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Entrevista a Luis Zueco

"En la Edad Media, los castillos fijaban los límites fronterizos"

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Luis Zueco (Borja, 1979) es novelista, historiador, investigador y fotógrafo. En la actualidad es director del Castillo de Grisel, fortaleza medieval convertida en hotel con encanto. Además es ingeniero industrial, licenciado en Historia y máster en Investigación Artística e Histórica, miembro de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, vicepresidente de la Asociación de Amigos de los Castillos de Aragón y colaborador, como experto en patrimonio y cultura, en diversos medios de comunicación. Su novela ‘El escalón 13’ recibió la Mención de Honor en el Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza 2012, el Premio al Mejor Thriller Histórico 2012 de la web ‘Novelas Históricas’ y fue seleccionada en el I Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda. También ha publicado la novela ‘Tierra sin rey’ y la guía ‘Castillos de Aragón: 133 rutas’.

Luis Zueco, historiador, ingeniero industrial, investigador y fotógrafo, es también un escritor con varios títulos publicados, preferentemente de género histórico. Para este aragonés, que anduvo por Valencia hace unas fechas, escribir es «un divertimento, una manera de disfrutar». Alguien le ha calificado como castillólogo, un término que él, con gesto divertido, se toma a broma. «No creo que exista esa palabra y supongo que se referirá a alguna persona que tenga relación con los castillos». Aunque el vocablo no conste en el DRAE, lo que sí que abundan son los aficionados a este asunto tan almenado. De hecho hay una Asociación Española de Amigos de los Castillos de la que él es miembro. «Mi atracción por los castillos procede de cuando era niño – dice Luis –, porque yo jugaba mucho en las ruinas del castillo de Borja, mi pueblo». Zueco termina de publicar ‘El castillo’, editado por Ediciones B, una novela centrada en el castillo de Loarre, situado en la provincia de Huesca. «La verdad es que mi intención era escribir una novela sobre la construcción de un castillo y pensé que el texto tendría más consistencia si lo ubicaba en uno de verdad, bien conservado y que se pudiera visitar. De este modo, el lector podría comprobar que las descripciones del libro son ciertas». Loarre, además, reunía una serie de características que le venían muy bien para construir el argumento. «Loarre es un castillo del siglo XI, un baluarte fronterizo que se ha mantenido muy fiel a su origen, sin sufrir reformas ni modificaciones como otros muchos. Su construcción coincide con el auge del Reino de Pamplona y el nacimiento de los de Castilla y Aragón. Todos estos detalles históricos me permitían armar una buena trama de ficción, que era lo que pretendía». Detrás de una novela tan voluminosa y detallada como esta, cabe pensar que existe un innegable afán didáctico, divulgador. «El narrador lo que pretende es llegar al público en general, no solo al lector del género histórico, y por eso la novela tiene mucho de didáctica, pero sin olvidar el apartado de ficción, porque la trama es muy importante y los personajes muy potentes».

‘El castillo’ se inicia con unos versos de Carlos Garulo: Sobre agujas cortadas/a pico, enhiesto,/inasequible al vértigo/y al sueño. De arriba/abajo, previsión/ y cálculo. El ornato/y la comodidad/desechó el constructor/para hacerme vigía/permanente y que nunca/me asalte la sorpresa. Los profanos siempre nos maravillamos por cómo los egipcios levantaron sus pirámides y sus templos, pero evidentemente subir las piedras a un lugar escarpado, difícil de atacar y fácil de defender, para construir una fortaleza tampoco debía ser una tarea sencilla. «Era complicado y la novela se encarga de explicar cómo lo hacían. Valoramos mucho las pirámides, pero hay que tener en cuenta que Egipto en aquel entonces era una superpotencia, mientras que en España los castillos los construían cuatro lugareños, asediados por los árabes, que en cualquier instante podían atacarles y destrozar todo lo que habían hecho».

