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Piedra, papel, tijera

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Nuestro buzón de correo ordinario ha terminado por colapsarse con el ajetreo de estas dos últimas semanas. En su interior no cabía ya ni un sobre más. Al principio, pensamos en archivarlos en una papelera a medida que fuesen llegando, pero tengo que admitir que tamaño aluvión de papel nos ha terminado desbordando. Creía que eso sólo era posible con el correo electrónico, que cuando superas los límites de capacidad contratados con la compañía de telefonía se te satura tu dirección de email, pero a la vista de lo acaecido cabe pensar que eso no es del todo así.

Tampoco es que la situación vivida me incomode en exceso, para qué voy a negarlo, es más, me congratula observar cómo se revitaliza un sector de servicio público como el de Correos, durante tantos años el principal vehículo –exceptuando las señales de humo– que teníamos hasta hace relativamente poco los seres humanos para comunicarnos entre nosotros a largas y medias distancias. Eso sí, lo siento por la ingente cantidad de papel utilizado por los partidos políticos en su afán de llegar a cuanta más gente posible, con el único pero legítimo motivo de movilizar su voto.

No pienso introducirme demasiado a fondo en un tema que puede llegar a aburrir hasta a las ovejas, sólo diré que con los mítines, espacios en prensa, radio y televisión, y demás medios de comunicación de masas digitales, los políticos que se postulaban por un escaño en el Congreso de los Diputados o el Senado ya tenían proyección más que suficiente para transmitir a sus presuntos simpatizantes y/o futuros acólitos toda la información al respecto. Por tanto, no hacía falta pienso yo saturar nuestros buzones con tanta publicidad pseudoinstitucional. Aunque presumo que ésta no iba en absoluto dirigida a los acólitos, sino al elevado número de indecisos que según las encuestas estaban dudando en los días previos entre la tesitura de entregar su voto a uno u otro partido, si no a ninguno, que también es una opción tan válida y legítima como cualquier otra.

Piedra, papel, tijera

Francisco J. Caparrós
lunes, 28 de diciembre de 2015, 23:11 h (CET)
Nuestro buzón de correo ordinario ha terminado por colapsarse con el ajetreo de estas dos últimas semanas. En su interior no cabía ya ni un sobre más. Al principio, pensamos en archivarlos en una papelera a medida que fuesen llegando, pero tengo que admitir que tamaño aluvión de papel nos ha terminado desbordando. Creía que eso sólo era posible con el correo electrónico, que cuando superas los límites de capacidad contratados con la compañía de telefonía se te satura tu dirección de email, pero a la vista de lo acaecido cabe pensar que eso no es del todo así.

Tampoco es que la situación vivida me incomode en exceso, para qué voy a negarlo, es más, me congratula observar cómo se revitaliza un sector de servicio público como el de Correos, durante tantos años el principal vehículo –exceptuando las señales de humo– que teníamos hasta hace relativamente poco los seres humanos para comunicarnos entre nosotros a largas y medias distancias. Eso sí, lo siento por la ingente cantidad de papel utilizado por los partidos políticos en su afán de llegar a cuanta más gente posible, con el único pero legítimo motivo de movilizar su voto.

No pienso introducirme demasiado a fondo en un tema que puede llegar a aburrir hasta a las ovejas, sólo diré que con los mítines, espacios en prensa, radio y televisión, y demás medios de comunicación de masas digitales, los políticos que se postulaban por un escaño en el Congreso de los Diputados o el Senado ya tenían proyección más que suficiente para transmitir a sus presuntos simpatizantes y/o futuros acólitos toda la información al respecto. Por tanto, no hacía falta pienso yo saturar nuestros buzones con tanta publicidad pseudoinstitucional. Aunque presumo que ésta no iba en absoluto dirigida a los acólitos, sino al elevado número de indecisos que según las encuestas estaban dudando en los días previos entre la tesitura de entregar su voto a uno u otro partido, si no a ninguno, que también es una opción tan válida y legítima como cualquier otra.

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