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Fernando Mendikoa

Crisis? What crisis?

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Supongo que también usted quería ser futbolista, cuando le preguntaban lo que quería ser cuando fuera mayor: todos los niños lo hemos soñado. La única diferencia, en todo caso, era la camiseta con la que cada uno se imaginaba marcando goles y más goles. Y, seguramente, en sus sueños balompédicos habrá llegado a jugar en 1ª División, e incluso me atrevería a decir que, al igual que yo, ha disputado Eurocopas y Mundiales, marcando además goles absolutamente decisivos: a fin de cuentas, la ventaja de los sueños que se tienen cuando se está despierto es que uno se los confecciona a su medida, como en el sastre. Y también es altamente probable que dicho “pack onírico” incluyera deportivos de lujo, chicas y una cuenta corriente de esas que de “corriente” solo tiene el nombre: no digamos ya en estos tenebrosos días de crisis en los que al parecer nos encontramos. Y conste que no seré yo quien ponga en duda la citada palabrita, tan en boga en los últimos tiempos: hay suficientes factores como para entender que la cosa va en serio, muy en serio.

Pero, desde luego, no parece ir por ahí el último conejo salido de la chistera (en verdad, suena a chiste, pero de los malos) de Ramón Calderón. El presidente madridista ha entendido que para crisis de verdad la que atraviesa su equipo (2º en liga, a 3 puntos del líder, y con amplias opciones de pasar a la siguiente ronda en Champions. Eso sí: fuera de la copa), y no ha tenido mejor idea que tirar de tarjeta y prometer 120.000 euros extra a cada jugador, en caso de ganar los 5 próximos partidos: por ahora, el “Plan $” está resultando efectivo, y ya ha llegado la primera victoria.

Pero me asalta una gran duda: los pañuelos que vimos el sábado en el Bernabeu, cuando el equipo abandonaba el césped tras imponerse por la mínima al Recre, ¿iban para los jugadores, o para el presidente por pagar a tan alto precio un producto de tan baja calidad? Porque claro: en caso de que dichos (muy bien pagados) triunfos sigan llegando, la afición tendrá probablemente más razones aún para el enfado y hasta para la indignación, a sumar a las no pocas que ya acumulan hasta la fecha. Y es que cobrar aún más por algo que se supone incluido en sus muy bien pagados contratos (correr, dejarse la piel en el campo y ganar partidos), parece ese chiste de mal gusto del que antes les hablaba; y más en estos tiempos de vacas flacas.

De todas formas, si usted es de los que piensan así, y cree que los futbolistas ya cobran demasiado dinero, le diré que está muy equivocado. En realidad no lo digo yo (que lo diría bien a gusto, a ver si me entienden), sino que lo dice precisamente uno de los objetos de deseo del Real Madrid. Kaká ha declarado recientemente que es justo que los jugadores cobren todos esos millones por su trabajo, ya que el fútbol es un negocio (en esto estamos de acuerdo) que no sería posible sin su concurso. Y más aún cuando son “empleados competentes”, añade el brasileño.

Pero claro, aquí es donde precisamente radica el verdadero problema: ¿cuántos de los que sacaron su pañuelo piensan que están ante “empleados competentes”? Probablemente, casi ninguno. De hecho, esos aficionados pensarán que, si lo fueran, no sería necesario tener que vaciar sus bolsillos: ni de pañuelos, ni (sobre todo) de dinero. Y que, por tanto, no solo no existe razón alguna para dejar las arcas del club con telarañas, en caso de victorias, sino que el flujo monetario más bien debería tomar la dirección contraria, en caso de derrotas.

Así que cuando vuelva a imaginar ese gol suyo en la finalísima del Mundial, de chilena por la escuadra, con 3 defensas a su espalda y en el tiempo de descuento (ya ve que esa jugada que usted creía propia es en verdad muy poco original), piense que al menos ha hecho bien su trabajo, y que encima le sale gratis a su equipo, que no es poco. Eso sí: cuando escuche ese timbre que le entra hasta el higadillo, sepa que es el despertador que le devuelve a la cruda realidad. En ese momento, lo mejor que puede hacer es levantarse, ir a trabajar y ganarse un dinero: estamos en tiempos de crisis, y además le toca pagar la prima extra a esos “empleados competentes” a los que ve cada 15 días, y a los que invariablemente despide con el pañuelo. El mismo que después secará su sudor frío, cuando no sepa cómo llegar a fin de mes.

Crisis? What crisis?

