las andanzas de Carpanta son una sucesión de aventuras en las que el personaje pocas veces consigue comer. Salvo en los almanaques navideños de ‘Pulgarcito’, donde tradicionalmente el artista barcelonés le permitirá "mover el bigote", bien por sus propios medios, bien introduciéndolo en las viñetas de alguna otra de sus criaturas. En esto, los dibujantes de Bruguera y sus respectivos vástagos se mostraban muy solidarios, y era frecuente el intercambio de personajes entre autores, de tal modo que Gordito Relleno podía aparecer en una historieta de Carpanta y éste en una de Don Pío o viceversa.

Carpanta que, aparentemente, no es más que un mendigo hambriento, desempeña una profesión: Perito en Ayunos y, como tal, su oficio consiste en no comer, por más que sienta hambre de continuo. El propio personaje afirma, resignado, que en su trabajo "mejor eres cuanto más hambre pasas". Son frecuentes las historietas en las que Carpanta, llevado por la desesperación y las telarañas almacenadas en su estómago, muerde pollos de cartón piedra o frutas de plástico, perdiendo además alguna de las pocas muelas que le quedan vivas.

Pero lo que realmente llama la atención de Carpanta, además de la lucha establecida entre su impenitente apetito y su condenación a no comer porque así lo exige el guión, es el mundo que le rodea. Sus correrías, en muchas de ellas acompañado por el egoísta y pretencioso Protasio, suelen iniciarse con un bucólico paseo por el parque o por el campo sin otro objetivo que "a ver que cae". Muchas de ellas terminan en restaurantes, donde unas veces, pocas, come; otras, la mayoría, no come; y unas terceras, come y friega platos porque carece de dinero para pagar la cuenta. Nuestro vagabundo vive debajo de un puente de tres ojos. Dadas las penurias económicas de la época que le tocó vivir, durante un tiempo ocupará la parte superior del puente, mientras que los ojos del mismo le permiten tener realquilados. Más adelante habitará él solo todo el puente. Resulta también curioso que, pese a que no tiene un duro, Carpanta dispone de teléfono en su chamizo. Un teléfono que utiliza, por ejemplo, para llamar a su médico particular, quien afirma "que es el único de mis clientes al que nunca he tenido que recetar nada contra la indigestión".

En las historietas de Carpanta podemos observar también un pequeño juego metaliterario. En efecto, Escobar, que no tiene ningún recato en autocaricaturizarse, participa en muchas de ellas. En una de tantas Carpanta va a visitarle porque afirma tener "derecho a quince días de vacaciones reglamentarias". A lo que su autor le responderá que cuando él – el dibujante – consiga vacaciones, Carpanta también las tendrá. Esta respuesta provocará las iras del Perito en Ayunos que protestará visiblemente alterado: "¿Así es que he de estarme todo el año sin comer? ¿No puedo dejar de hacerlo ni quince días tan sólo?" Y Escobar, antes de pegarle una patada y tirarlo a la calle, zanjará la reivindicación con una frase definitoria y lapidaria: "Lo siento, hijo, pero tu destino es no comer".

Carpanta no apareció exclusivamente en ‘Pulgarcito’, ya que a partir de los años sesenta sus historietas fueron publicadas prácticamente en casi todas las revistas de la Editorial Bruguera. Su popularidad llegó a tal extremo que algunos lectores, según cuenta el estudioso y especialista en cómics Antoni Guiral en su magnífica obra ‘Cuando los cómics se llamaban tebeos’, llegaron a enviar comida o dinero a la redacción para que nuestro antihéroe pudiera comer un poco. La censura no permaneció tampoco ajena a la existencia de este personaje y, como en la España de Franco no se pasaba hambre, las autoridades a punto estuvieron de prohibir la serie.

Hace poco más de un mes, se cumplió el centenario del nacimiento de Josep Escobar i Saliente (Barcelona, 1908-1994), padre de un montón de personajes además de Carpanta: Petra, criada para todo; Zipi y Zape; Don Óptimo; Plim el magno; Toby; Doña Tula; Blasa, portera de su casa; Aniceto artista completo; Nati y Tina; Don Óptimo; Melitón bombero de afición ... Escobar comenzó a trabajar en los periódicos ‘Virolet’, ‘La Gralla’ o ‘Sigronet’ allá por los años veinte, para pasar después a ‘Papitu’, ‘Pocholo’, ‘Gutiérrez’, ‘Lecturas’, ‘L’Esquella de la Torratxa’ y ‘L’Esquellot’. Era funcionario de correos pero, tras la Guerra Civil, fue depurado y encarcelado. Tras su excarcelación, ingresó en la Editorial Bruguera, donde desarrollaría en diferentes etapas su labor para ‘Pulgarcito’, ‘Tío Vivo’ o ‘Guai!’ También colaboró en ‘TBO’ y los diarios deportivos ‘Dicen’ o ‘Lean’. Fue autor y actor teatral, creador de cursos de dibujo por correspondencia y pionero en el cine de animación de nuestro país (entre 1942 y 1947 dirigió nueve cortometrajes de dibujos animados). En este terreno y con la película ‘Érase una vez’ ganó un premio en el Festival de Venecia de 1950. De Josep Escobar conservaremos siempre su caricatura, su pipa y la imagen de sus personajes, auténticos retratos sociales del momento. De su bonhomía, de la de Escobar, digo, no hablo. No hace falta. Se desprende de todas y cada una de sus criaturas.

La serie ‘Super Humor Clásicos’ celebra este centenario dedicándole su nº 5, que lleva por título ‘Lo mejor de Escobar’. Un volumen indispensable para el recuerdo y la investigación, en el que se recogen historietas de la mayoría de personajes del dibujante catalán, y en cuyo prólogo, de nuevo Antoni Guiral señala: "Necesitamos reivindicar a nuestros clásicos. Lo necesitamos porque no están ahí, en la sociedad, en la calle, en los museos, en las librerías, donde deberían de estar [...] Escobar, como muchos otros de sus compañeros, ha de permanecer vivo ahora, aquí, pero también mañana y en el futuro. Y eso sólo se consigue cuidando de su patrimonio y divulgando su obra de forma coherente, organizada y continuada". A nuestros hijos, además de un planeta habitable, tenemos que legarles testimonios de nuestro pasado: el tebeo, especialmente el de Bruguera, alimentó nuestra infancia y parte de nuestra primera juventud y, de alguna manera, nos moldeó para ser como somos. Bueno es, por tanto, que quede constancia de lo que leímos entonces, de lo que enriqueció nuestras fantasías y nuestros sueños, de lo que provocó nuestras risas y tristezas. De este modo, quizás con ayuda del paso del tiempo, nuestros hijos nos conozcan un poco mejor.

O un poco más.

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‘Lo mejor de Escobar’. Colección Súper Humor Clásicos. Ediciones B, octubre 2008. Tapa dura, 144 páginas, color, 15 euros.

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