Hace poco he vuelto a leer la historia del rey Saúl, el primer rey de Israel, recogida en el primer libro de Samuel a partir del capítulo 9. Nos situamos hacia el año 1030 antes de Cristo. Saúl es un personaje inquietante en el que podemos ver muchas cosas que hoy están pasando. De origen humilde, Dios se fija en él y le elige para encarnar la monarquía que las tribus de Israel, después de ser gobernadas por los jueces durante 200 años, desean como forma política. Hay que entender que en aquel momento, los reyes cumplían una específica misión divina.
Al comenzar su reinado, Saúl tenía por delante un futuro muy prometedor, pues tenía el respaldo de Dios, que es quien detentaba la soberanía (me imagino que a esto nadie pondrá objeciones, pues los hechos han de enjuiciarse dentro del contexto histórico, y en aquella época, la soberanía venía de Dios; todavía no había llegado la revolución francesa).
Sin embargo, el comportamiento de Saúl se empieza a torcer casi desde el principio de su reinado protagonizando un episodio en el que pone de manifiesto su irreligiosidad y la absoluta banalización que da a lo sagrado frente a lo que en realidad fue su único planteamiento ante la vida: que el fin justifica los medios, principio que le llevará a hacer trampas a Dios, representado por el profeta Samuel, a mentir de modo habitual y a manifestar que Dios le importaba un pimiento y que no tenía la más mínima intención de obedecerle. En varias ocasiones Saúl manifiesta arrepentimiento por su conducta, pero esos gestos eran mero postureo vacío, contradicho posteriormente con los hechos.
En un momento dado, Samuel le manifiesta de una manera clara que Dios ya ha decidido buscar otra alternativa, que sería David, el cual entra en escena y poco a poco va ascendiendo a medida que la figura de Saúl empieza a decrecer. Durante ese tiempo se manifiesta de modo patente la envidia de este por David, hasta el punto de perseguirlo e intentar asesinarlo en dos ocasiones.
La historia de Saúl fue la de un hombre llamado por Dios cuya elección él rechazó con su propia vida, dominada por la mentira y la irreligiosidad. Cuando cayó en lo más bajo en su carrera política, acudió a una nigromante, es decir, a una mujer de magia negra, o por decirlo más claramente, a una mujer que estaba en contacto íntimo con Satanás y actuaba bajo el poder de Satanás. O sea, buscando solución a sus problemas, acudió a Satanás, calificado por Cristo como "padre de la mentira".
Quizá todo esto pueda parecer historia de otros tiempos. Invito al lector a que se detenga en la introducción de la autobiografía de Mike Tyson, recientemente publicada, y verá que sus abogados y asesores, durante el proceso judicial al que se enfrentó, le pusieron por delante nigromantes y espiritistas para que buscara ayuda en ellas.
"Bueno, esas cosas tan extravagantes solo pasan en EEUU", podrá decir más de uno. Le corrijo a quien piense así. Hace poco, un amigo mío que no acude a nigromantes pero tiene una amiga que lo es, me contó que ésta, que por lo visto no debe tener nada claro el concepto de la moralidad del secreto profesional, le dijo quienes son sus clientes. Se refiere a clientes cordobeses, pues es una nigromante cordobesa. Y dentro de sus clientes hay varios políticos y políticas cordobesas de carne y hueso, conocidos por todos los que habitamos esta tierra.
Así están las cosas. Podrá parecer inocuo un político para quien Dios no se sabe dónde anda. Quizá ha confundido la frase "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (cuyo autor es Jesucristo) con la de "actuar como si Dios no existiese" (cuyo autor es Kant). De ahí a la irreligiosidad hay solo un paso, y otro hasta el agnosticismo, el ateísmo o el paganismo. Hay muchos políticos que no se sabe (ellos tampoco) si son agnósticos, ateos o paganos. Lo único cierto es que mienten continuamente porque lo único que pretenden es mantenerse en el poder, que además da dinero y más sexo del que parece. Si a esto añadimos que, para ellos, "el fin justifica los medios", no es extraño que para quienes están metidos de lleno en la mentira, la tabla de salvación sea una nigromante cuando las cosas les van mal. La historia se repite 3000 años después (joder, qué retrógrados).