Sorpresas nos dan las urnas. ¿O no tantas? Destripamos encuestas inclinadas por determinados vientos, los imprevistos amainan. Quien esperaba más, quienes otras turbulencias, quien avizora alianzas novedosas, reunen sus avíos en la celebración de una ganancia general; a qué vendrá eso de reconocer las desmejoras. Las TRAVESURAS culebrean en torno a las urnas, llevadas en volandas por el gentío anónimo, ocupan las mentes intrigantes e intrigadas; y sobre todo, tensando ciertas faltriqueras. ¿Las de siempre?
Al son de los haikus entrevemos los aires y ventiscas removedores de manos y papeletas, de impulsos y reflexiones:
Los mitineros
Vociferan airados.
Y yo de pesca.
Hasta los sordos tiran los audífonos ante la estridencia de las voces. Si será porque ya intuyen el contenido de los dicterios, lo preguntaremos. Pero al fin, alguna perla cae, sobre alguien eso sí; pocas veces alumbran descubrimientos de verdaderos quilates. Llegó la hora del ajetreo inmisericorde, seguramente porque no consideran adecuada la reflexión pausada; para qué, si los rumbos están ya establecidos en sus intenciones. Algún resquicio quedará abierto, vista la insistencia perorante. Los aprovecharemos para la pesca con TALANTE deportivo; las piezas cobradas habremos de condimentarlas con dedicación preventiva de posibles efectos tóxicos.
Promesas vacuas
Hablan de compromiso.
Violín de fondo.
La magia de los violines es enternecedora, de un sonido subyugante y con capacidad de arrastre. Cuando suenan sus aires, expanden los corazones hacia la ligereza de los vuelos; alivian los pesos atenazantes, al menos durante un espléndido lapso de tiempo, casi siempre breve en comparación con los requerimientos personales. Agobiados por el peso de las promesas que fueron, por los compromisos esquilmados; alguién quedará extrañado de que los contemplemos como aves esquivas, rapaces y carroñeras. Puestos a volar, resultará lógica la transposición orientada hacia el vuelo de los violines de TRINOS esperanzadores.
Fuerzas ocultas
Sombrean en el bosque.
Brillará el sol.
De tan ocultas, las damos por sobreentendidas e inabordables; en un mustio desdén fruto de la impotencia. Antiguos son los contubernios instalados en múltiples estructuras de la sociedad; son camaleónicos, aunque incapaces de la valentía suficiente para dar la cara. Desdeñan al resto de los humanos, mientras ellos están enfrascados en sus emporios económicos, camarillas pseudoreligiosas, alucinaciones nacionalistas, populismos situados sobre el pueblo llano; o bien, MAFIAS pérfidas de manejos crueles. Confiaremos en próximos amaneceres en algún claro del bosque.
Celebramos
La fiesta democrática.
Husmea el lobo.
El entusiasmo de la celebración democrática confía en las menos malas artes del sistema; activa los impulsos básicos de la participación. Al fin, la presencia del ciudadano cobra prestancia. A través de los sondeos azarosos, de las encuestas elaboradas; avanzó la ciudadanía hacia la experiencia del directo, aparentemente sin intermediarios. Con las antenas desplegadas, brujulea la intuición perspicaz, tratando de discernir el aliento de los lobos acechantes, cuyas camadas no están en fase de extinción precisamente; aparecen husmeando con ropajes elegantes y el CINISMO tatuado en su piel.
Muchas presiones,
De límites ausentes.
Sevicia pura.
Aunque es fácil el entendimiento de la existencia de las presiones, dado que juegan un papel decisivo en los embates cotidianos y las experimentamos a cada paso; sin ellas, la modorra nos paralizaría. El problema está en la diferente potencia con que sean ejercidas. Todavía peor, si a dichas fuerzas añadimos los intereses ocultos relacionados con su funcionamiento y el ensañamiento lanzado sobre quienes no colaboran con sus pretensiones. Las ideologías y el dinero, quienes los usufructúan, son potentes causas de presión poco limitadas, hasta espantosos grados de CRUELDAD.
El voto acecha
Su presa, agazapado.
Cebo ahuecado.
La metamorfosis no es sólo en signo kafkiano, ni tampoco efecto de un evolucionismo lejano; en no pocas ocasiones expresa la distancia entre lo proclamado y la detección de los resultados posteriores. La papeleta electoral es un agente inocente, mientras no esté transformada en tentáculos de entes maléficos. Puede ser una peligrosa trampa de cazadores FURTIVOS urdida entre estructuras complejas. Aquí te pillo y aquí te convierto a un seguidismo necio de ,los acontecimientos posteriores. El vehículo neutro cambió a ser un síntoma casi neurótico de complicidad, sin apenas autocrítica.
En los contrastes,
Numerosas ausencias.
Vil pasotismo.
Sabida es la importancia de los indecisos, como la respectiva de las abstenciones, en cada convocatoria electoral. ¿De ellas dependerá el resultado final? Esta perspectiva nos aboca a la consideración de los menos implicados. O quizá vaya a ser al revés, por sus hondas reflexiones no les convencen las opciones a seguir y deciden no elegir ninguna de las propuestas. De donde crece la DUDA de la ubicación del pasotismo irreflexivo, si en gran parte de los votantes o en el resto; en una disyuntiva crucial.
Hasta las urnas
Corren cierto peligro.
Indigestión.
La entrada de datos en la urna, aparenta una simplicidad caricaturesca de papelitos doblados, de poco peso y de textura frágil. Aunque allí se concentran ácidas versiones, elementos crudos por ausencia del cocinado previo, ideas sustanciosas e incluso mezclas explosivas. En la austeridad de ese depósito general, las paredes están desnudas, sin propiedades para la buena asimilación de los contenidos. Todo propende a la indigestión, si no acuden afinidades de fundamento.