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Un joven desconocido interpreta Imagine de John Lennor junto a la discoteca Bataclan de París

No satanizar el islamismo, pero no ignorar el peligro del terrorismo yihadista

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Un drama humano de inimaginables consecuencias tuvo lugar ayer, viernes 13, en París. Terrorismo de alto calibre, llevado a cabo por fanáticos islamistas, segó de cuajo la vida de más de 120 e hirió a cerca de 180 (80 de ellas en estado crítico) personas inocentes que intentaban divertirse en aquel barrio cosmopolita de la capital francesa. Una vez más la insania humana ha dado muestras de ser insensible al dolor humano, en una muestra de la más absurda intolerancia y crueldad de aquellos que han decidido formar parte de un ejército de desalmados, dirigidos por sátrapas, convencidos que su deber es acabar con todos aquellos que no se avengan a formar parte de su secta criminal.

Por una vez, Europa, ha dado muestras de una sensibilidad que, en raras ocasiones, hemos podido percibir los que pertenecemos a ella. Francia entera se ha levantado, en una muestra de patriotismo edificante, en contra de aquellos que han despreciado su democracia, han pretendido desafiarla y han osado atacarla en lo más sensible de su orgullo patrio. La Marsellesa, entonada espontáneamente por un numeroso grupo de ciudadanos que salían del estadio de fútbol, ubicado en las cercanías del lugar de la masacre, bastó para poner el vello erizado a aquellos que tuvieron ocasión de presenciar tal demostración de patriotismo y dignidad humana. El resto de naciones han reaccionado como si fueran una, condenando el suceso y lamentando el dolor que se ha infligido a unas personas que, como las del resto de los 27 países restantes, intentamos formar una unión en la que todos nos sintamos cómodos y arropados por unas leyes comunes que nos fortalezcan, precisamente contra estos intentos de desestabilizarnos por parte de quienes quieren acabar con nuestra cultura con el objeto de implantar, a la fuerza, la suya propia.

Como no podían faltar, han aparecido como setas todos aquellos que, cuando se produce algún hecho similar, pretenden presentarse como “entendidos”, “expertos” y “bien documentados” sobre el tema terrorista. Por raro que pueda parecer suelen coincidir en pedir a los ciudadanos que no confundamos “terrorismo” con yihadismo, insistiendo en el peligro de que los islamistas se pudieran “sentir ofendidos” o “molestos” por una generalización que, para quienes opinan de esta manera, pudiera a contribuir a agriar el problema. Sus soluciones siempre suelen ser muy pacíficas, muy razonables, muy suaves y, por qué no decirlo, muy humillantes y cobardes. Veamos si nos entendemos: lo que está sucediendo en Oriente Medio tuvo su inicio en algo que se inició en Túnez, según se dijo a través de un llamamiento desde las redes sociales, que dio paso a lo que se vino en denominar “la primavera árabe” y que incendió toda aquella región con las llamas revolucionarias.

Es posible que aún haya algunos, ilusos o soñadores, que sigan creyendo que el mundo en el que vivimos es injusto y que todavía hay posibilidades de conseguir que los malos se rediman y acabemos todos viviendo en un segundo “paraíso terrenal”, una especie de Cielo en la tierra. Por desgracia, todos sabemos que estamos aquí para purgar, no sabemos muy bien que horribles atentados en contra de los dioses del Olimpo y que, por mucho que intentemos inclinar el platillo del bien siempre se producirá un momento en el que el del mal acabará tirando de él. La “laudable” pretensión de expulsar a los dictadores del Norte de África, contrariamente a lo que se aparentaba, estuvo maleada en su propio inicio por las ambiciones de algunas naciones europeas sobre los atractivos pozos de petróleo de la Libia de Gadafi, que eran ambicionados también por Francia y posiblemente por otros países que más se destacaron en el apoyo a la famosa revolución “democrática”, que tan fatales consecuencias ha traído para las naciones afectadas y, de paso, para el Oriente Medio y la propia Europa; que ahora padece las consecuencias de su falta de previsión y su avaricia.

