Esta ventilada columna “a nada, ni a nadie” se debe, excepto a la amable voluntad del Director del presente diario por colgarla de la red -no del pescuezo-, y, en consecuencia con su particular y público lema de “independiente, plural y abierto”. Por ella, el columnista no recibe el menor emolumento, estipendio, u honorario, debiéndose tan sólo cuanto en la misma se vierte a la razón más carpetovetónica que existe, la de la de la “real gana”. En el día de hoy se siente obligado a relatar algo que oteó a mediodía de ayer no muy lejos de este elevado y aireado observatorio a punto de convertirse en “gélido” según asegura el parte meteorológico. También, se ha visionado “El Padrino I” suficiente número de veces como para saber, en cambio, lo de los periodistas “en nómina”, y tampoco ha nacido ayer, precisamente.
Serían las doce de la mañana del pasado domingo, cuando una multitud de varios millares de ciudadanos nacionales de la clase media, dicho sin retintín -así les denomina quien les había convocado-, estaban apiñados en una clara mañana alrededor del mástil de la bandera de España que ondea en la madrileña Plaza de Colón. El convocante era el conocido periodista y escritor Enrique de Diego, que, con su Manifiesto de las Clases Medias, viene clamando de un tiempo a esta parte por estimular entre la Sociedad Civil un sentimiento de protesta ante la explotación a que les somete el Estado a través de distintos instrumentos fiscales y educativos sin derecho a rechistar. El lema de la convocatoria era sencillo, y, a la par, novedoso: ¡CON MI DINERO, NO!
El argumento es contundente: ¿Qué sería de los más de seiscientos sesenta asesores personales de ZP, o de las “embajadas” abiertas en el extranjero por el Sr. Carod Rovira, o de los “Audis” del Sr. Touriño, sin la recaudación previa del impuesto de carburantes?... por ejemplo. Y, es un decir...
Esta “rebelión de las clases medias” -que son las mayores consumistas; las que cargan con los impuestos indirectos además de sufrir el IRPF que les devuelven cuando quieren-, es parte de la respuesta al desánimo creciente ocasionado por los partidos mayoritarios, entregados el uno a su electoralismo, y el otro a no se sabe bien “qué”, mientras los nacionalismos garrulos se aparentan como poder emergente sin que nadie se atreva a pararles los pies anhelando sus votos.
La noticia de esta inicial “rebelión”, junto a la estatua del Descubridor, no se ha debido juzgar importante por el resto de los medios que no se han hecho eco de ella. Cuestión que deben agradecer los tres o cuatro lectores de esta “columneja”, ya que, de este modo, están mejor informados que los demás (por si alguien no capta con sentido del humor lo de “tres o cuatro”, que sepan que cada día son cuantiosos los “e-mails” que se reciben llamando al autor de todo menos por su nombre; es lo que se conoce como falsa humildad). Bien pudiera compararse la citada reunión con los grandes acontecimientos en la Naturaleza, que se inician de manera modesta y silenciosa. Por ejemplo, el origen de la vida humana, el fenómeno cumbre de la Creación, sucede sin que la madre se entere hasta que pasan los primeros catorce días de la fecundación, o ¿no?... piénsenlo.