EL ARTE DE CONSTRUIR CASTILLOS

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El arte de la construcción siempre corría a cargo de los maestros canteros. «En el siglo XI, la vida de las personas era mucho más corta que hoy y la construcción de un castillo ocupaba a varias generaciones. Constituía un trabajo de alto riesgo. El de Loarre fue obra de maestros lombardos, que eran los grandes arquitectos de la época. Sin embargo, ocurrió que, sin que sepamos los motivos, en un momento determinado desaparecieron y fueron sus aprendices quienes culminaron la labor». Los secretos arquitectónicos eran celosamente guardados, no estaban al alcance de todo el mundo. «El conocimiento era un círculo cerrado. Los maestros lombardos lo transmitían oralmente. Manejaban información y tratados de los romanos y de ellos habían heredado sus habilidades constructoras. Saber las técnicas para erigir un castillo significaba gozar de mucho poder. En Loarre, además, tropezaron con otra dificultad, ya que estaban acostumbrados a edificar con ladrillo y allí solo había piedra, por lo que tuvieron que utilizar el sillarejo».

Sin duda resulta interesante conocer si existía un plan general de construcción de castillos o si se edificaban sin seguir criterio alguno. «En el siglo XI, las fronteras no eran como las actuales. Eran mucho más permeables y los límites los fijaban precisamente los castillos. Entre una fortaleza y otra – explica Luis Zueco – solo podía haber la distancia de una jornada a caballo, porque si el tramo era más largo fácilmente podían ser asaltados durante el viaje. Sin embargo, Loarre es distinto, Loarre es como un balcón que se erigió para advertir a los musulmanes que los cristianos habían llegado hasta allí y que lo mejor era que se marchasen, porque iban a ir a por ellos. Los reyes se ocuparon de explicar a sus vasallos las riquezas que encerraban los territorios ocupados por los árabes, y los motivaron para que les siguieran en su empresa reconquistadora hacia el sur».

LA VIDA EN EL CASTILLO

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En el siglo XI todavía no se manejaba el concepto de monje-soldado, que después daría origen a las órdenes militares. «En Loarre ya existía la idea de cruzada, pero no la de orden militar, ni la de monje-soldado. Loarre personifica el paso intermedio, ya que tras sus murallas convivieron religiosos y militares, aunque separados y esa convivencia significó un gran paso». Luis Zueco echa por tierra la imagen idílica de estos edificios como morada. «El castillo no era un buen lugar para vivir. Era incómodo. Cuando destinaban allí a un soldado era como un castigo. Precisamente por esa incomodidad, los castillos españoles no se conservan demasiado bien, ya que a los nobles no les interesaba residir en ellos, porque resultaba muy difícil transformarlos y convertirlos en espacios confortables». Esta circunstancia es la que origina que los baluartes españoles sean diferentes de los que existen en otros países europeos. «Son castillos militares y tienen esa condición porque entonces la situación era de guerra permanente contra los árabes. En España hay también castillos al estilo europeo, pero responden a otro concepto mucho más decorativo. Esos sí que están pensados para servir de residencias nobiliarias».

PROYECTOS FUTUROS
Una pregunta sobrevuela la entrevista: saber si la exitosa novela de Ken Foller, ‘Los pilares de la Tierra’, de alguna manera ha estado presente en la mente de Luis Zueco durante la escritura de ‘El castillo’. «Son libros distintos. La construcción de un castillo no tiene nada que ver con la de una catedral. Los ámbitos de emplazamiento son completamente diferentes: uno es rural en un espacio de nadie y el otro se encuentra en el centro de una ciudad. Sin embargo, sí que marca un poco el camino, ya que piensas que tu novela ha de tener también buena acogida, porque la construcción de un castillo es mucho más dinámica que la de una catedral». Ambas construcciones, catedral y castillo, tienen como escenario la Edad Media, una época de la que ya hemos hablado, pero que resulta inevitablemente tentadora para la literatura. «Al lector le encanta la Edad Media, pero la tiene idealizada. Hay que mostrarle que era una época cruda y oscura, aunque sin pasarse, porque duró mil años y funcionó perfectamente hasta que la aparición de la burguesía rompió el orden estamental establecido hasta ese momento. Tampoco hay que pensar que eran gente salvaje. Las batallas apenas si congregaban a mil hombres por cada ejército. Las grandes batallas con tropas enormes se produjeron siempre en la antigüedad».

No podemos finalizar nuestra conversación sin hablar de los proyectos literarios futuros de Luis Zueco. «En mi próxima novela avanzaré un par de siglos en la Edad Media. Mi intención es mostrar cómo era una ciudad medieval y hablar del inicio del comercio y el precapitalismo, por supuesto mezclándolo todo con una trama de thriller para que llegue a la mayor cantidad posible de lectores».

