Acabamos siendo vulnerables por mil resquicios. Por la profesión o por la
subsistencia, por el afecto o los desprecios, por las sombras o por la luz,
el reto es una presencia inevitable en la vida. Los DESAFÍOS aportan
matices novedosos en cada ocasión, es el sino de la evolución. Las normas
adoptadas a través de los tiempos, pierden progresivamente su validez. El
conocimiento y la imaginación han de ponerse de acuerdo para la
aproximación a las soluciones oportunas. Estamos ante una permanente
novedad cuyos entresijos, en cambio, constituyen una antigüedad señera.
Asomados a tales eventos, los recursos nunca serán suficientes, pero son lo
que tenemos a mano.
Hay una notable diferencia conceptual entre conocimientos, deseos,
creencias y decisiones tomadas en la práctica. ¿Cómo de consistentes son
los conocimientos? ¿Qué otros factores influirán en las decisiones? ¿ Saber
es lo mismo que sabiduría? Llama la atención una primera disonancia
COGNITIVA, muy comentada por Amartya Sen y otros autores. Es la distancia
separadora entre lo aprendido y la mentalidad real de ese sujeto.
Los conocimientos adquiridos a través de la escuela o de la experiencia,
aportan una serie de recursos cada vez mayores; con ser abundantes, sólo
configuran una parte de la MENTALIDAD personal. En esta influyen otros
componentes; comprenden desde el subconsciente a los diferentes tipos de
inteligencia, entre otros. Es una realidad fácilmente comprobable en
nosotros mismos. Una cosa es lo que realmente damos por conocido a partir
de las numerosas fuentes; pero pensamos por encima, en una especie de flujo
cerebral superador, que nos hace navegar por otros mares, con un cierto
espíritu aventurero.
Cada vez son más complejas las estructuras del saber y de las actuaciones
humanas, cuya importancia deriva de las repercusiones causadas. Mientras
todo quedara en la mentalidad propia, importaría menos. Por lo tanto, las
actuaciones pasan a primer plano social. A partir de ellas, generamos
discordancias OPERATIVAS de relevantes efectos secundarios sobre el resto
de la sociedad. Choca ver lo que sabemos de las más diversas materias
(Biología, Ecología, Historia, Tecnologías), mientras adoptamos conductas
ajenas u opuestas a esos saberes, que no están basadas en datos fiables. La
ausencia de explicaciones comprensibles, deviene en sorpresas frustrantes,
que ya no lo son tanto debido a su reiteración.
No es inmediato el paso de cada descubrimiento al acervo de una persona en
concreto; tampoco los individuos accedemos con la misma atención ni
idéntica capacidad intelectual a cuanto ocurre. La supuesta transformación
provocada en cada sujeto por los nuevos conocimientos, será como mínimo un
efecto RETARDADO, la asimilación requiere su tiempo, es el paso siguiente
al mero aprendizaje, precisará de las cualidades adecuadas por parte del
receptor. Y por supuesto, de la voluntad de cada persona. Las habrá
crédulas desde las primeras noticias e irreductibles, a pesar de los
razonamientos aportados. Pues bien, con el retraso momentáneo o tozudo, la
convivencia pasa por la inclusión satisfactoria de las diferentes posturas.
Las mentalidades forjadas con dichas discordancias procesan sin pausa los
registros a su disposición, datos aislados, impulsos desde el
subconsciente, fantasías o simples vaivenes irracionales, con el
acompañamiento del resto de funciones psíquicas. Cuando surge el momento
indicado para la toma de decisiones; pondrá en evidencia las discordancias
DECISORIAS, porque no encontraremos la explicación lineal, sino la mezcla
de procesamientos puestos en marcha; en cada sujeto con las circunstancias
de su caso concreto. Así las cosas, nos resulta complicadísimo el
entendimiento de ciertas decisiones que padecemos en el ámbito familiar,
profesional, autonómico o del sector que sea, dado que tratamos con unas
discordancias habituales.
Aquí vienen a colación los cuatro géneros de aprendizaje (Maquiavelo,
Spinoza). Quienes aprenden por su propio esfuerzo, entresacando lo que
otros habían comprendido primero, los que aprenden por casualidad y los que
no hay manera de ilustrarlos. Centran la discordancia RECEPTIVA, patente en
cualquier evento; cada uno lo percibe a su manera. Como consecuencia
lógica, sólo por esto, las respuestas se mostrarán variables. Es una
discordancia inevitable. A nadie le parecerán verosímiles unas percepciones
idénticas; si las detectamos, conviene inquietarnos con la sospecha ante
tamaña irregularidad. La única manera de atenuarla discordancia es con el
incremento de la información franca; la corrección total es imposible.
Podemos distraernos con las peroratas provenientes de los diversos sectores
de la sociedad. Aunque unas estén fundamentadas, las hay preñadas de la
frivolidad o de la estupidez sin remedio; ese conjunto expresa a las claras
el notorio peligro de la FRAGMENTACIÓN en la cual deambulamos. Siendo así
que en los asuntos importantes necesitamos de la integración de los
diversos conocimientos y la colaboración de la mayor parte posible de la
gente. El calentamiento global, la buena distribución de los alimentos, la
lucha contra la violencia, el trato dado a los niños y a los ancianos;
nunca los resolveremos desde las actuaciones pacatas, encerrados en
posturas acérrimas de cada pequeño grupo.
Siempre mencionamos la conveniencia de los agrupamientos, del sentido
comunitario, de indudable valor para completarnos existencialmente. Aunque
desde el campo de la psicología al de la sociopolítica, silenciamos el
notorio desliz que disloca estas ideas asociativas. Me refiero a lo que
denomino EFECTO PINZA, prácticamente generalizado. Alguien sujeta la pinza,
así mantiene la cohesión del grupo, lo modela, lo controla, le saca el
jugo, etc. Queda muy lejano aquello de la suma de individuos libres y
autónomos a la hora de añadirse por convencimiento a una asociación
concreta. Es un nuevo componente de confusión en el abordaje clarificador
de las decisiones ejecutivas y de sus beneficiarios.
Frente a la excesiva complejidad, los esfuerzos de asimilación habrán de
multiplicarse para mantener activo un poquito de la dignidad personal. ¿Con
la que cae por los diferentes ambientes? ¡Si apenas nos da para ir tirando!
Vivimos en la cultura de las urgencias insustanciales; porque esa es otra
de las vertientes, si transpasáramos la sustancia a las urgencias,
¡Albricias! Demasiados agobios. Entre cómodos y atosigados, extiende su
ramaje la INDIFERENCIA necia de las mentalidades ahormadas. ¿Sin capacidad
revulsiva? ¡No iremos a creer eso!
Contemplamos las discordancias, el caos es continuado; a no ser que aún
contribuyamos a su incremento. Las redes son caóticas por naturaleza.
¡Tantas son las conexiones cambiantes! Pero constituyen un brindis
oferente, que nos anima al arte personal para la elaboración de la ARMONÍA
gratificante enderredor. No la solución total, no; esa corresponde a los
dioses. El paso primordial es la disposición personal, en un alarde de
colaboración participativa. Si no empezamos por ahí, los desplantes
dislocados ejercerán en toda su amplitud en los campos abandonados.