El Estado Islámico ha sido la consecuencia de la extensión del islamismo radical que ha recorrido todos los países afectados por la revolución, desde Túnez al Yemen, aprovechando la inestabilidad producida por el derrocamiento de los dictadores, que eran los únicos capaces de dominar a las turbas, sin que haya habido quien haya sido capaz, quizá con la excepción del caso de Túnez, de constituir gobiernos estables y democráticos en el resto de los países asolados por la revolución. Egipto ha sido el único que, después de que las hordas se pronunciaran por los “hermanos musulmanes”, derrocando y encarcelando al general Mubarach, fueron los propios ciudadanos laicistas quienes, ayudados por el ejército, derrotaron al gobierno legítimo islamista, para volver al principio, o sea a una dictadura militar dirigida, férreamente, por el general Al Sisi. La debilidad de Irak y Siria, ambas debilitadas por las guerras que se vienen sucediendo desde hace años, las han convertido en víctimas propiciatorias para que, los terroristas yihadistas del EI, hayan encontrado el lugar ideal en el que iniciar sus conquistas, imponiendo la ley del terror; en un principio financiados por algunos países que pensaron sacar provecho de ello pero, más tarde, autofinanciados por sus conquistas que les permitieron hacerse con pozos de petróleo que les han servido para, vendiéndolo a bajo precio, conseguir una sólida financiación.

Lo evidente es que, con esta clase de personajes, con estos fanáticos del Islam, con quienes han sido instruidos en que, todo el que no sea islamista es alguien al que hay que eliminar; que los que mueren al servicio de la causa van directamente al paraíso de Ala y, de paso, se les proporciona, aquí en la tierra, toda clase de alicientes como son: mujeres esclavas, dinero a espuertas, vida aventurera, armas nuevas, buena comida, buenos coches y poco trabajo ( las esclavas son las que les prestan todos los servicios que pudieran necesitar); es fácil colegir que sea fácil conseguir reclutar, para su causa, a jóvenes a los que una vida muelle a cambio, de aceptar convertirse al Islam, puede resultar sumamente atractiva. Váyanles ustedes, a estos tipos y a los imanes que los dirigen, con buenas palabras, con propuestas de alianzas o con razonamientos y ofertas económicas; para que se decidan a entregar las armas, regresar a sus viejas chozas en el desierto y volver a la aburrida rutina de cuidar de sus rebaños de cabras y soportar los vientos del desierto.

Lo evidente es que, y los acontecimientos últimos lo demuestran sin lugar a dudas, aquí no caben dudas, componendas o intentos de hacer razonar a quienes no entienden otro argumento que la fuerza y la subsiguiente derrota. O ellos o nosotros. Sus intenciones ya las vienen anunciando desde el principio de su égida en contra de los blancos, los infieles a los que hay que eliminar y todos aquellos que se opongan a ser sometidos por el yihadismo terrorista. Ya los tenemos por todo, desde el norte de África a las fronteras este de Europa y, es evidente, que han encontrado el camino fácil para entrar en Europa, posiblemente mezclados con los inmigrantes que, tan alegremente, hemos admitido o, simplemente, usando a los conversos que han entrenado en países europeos, como son los casos de España y, por lo visto, la misma Francia.

Los intentos de llegar a arreglos eliminando a dictadores como Bachar Al Asad, no han servido más que para agravar el problema, con ha sucedido con el empeño de los EE.UU de ir apoyando a los rebeldes que luchan en contra del presidente y, a la vez, en contra del EI que, a la vez, en el colmo de la confusión, luchan contra el rais y los rebeldes; se ha demostrado que están condenados al fracaso. Se ha tenido que transigir, para dedicarse a luchar con el verdadero e inmediato enemigo que son los yihadistas. Los rusos lo han entendido mejor y donde actúan se nota, porque los avances son evidentes.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no vemos otra salida que, Europa, se deje de remilgos, se olvide de los que siempre intentan llegar a soluciones pactadas que nunca se consiguen, pero que alargan los conflictos, y se dedique a colaborar, si hace falta con tropas de a pie, a acabar con la amenaza yihadista en el mismo meollo donde tienen ubicado su centro de operaciones. En caso contrario, lo sucedido en Francia no será más que un anticipo de lo que pueda suceder en otras naciones, en cualquier momento en que los terroristas decidan actuar.