"En la Edad Media, los castillos fijaban los límites fronterizos"

Entrevista a Luis Zueco
Herme Cerezo
miércoles, 16 de diciembre de 2015, 17:47 h (CET)



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Luis Zueco (Borja, 1979) es novelista, historiador, investigador y fotógrafo. En la actualidad es director del Castillo de Grisel, fortaleza medieval convertida en hotel con encanto. Además es ingeniero industrial, licenciado en Historia y máster en Investigación Artística e Histórica, miembro de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, vicepresidente de la Asociación de Amigos de los Castillos de Aragón y colaborador, como experto en patrimonio y cultura, en diversos medios de comunicación. Su novela ‘El escalón 13’ recibió la Mención de Honor en el Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza 2012, el Premio al Mejor Thriller Histórico 2012 de la web ‘Novelas Históricas’ y fue seleccionada en el I Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda. También ha publicado la novela ‘Tierra sin rey’ y la guía ‘Castillos de Aragón: 133 rutas’.

Luis Zueco, historiador, ingeniero industrial, investigador y fotógrafo, es también un escritor con varios títulos publicados, preferentemente de género histórico. Para este aragonés, que anduvo por Valencia hace unas fechas, escribir es «un divertimento, una manera de disfrutar». Alguien le ha calificado como castillólogo, un término que él, con gesto divertido, se toma a broma. «No creo que exista esa palabra y supongo que se referirá a alguna persona que tenga relación con los castillos». Aunque el vocablo no conste en el DRAE, lo que sí que abundan son los aficionados a este asunto tan almenado. De hecho hay una Asociación Española de Amigos de los Castillos de la que él es miembro. «Mi atracción por los castillos procede de cuando era niño – dice Luis –, porque yo jugaba mucho en las ruinas del castillo de Borja, mi pueblo». Zueco termina de publicar ‘El castillo’, editado por Ediciones B, una novela centrada en el castillo de Loarre, situado en la provincia de Huesca. «La verdad es que mi intención era escribir una novela sobre la construcción de un castillo y pensé que el texto tendría más consistencia si lo ubicaba en uno de verdad, bien conservado y que se pudiera visitar. De este modo, el lector podría comprobar que las descripciones del libro son ciertas». Loarre, además, reunía una serie de características que le venían muy bien para construir el argumento. «Loarre es un castillo del siglo XI, un baluarte fronterizo que se ha mantenido muy fiel a su origen, sin sufrir reformas ni modificaciones como otros muchos. Su construcción coincide con el auge del Reino de Pamplona y el nacimiento de los de Castilla y Aragón. Todos estos detalles históricos me permitían armar una buena trama de ficción, que era lo que pretendía». Detrás de una novela tan voluminosa y detallada como esta, cabe pensar que existe un innegable afán didáctico, divulgador. «El narrador lo que pretende es llegar al público en general, no solo al lector del género histórico, y por eso la novela tiene mucho de didáctica, pero sin olvidar el apartado de ficción, porque la trama es muy importante y los personajes muy potentes».

‘El castillo’ se inicia con unos versos de Carlos Garulo: Sobre agujas cortadas/a pico, enhiesto,/inasequible al vértigo/y al sueño. De arriba/abajo, previsión/ y cálculo. El ornato/y la comodidad/desechó el constructor/para hacerme vigía/permanente y que nunca/me asalte la sorpresa. Los profanos siempre nos maravillamos por cómo los egipcios levantaron sus pirámides y sus templos, pero evidentemente subir las piedras a un lugar escarpado, difícil de atacar y fácil de defender, para construir una fortaleza tampoco debía ser una tarea sencilla. «Era complicado y la novela se encarga de explicar cómo lo hacían. Valoramos mucho las pirámides, pero hay que tener en cuenta que Egipto en aquel entonces era una superpotencia, mientras que en España los castillos los construían cuatro lugareños, asediados por los árabes, que en cualquier instante podían atacarles y destrozar todo lo que habían hecho».

