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Los incrédulos que denostan al apóstol Pablo ignoran que con sus mentiras consiguen que el apóstol siga recibiendo la aprobación el Señor por ser perseguido

El camino de Damasco

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La periodista Nuria Escuer entrevista a la escritora Matilde Asensi que reconoce que no es creyente pero que habla con mucho dogmatismo de la fe cristiana. Es un disparate pero así es la necedad humana. La reportera le dice: - los evangelios nos han llegado manipulados. Quién mintió mejor? La periodista sentencia que los evangelios canónicos que fueron escritos por testigos presénciales de todo lo que Jesús dijo e hizo, excepto Lucas que se informó de testigos presénciales, no merecen credibilidad. Si los evangelios escritos en el siglo I redactados por personas que convivieron con Jesús no merecen crédito, ¿qué sarta de mentiras no dirán los evangelios apócrifos que fueron escritos en el siglo IV?

Vayamos a la pegunta: ¿Quién mintió mejor? Matilde Asensi responde: “San Pablo, Pablo de Tarso. Este es el creador de nuestra Iglesia de hoy, de los dogmas, el credo, los pecados…Jesús no dijo nada de todo esto. De lo único que habló fue del divorcio. ¡Nada más! Jesús solamente fue un buen rabino, cumplidor de la ley de Moisés. Si supiésemos más del judaísmo entenderíamos mejor el cristianismo”.

Una pregunta: ¿Cómo puede pretender Matilde Asensi
La Asensi dice: “Me he hartado de leer los evangelios”. ¿Los ha leído verdaderamente? Si lo hubiese hecho aún cuando no llegado a convertirse a Cristo, no diría las estupideces que presenta como verdades. Tal vez se ha hartado de leer los evangelios apócrifos, pero no los redactados por los testigos presénciales de Jesús, de sus hechos y dichos. Si se atreviese a leer los evangelios canónicos descubriría que Jesús sí que habló de dogmas y de prohibiciones. Jesús habló de muchas más cosas que solamente del divorcio. Es dogma creer en su Padre y en Jesús. Es dogma creer que Dios es el Creador. En infinidad de ocasiones habló del pecado, del arrepentimiento y de la obligatoriedad de abandonar el pecado.

Es muy extraño que Matilde Asensi diga que “Jesús solamente fue un buen rabino, cumplidor de la ley de Moisés”, cuando despertó un odio furibundo de sacerdotes, escribas y fariseos porque consideraban que Jesús quebrantaba la ley de Moisés cuando curaba enfermos en sábado. Por este hecho que consideraban gravísimo, intentaron matarlo en diversas ocasiones antes de la crucifixión.

La escritora critica con virulencia la iglesia que según ella fundó el apóstol Pablo: “Si supiesen más del judaísmo entenderían mejor el cristianismo”. El judaísmo que practicaban los sacerdotes, escribas y fariseos del tiempo de Jesús era un judaísmo corrompido por haber abandonado las enseñanzas de los profetas y, faltaría más, las de Moisés que hablaron en Nombre de Dios y de haber puesto las enseñanzas de los antiguos en un plano superior al de las Escrituras. En este caso sí que es verdad que el cambio de los factores sí cambia el producto. Así, el judaísmo se convirtió en un legalismo que ahogaba a los fieles hasta el punto que Jesús se vio obligado a corregir el desvío cometido y decirles. “Porque atan cargas pesadas difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mateo 23:4). En este sentido, sí entendemos el legalismo judaico entenderemos el legalismo cristiano que se ha extendido como una mancha de aceite que es hijo del legalismo judaico condenado por Jesús.

Jesús rechazó duramente el legalismo judaico que presentaba a Dios como un Ser duro, áspero, de rostro airado, que se dedica a castigar a los hombres pecadores y presenta la auténtica cara de Dios que es amor, amor tan grande que le impulsó a dar a su Hijo único para que todo aquel que crea en Él no se pierda mas tenga vida eterna. (Juan 3:16). El amor infinito de Dios manifestado en su Hijo que murió en la cruz a favor de los pecadores libera a éstos de la pesada carga del pecado. Esta enseñanza la transmiten todos los escritos apostólicos incluyendo los del denostado Pablo de Tarso que jamás olvidó la experiencia de su conversión en el camino de Damasco que, de un hombre cruel que perseguía a muerte a los cristianos, se transformó en un hombre dispuesto a dar su vida si ello fuera posible para la conversión de su pueblo. Este cambio solamente puede producirlo el Dios que es amor infinito.