No satanizar el islamismo, pero no ignorar el peligro del terrorismo yihadista

Un joven desconocido interpreta Imagine de John Lennor junto a la discoteca Bataclan de París
Miguel Massanet
domingo, 15 de noviembre de 2015, 10:23 h (CET)
Un drama humano de inimaginables consecuencias tuvo lugar ayer, viernes 13, en París. Terrorismo de alto calibre, llevado a cabo por fanáticos islamistas, segó de cuajo la vida de más de 120 e hirió a cerca de 180 (80 de ellas en estado crítico) personas inocentes que intentaban divertirse en aquel barrio cosmopolita de la capital francesa. Una vez más la insania humana ha dado muestras de ser insensible al dolor humano, en una muestra de la más absurda intolerancia y crueldad de aquellos que han decidido formar parte de un ejército de desalmados, dirigidos por sátrapas, convencidos que su deber es acabar con todos aquellos que no se avengan a formar parte de su secta criminal.

Por una vez, Europa, ha dado muestras de una sensibilidad que, en raras ocasiones, hemos podido percibir los que pertenecemos a ella. Francia entera se ha levantado, en una muestra de patriotismo edificante, en contra de aquellos que han despreciado su democracia, han pretendido desafiarla y han osado atacarla en lo más sensible de su orgullo patrio. La Marsellesa, entonada espontáneamente por un numeroso grupo de ciudadanos que salían del estadio de fútbol, ubicado en las cercanías del lugar de la masacre, bastó para poner el vello erizado a aquellos que tuvieron ocasión de presenciar tal demostración de patriotismo y dignidad humana. El resto de naciones han reaccionado como si fueran una, condenando el suceso y lamentando el dolor que se ha infligido a unas personas que, como las del resto de los 27 países restantes, intentamos formar una unión en la que todos nos sintamos cómodos y arropados por unas leyes comunes que nos fortalezcan, precisamente contra estos intentos de desestabilizarnos por parte de quienes quieren acabar con nuestra cultura con el objeto de implantar, a la fuerza, la suya propia.

Como no podían faltar, han aparecido como setas todos aquellos que, cuando se produce algún hecho similar, pretenden presentarse como “entendidos”, “expertos” y “bien documentados” sobre el tema terrorista. Por raro que pueda parecer suelen coincidir en pedir a los ciudadanos que no confundamos “terrorismo” con yihadismo, insistiendo en el peligro de que los islamistas se pudieran “sentir ofendidos” o “molestos” por una generalización que, para quienes opinan de esta manera, pudiera a contribuir a agriar el problema. Sus soluciones siempre suelen ser muy pacíficas, muy razonables, muy suaves y, por qué no decirlo, muy humillantes y cobardes. Veamos si nos entendemos: lo que está sucediendo en Oriente Medio tuvo su inicio en algo que se inició en Túnez, según se dijo a través de un llamamiento desde las redes sociales, que dio paso a lo que se vino en denominar “la primavera árabe” y que incendió toda aquella región con las llamas revolucionarias.

Es posible que aún haya algunos, ilusos o soñadores, que sigan creyendo que el mundo en el que vivimos es injusto y que todavía hay posibilidades de conseguir que los malos se rediman y acabemos todos viviendo en un segundo “paraíso terrenal”, una especie de Cielo en la tierra. Por desgracia, todos sabemos que estamos aquí para purgar, no sabemos muy bien que horribles atentados en contra de los dioses del Olimpo y que, por mucho que intentemos inclinar el platillo del bien siempre se producirá un momento en el que el del mal acabará tirando de él. La “laudable” pretensión de expulsar a los dictadores del Norte de África, contrariamente a lo que se aparentaba, estuvo maleada en su propio inicio por las ambiciones de algunas naciones europeas sobre los atractivos pozos de petróleo de la Libia de Gadafi, que eran ambicionados también por Francia y posiblemente por otros países que más se destacaron en el apoyo a la famosa revolución “democrática”, que tan fatales consecuencias ha traído para las naciones afectadas y, de paso, para el Oriente Medio y la propia Europa; que ahora padece las consecuencias de su falta de previsión y su avaricia.