Fernando Mendikoa
Fernando Mendikoa
miércoles, 26 de noviembre de 2008, 13:22 h (CET)
Supongo que también usted quería ser futbolista, cuando le preguntaban lo que quería ser cuando fuera mayor: todos los niños lo hemos soñado. La única diferencia, en todo caso, era la camiseta con la que cada uno se imaginaba marcando goles y más goles. Y, seguramente, en sus sueños balompédicos habrá llegado a jugar en 1ª División, e incluso me atrevería a decir que, al igual que yo, ha disputado Eurocopas y Mundiales, marcando además goles absolutamente decisivos: a fin de cuentas, la ventaja de los sueños que se tienen cuando se está despierto es que uno se los confecciona a su medida, como en el sastre. Y también es altamente probable que dicho “pack onírico” incluyera deportivos de lujo, chicas y una cuenta corriente de esas que de “corriente” solo tiene el nombre: no digamos ya en estos tenebrosos días de crisis en los que al parecer nos encontramos. Y conste que no seré yo quien ponga en duda la citada palabrita, tan en boga en los últimos tiempos: hay suficientes factores como para entender que la cosa va en serio, muy en serio.

Pero, desde luego, no parece ir por ahí el último conejo salido de la chistera (en verdad, suena a chiste, pero de los malos) de Ramón Calderón. El presidente madridista ha entendido que para crisis de verdad la que atraviesa su equipo (2º en liga, a 3 puntos del líder, y con amplias opciones de pasar a la siguiente ronda en Champions. Eso sí: fuera de la copa), y no ha tenido mejor idea que tirar de tarjeta y prometer 120.000 euros extra a cada jugador, en caso de ganar los 5 próximos partidos: por ahora, el “Plan $” está resultando efectivo, y ya ha llegado la primera victoria.

Pero me asalta una gran duda: los pañuelos que vimos el sábado en el Bernabeu, cuando el equipo abandonaba el césped tras imponerse por la mínima al Recre, ¿iban para los jugadores, o para el presidente por pagar a tan alto precio un producto de tan baja calidad? Porque claro: en caso de que dichos (muy bien pagados) triunfos sigan llegando, la afición tendrá probablemente más razones aún para el enfado y hasta para la indignación, a sumar a las no pocas que ya acumulan hasta la fecha. Y es que cobrar aún más por algo que se supone incluido en sus muy bien pagados contratos (correr, dejarse la piel en el campo y ganar partidos), parece ese chiste de mal gusto del que antes les hablaba; y más en estos tiempos de vacas flacas.

De todas formas, si usted es de los que piensan así, y cree que los futbolistas ya cobran demasiado dinero, le diré que está muy equivocado. En realidad no lo digo yo (que lo diría bien a gusto, a ver si me entienden), sino que lo dice precisamente uno de los objetos de deseo del Real Madrid. Kaká ha declarado recientemente que es justo que los jugadores cobren todos esos millones por su trabajo, ya que el fútbol es un negocio (en esto estamos de acuerdo) que no sería posible sin su concurso. Y más aún cuando son “empleados competentes”, añade el brasileño.

Pero claro, aquí es donde precisamente radica el verdadero problema: ¿cuántos de los que sacaron su pañuelo piensan que están ante “empleados competentes”? Probablemente, casi ninguno. De hecho, esos aficionados pensarán que, si lo fueran, no sería necesario tener que vaciar sus bolsillos: ni de pañuelos, ni (sobre todo) de dinero. Y que, por tanto, no solo no existe razón alguna para dejar las arcas del club con telarañas, en caso de victorias, sino que el flujo monetario más bien debería tomar la dirección contraria, en caso de derrotas.

Así que cuando vuelva a imaginar ese gol suyo en la finalísima del Mundial, de chilena por la escuadra, con 3 defensas a su espalda y en el tiempo de descuento (ya ve que esa jugada que usted creía propia es en verdad muy poco original), piense que al menos ha hecho bien su trabajo, y que encima le sale gratis a su equipo, que no es poco. Eso sí: cuando escuche ese timbre que le entra hasta el higadillo, sepa que es el despertador que le devuelve a la cruda realidad. En ese momento, lo mejor que puede hacer es levantarse, ir a trabajar y ganarse un dinero: estamos en tiempos de crisis, y además le toca pagar la prima extra a esos “empleados competentes” a los que ve cada 15 días, y a los que invariablemente despide con el pañuelo. El mismo que después secará su sudor frío, cuando no sepa cómo llegar a fin de mes.

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