Querido Efraín: Tal vez me preguntes aún por qué razón dijo el Apóstol Pablo que “no sabemos pedir lo que nos conviene”, siendo así que podemos pensar que tanto el mismo Pablo como aquellos a quienes él se dirigía, conocían la oración que Cristo nos enseñó, el Padre Nuestro.
Porque él mismo experimentó, seguramente, su incapacidad de orar como conviene. Por eso quiso manifestarnos su ignorancia; en efecto, cuando, en medio de la grandeza de sus revelaciones, le fue dado el aguijón de su carne, el demonio lo apaleaba, desconociendo la manera conveniente de orar. Pablo pidió tres veces al Señor que lo librara de esta aflicción. Y oyó la respuesta de Dios y el porqué no se realizaba ni era conveniente que se realizase lo que pedía un hombre tan santo: “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad”.
Ciertamente, en aquellas tribulaciones que pueden ocasionarnos daño no sabemos cómo debemos orar; pues, como dichas tribulaciones nos resultan duras y molestas y van contra nuestra débil naturaleza, todos coincidimos naturalmente en pedir que se alejen de nosotros. Pero, por el amor que nuestro Dios y Señor nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de nosotros aquellos contratiempos es porque nos olvida; sino, más bien, por la paciente tolerancia de estos males, esperemos obtener bienes mayores, y así la fuerza se realiza en la debilidad. Esto, en efecto, fue escrito para que nadie se enorgullezca si, cuando pide con impaciencia, es escuchado en aquello que no le conviene, y para que nadie decaiga ni desespere de la misericordia divina si su oración no es escuchada en aquello que pidió y que, posiblemente, pudiera causarle un mal mayor, o bien, ocasión de que engreído por la prosperidad corriera el riesgo de perderse. En tales casos, ciertamente, no sabemos pedir lo que nos conviene.
Por tanto, si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra. De ello nos dio ejemplo el mismo Jesucristo, el cual dijo en su Pasión: “Padre, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz”, pero, con perfecta abnegación de la voluntad humana que recibió al hacerse hombre, añadió inmediatamente: “Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”. Por lo cual entendemos perfectamente que por la obediencia todos se convertirán en justos.
Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.