El Estado Islámico ha sido la consecuencia de la extensión del islamismo radical que ha recorrido todos los países afectados por la revolución, desde Túnez al Yemen, aprovechando la inestabilidad producida por el derrocamiento de los dictadores, que eran los únicos capaces de dominar a las turbas, sin que haya habido quien haya sido capaz, quizá con la excepción del caso de Túnez, de constituir gobiernos estables y democráticos en el resto de los países asolados por la revolución. Egipto ha sido el único que, después de que las hordas se pronunciaran por los “hermanos musulmanes”, derrocando y encarcelando al general Mubarach, fueron los propios ciudadanos laicistas quienes, ayudados por el ejército, derrotaron al gobierno legítimo islamista, para volver al principio, o sea a una dictadura militar dirigida, férreamente, por el general Al Sisi. La debilidad de Irak y Siria, ambas debilitadas por las guerras que se vienen sucediendo desde hace años, las han convertido en víctimas propiciatorias para que, los terroristas yihadistas del EI, hayan encontrado el lugar ideal en el que iniciar sus conquistas, imponiendo la ley del terror; en un principio financiados por algunos países que pensaron sacar provecho de ello pero, más tarde, autofinanciados por sus conquistas que les permitieron hacerse con pozos de petróleo que les han servido para, vendiéndolo a bajo precio, conseguir una sólida financiación.

Lo evidente es que, con esta clase de personajes, con estos fanáticos del Islam, con quienes han sido instruidos en que, todo el que no sea islamista es alguien al que hay que eliminar; que los que mueren al servicio de la causa van directamente al paraíso de Ala y, de paso, se les proporciona, aquí en la tierra, toda clase de alicientes como son: mujeres esclavas, dinero a espuertas, vida aventurera, armas nuevas, buena comida, buenos coches y poco trabajo ( las esclavas son las que les prestan todos los servicios que pudieran necesitar); es fácil colegir que sea fácil conseguir reclutar, para su causa, a jóvenes a los que una vida muelle a cambio, de aceptar convertirse al Islam, puede resultar sumamente atractiva. Váyanles ustedes, a estos tipos y a los imanes que los dirigen, con buenas palabras, con propuestas de alianzas o con razonamientos y ofertas económicas; para que se decidan a entregar las armas, regresar a sus viejas chozas en el desierto y volver a la aburrida rutina de cuidar de sus rebaños de cabras y soportar los vientos del desierto.

Lo evidente es que, y los acontecimientos últimos lo demuestran sin lugar a dudas, aquí no caben dudas, componendas o intentos de hacer razonar a quienes no entienden otro argumento que la fuerza y la subsiguiente derrota. O ellos o nosotros. Sus intenciones ya las vienen anunciando desde el principio de su égida en contra de los blancos, los infieles a los que hay que eliminar y todos aquellos que se opongan a ser sometidos por el yihadismo terrorista. Ya los tenemos por todo, desde el norte de África a las fronteras este de Europa y, es evidente, que han encontrado el camino fácil para entrar en Europa, posiblemente mezclados con los inmigrantes que, tan alegremente, hemos admitido o, simplemente, usando a los conversos que han entrenado en países europeos, como son los casos de España y, por lo visto, la misma Francia.

Los intentos de llegar a arreglos eliminando a dictadores como Bachar Al Asad, no han servido más que para agravar el problema, con ha sucedido con el empeño de los EE.UU de ir apoyando a los rebeldes que luchan en contra del presidente y, a la vez, en contra del EI que, a la vez, en el colmo de la confusión, luchan contra el rais y los rebeldes; se ha demostrado que están condenados al fracaso. Se ha tenido que transigir, para dedicarse a luchar con el verdadero e inmediato enemigo que son los yihadistas. Los rusos lo han entendido mejor y donde actúan se nota, porque los avances son evidentes.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no vemos otra salida que, Europa, se deje de remilgos, se olvide de los que siempre intentan llegar a soluciones pactadas que nunca se consiguen, pero que alargan los conflictos, y se dedique a colaborar, si hace falta con tropas de a pie, a acabar con la amenaza yihadista en el mismo meollo donde tienen ubicado su centro de operaciones. En caso contrario, lo sucedido en Francia no será más que un anticipo de lo que pueda suceder en otras naciones, en cualquier momento en que los terroristas decidan actuar.

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