Esa gota de agua,
de la lluvia, esa que nos llena de melancolía o de dulzura el día,
lentamente golpea nuestros cristales y apaga aún más la oscuridad de la temida noche.

Esa gota de agua,
del rocío, aquel después de la tempestad necesaria por tanto sosiego buscado,
al llegar la calma de la luz del alba nos purifica nuestro espíritu y nos limpia el negro karma fatigado, soplo de los malos días del frío alma.

Esa gota de agua,
de la de los mil sudores, esos unidos a cien mil lágrimas de sangre del sufrimiento de nuestro ser,
aquéllos que nos muestran el camino algo más despierto y más amplio hacia la meta de querer ser mejor que aquél.

Esa gota de agua,
llena el vaso de la vida entre muchas lágrimas vacías de dolor mas risa pura,
juntas nos nutren el envoltorio de nuestro corazón rojo y nuestro alma y espíritu medio muerto en vida.

Cien mil luces encienden esta mañana nuestro apagado karma,
lentamente, se va apagando nuestra fuerza del día y de la moral truncada en el triste sino de hoy, vuelve la lluvia a nuestra vida,
en el corazón tristemente pálido y en las cien mil miradas que nos observan y en la nuestra propia, ese llanto tan necesario que nos limpia el alma y nos libera un poco de ese mal del tormento pasajero o amargamente eterno.