El camino de Damasco

Los incrédulos que denostan al apóstol Pablo ignoran que con sus mentiras consiguen que el apóstol siga recibiendo la aprobación el Señor por ser perseguido
Octavi Pereña
lunes, 28 de diciembre de 2015, 08:36 h (CET)
La periodista Nuria Escuer entrevista a la escritora Matilde Asensi que reconoce que no es creyente pero que habla con mucho dogmatismo de la fe cristiana. Es un disparate pero así es la necedad humana. La reportera le dice: - los evangelios nos han llegado manipulados. Quién mintió mejor? La periodista sentencia que los evangelios canónicos que fueron escritos por testigos presénciales de todo lo que Jesús dijo e hizo, excepto Lucas que se informó de testigos presénciales, no merecen credibilidad. Si los evangelios escritos en el siglo I redactados por personas que convivieron con Jesús no merecen crédito, ¿qué sarta de mentiras no dirán los evangelios apócrifos que fueron escritos en el siglo IV?

Vayamos a la pegunta: ¿Quién mintió mejor? Matilde Asensi responde: “San Pablo, Pablo de Tarso. Este es el creador de nuestra Iglesia de hoy, de los dogmas, el credo, los pecados…Jesús no dijo nada de todo esto. De lo único que habló fue del divorcio. ¡Nada más! Jesús solamente fue un buen rabino, cumplidor de la ley de Moisés. Si supiésemos más del judaísmo entenderíamos mejor el cristianismo”.

Una pregunta: ¿Cómo puede pretender Matilde Asensi
La Asensi dice: “Me he hartado de leer los evangelios”. ¿Los ha leído verdaderamente? Si lo hubiese hecho aún cuando no llegado a convertirse a Cristo, no diría las estupideces que presenta como verdades. Tal vez se ha hartado de leer los evangelios apócrifos, pero no los redactados por los testigos presénciales de Jesús, de sus hechos y dichos. Si se atreviese a leer los evangelios canónicos descubriría que Jesús sí que habló de dogmas y de prohibiciones. Jesús habló de muchas más cosas que solamente del divorcio. Es dogma creer en su Padre y en Jesús. Es dogma creer que Dios es el Creador. En infinidad de ocasiones habló del pecado, del arrepentimiento y de la obligatoriedad de abandonar el pecado.

Es muy extraño que Matilde Asensi diga que “Jesús solamente fue un buen rabino, cumplidor de la ley de Moisés”, cuando despertó un odio furibundo de sacerdotes, escribas y fariseos porque consideraban que Jesús quebrantaba la ley de Moisés cuando curaba enfermos en sábado. Por este hecho que consideraban gravísimo, intentaron matarlo en diversas ocasiones antes de la crucifixión.

La escritora critica con virulencia la iglesia que según ella fundó el apóstol Pablo: “Si supiesen más del judaísmo entenderían mejor el cristianismo”. El judaísmo que practicaban los sacerdotes, escribas y fariseos del tiempo de Jesús era un judaísmo corrompido por haber abandonado las enseñanzas de los profetas y, faltaría más, las de Moisés que hablaron en Nombre de Dios y de haber puesto las enseñanzas de los antiguos en un plano superior al de las Escrituras. En este caso sí que es verdad que el cambio de los factores sí cambia el producto. Así, el judaísmo se convirtió en un legalismo que ahogaba a los fieles hasta el punto que Jesús se vio obligado a corregir el desvío cometido y decirles. “Porque atan cargas pesadas difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mateo 23:4). En este sentido, sí entendemos el legalismo judaico entenderemos el legalismo cristiano que se ha extendido como una mancha de aceite que es hijo del legalismo judaico condenado por Jesús.

Jesús rechazó duramente el legalismo judaico que presentaba a Dios como un Ser duro, áspero, de rostro airado, que se dedica a castigar a los hombres pecadores y presenta la auténtica cara de Dios que es amor, amor tan grande que le impulsó a dar a su Hijo único para que todo aquel que crea en Él no se pierda mas tenga vida eterna. (Juan 3:16). El amor infinito de Dios manifestado en su Hijo que murió en la cruz a favor de los pecadores libera a éstos de la pesada carga del pecado. Esta enseñanza la transmiten todos los escritos apostólicos incluyendo los del denostado Pablo de Tarso que jamás olvidó la experiencia de su conversión en el camino de Damasco que, de un hombre cruel que perseguía a muerte a los cristianos, se transformó en un hombre dispuesto a dar su vida si ello fuera posible para la conversión de su pueblo. Este cambio solamente puede producirlo el Dios que es amor infinito.

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