No hace mucho tiempo, un equipo internacional de paleontólogos dio con el esqueleto de un dinosaurio gigante en el Sáhara marroquí.
Era el Spinosaurus aegyptiacus, más grande que el mismo Tiranosaurio Rex, que medía más de quince metros y pesaba más de veinte toneladas. Se lo conocía desde 1915, cuando fue encontrado un resto fósil en el Sáhara egipcio, que acabó destruido en el bombardeo aliado de Munich de 1944.
Dice la ciencia que el Jurásico es una división de la escala temporal geológica, que se inició hace casi doscientos millones de años y duró el lapso de unos cincuenta millones. Fue el tiempo de la hegemonía en el Sáhara de estos grandes dinosaurios.
Persiste hasta hoy el enigma de cómo pudieron sobrevivir los períodos jurásico y triásico los dinosaurios “saharauis” del Frente Polisario, que hoy enriquecen la biodiversidad del Magreb.
Mientras los países democráticos han cambiado una decena de veces sus líderes durante los últimos cuarenta años, el Polisario sigue sosteniendo en el cargo al Tiranosaurio Mohamed Abdelazis, quien hoy se encuentra dando sus últimas boqueadas.
El 16 de diciembre se celebró el XIV Congreso del Frente Polisario, cuyo resultado era predecible, por lo cual hubiera sido más sensato usar los fondos que se usaron en organizar dicho cónclave, en intentar paliar los efectos de las inundaciones que devastaron los campamentos de refugiados. Sin embargo, primó la idea de realizar una reunión de paniaguados para ratificar al único líder.
En la misma apertura del Congreso de adulones, la vieja conducción del Frente Polisario tuvo la generosidad de reconocer la corrupción rampante que aqueja al movimiento, y que infiltra a todas las instituciones del “estado saharaui”. Reconocerlo no redime, obviamente, a los corruptos que aceptan cínicamente sus culpas en la devastación moral en que han sumido a su supuesto gobierno. Con más razón si se considera que poco después, anunciaban la misma lista de siempre para integrar su conducción.
Polisaristas críticos a la gestión del grupo que lidera la causa separatista señalan que se sienten marginados por un grupo reducido que hace cuarenta años marca la vida social y el destino que deben llevar.todos los dignos hijos del Sáhara que fueron reducidos por sus líderes a mendigos de la ayuda humanitaria internacional.
El obligado tribalismo impide la mentada consulta popular que se ocasionalmente se escucha como una letanía para justificar un status quo que todos desean, mientras crece día a día el descontento social, en tanto la parálisis de la mayoría es aprovechada por unos pocos beneficiarios de una red clientelista que abarca casi todo el mundo, a través de un entramado perverso de ONG corruptas.
La historia se había iniciado cuatro décadas atrás, cuando Argelia entrenó a los marroquíes que integran el Frente Polisario, supuestamente para luchar por la liberación del Sahara Occidental de manos de Marruecos. Nadie insinuó antes de ello la creación de un Estado en esa zona, sólo hasta que se habló de la parte occidental del Sahara, que tiene costa Atlántica. El interés de Argelia era, evidentemente, buscar una salida al Atlántico y distraer a Marruecos con un conflicto en el sur para no hablar de las tierras marroquíes de las que injustificadamente se apropió. Ese es el trasfondo de un conflicto sin visos de solución favorable para los argelinos, dado el creciente respaldo a Marruecos de las potencias Occidentales, la Liga Árabe y la aceptación generalizada de su plan de autonomía como epílogo del problema.
Cuenta Albert Camus que Sísifo fue condenado a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
Es la sensación que hoy en día embarga a la mayoría de la población “saharaui”, prisionera en campamentos de Tinduf, que sigue esperando ansiosa su definitiva liberación mientras asiste a la lenta agonía de sus verdugos.