EL ARTE DE CONSTRUIR CASTILLOS

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El arte de la construcción siempre corría a cargo de los maestros canteros. «En el siglo XI, la vida de las personas era mucho más corta que hoy y la construcción de un castillo ocupaba a varias generaciones. Constituía un trabajo de alto riesgo. El de Loarre fue obra de maestros lombardos, que eran los grandes arquitectos de la época. Sin embargo, ocurrió que, sin que sepamos los motivos, en un momento determinado desaparecieron y fueron sus aprendices quienes culminaron la labor». Los secretos arquitectónicos eran celosamente guardados, no estaban al alcance de todo el mundo. «El conocimiento era un círculo cerrado. Los maestros lombardos lo transmitían oralmente. Manejaban información y tratados de los romanos y de ellos habían heredado sus habilidades constructoras. Saber las técnicas para erigir un castillo significaba gozar de mucho poder. En Loarre, además, tropezaron con otra dificultad, ya que estaban acostumbrados a edificar con ladrillo y allí solo había piedra, por lo que tuvieron que utilizar el sillarejo».

Sin duda resulta interesante conocer si existía un plan general de construcción de castillos o si se edificaban sin seguir criterio alguno. «En el siglo XI, las fronteras no eran como las actuales. Eran mucho más permeables y los límites los fijaban precisamente los castillos. Entre una fortaleza y otra – explica Luis Zueco – solo podía haber la distancia de una jornada a caballo, porque si el tramo era más largo fácilmente podían ser asaltados durante el viaje. Sin embargo, Loarre es distinto, Loarre es como un balcón que se erigió para advertir a los musulmanes que los cristianos habían llegado hasta allí y que lo mejor era que se marchasen, porque iban a ir a por ellos. Los reyes se ocuparon de explicar a sus vasallos las riquezas que encerraban los territorios ocupados por los árabes, y los motivaron para que les siguieran en su empresa reconquistadora hacia el sur».

LA VIDA EN EL CASTILLO

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En el siglo XI todavía no se manejaba el concepto de monje-soldado, que después daría origen a las órdenes militares. «En Loarre ya existía la idea de cruzada, pero no la de orden militar, ni la de monje-soldado. Loarre personifica el paso intermedio, ya que tras sus murallas convivieron religiosos y militares, aunque separados y esa convivencia significó un gran paso». Luis Zueco echa por tierra la imagen idílica de estos edificios como morada. «El castillo no era un buen lugar para vivir. Era incómodo. Cuando destinaban allí a un soldado era como un castigo. Precisamente por esa incomodidad, los castillos españoles no se conservan demasiado bien, ya que a los nobles no les interesaba residir en ellos, porque resultaba muy difícil transformarlos y convertirlos en espacios confortables». Esta circunstancia es la que origina que los baluartes españoles sean diferentes de los que existen en otros países europeos. «Son castillos militares y tienen esa condición porque entonces la situación era de guerra permanente contra los árabes. En España hay también castillos al estilo europeo, pero responden a otro concepto mucho más decorativo. Esos sí que están pensados para servir de residencias nobiliarias».

PROYECTOS FUTUROS
Una pregunta sobrevuela la entrevista: saber si la exitosa novela de Ken Foller, ‘Los pilares de la Tierra’, de alguna manera ha estado presente en la mente de Luis Zueco durante la escritura de ‘El castillo’. «Son libros distintos. La construcción de un castillo no tiene nada que ver con la de una catedral. Los ámbitos de emplazamiento son completamente diferentes: uno es rural en un espacio de nadie y el otro se encuentra en el centro de una ciudad. Sin embargo, sí que marca un poco el camino, ya que piensas que tu novela ha de tener también buena acogida, porque la construcción de un castillo es mucho más dinámica que la de una catedral». Ambas construcciones, catedral y castillo, tienen como escenario la Edad Media, una época de la que ya hemos hablado, pero que resulta inevitablemente tentadora para la literatura. «Al lector le encanta la Edad Media, pero la tiene idealizada. Hay que mostrarle que era una época cruda y oscura, aunque sin pasarse, porque duró mil años y funcionó perfectamente hasta que la aparición de la burguesía rompió el orden estamental establecido hasta ese momento. Tampoco hay que pensar que eran gente salvaje. Las batallas apenas si congregaban a mil hombres por cada ejército. Las grandes batallas con tropas enormes se produjeron siempre en la antigüedad».

No podemos finalizar nuestra conversación sin hablar de los proyectos literarios futuros de Luis Zueco. «En mi próxima novela avanzaré un par de siglos en la Edad Media. Mi intención es mostrar cómo era una ciudad medieval y hablar del inicio del comercio y el precapitalismo, por supuesto mezclándolo todo con una trama de thriller para que llegue a la mayor cantidad posible de lectores».

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