Sin menospreciar al Real Unión que mereció de todas todas el pase a octavos de final de la Copa del Rey, que tiene más valor aún si vemos como el “villarato” había preparado esta edición para los grandes, con sus ridículos cruces; el Real Madrid sufrió una humillación injustificable en su propia parroquia y ante sus fieles.

La pésima actitud de muchos de los jugadores, enormemente contrastadas con las de Raúl o Bueno ese canterano que antes del minuto 90 iba para héroe en los periódicos, y que al final acabó sufriendo la derrota mucho más que otros muchos que ya estaban pensando que la semana que viene tendrán un encuentro con su selección.

La falta de respeto que el pasado martes sufrió la camiseta del Real Madrid no tiene parangón alguno. Se han perdido unos valores que se intentaron recuperar, y hubo un pequeño espejismo, camuflado con dos ligas más perdidas por el resto que ganadas por un Madrid mediocre. La realidad está ahí y nadie puede borrarle. El cáncer sigue enclavado en el seno del club y la llegada de Calderón bajo un clima electivo polémico, no ha hecho más que hurgar en una herida que solo sufren los aficionados, y esos dos o tres jugadores que verdaderamente sienten el club que representan y que lo llevan muy adentro.

Podríamos volver al “futbolistas mercenarios”, pero es lo que hemos creado. Ese mercado tan disparatado, esas ventas despampanantes, ese afán en buscar fuera lo que ya está en casa, y otras tantas manías que no son más que ramificaciones de ese capitalismo, en el que lo importante no es quien más tiene, sino quién más demuestra tener. Pues bien, desde ese punto de vista, el Real Madrid tiene tres problemas de base, que van avergonzando al club por donde quiera que vayan.