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Disyuntivas de la felicidad

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La felicidad no parece tener forma, cómo delimitarla, cómo definirla; eso sí, es generosa en contenidos. Si pretendo cogerla no hay por donde, al no tener forma es evanescente. Su contenido circula sin penetrar en ninguna figura. Es una entidad fascinante, resistente a las dominaciones populistas, tentadora y casquivana a la vez, con ese toque genial de estar siempre disponible. Su CAPTACIÓN es delicada, de reconocimiento puntilloso, disfrute diferenciado y desaparición matizada hasta el infinito. Mezcla las sensaciones y los datos objetivos con una inigualable maestría, en busca de mentalidades de acogida, a las que encuentra dispuestas, distraídas, enajenadas o imposibilitadas, oscilantes entre la gratificación y la crueldad.

En el salón de espejos de la vida aparecen las matizaciones infinitas de las situaciones felices; faltando aún la percepción íntima de los protagonistas, casi imposible de transmitir con palabras. Tratamos de una apreciación SUBJETIVA, su realidad al completo apenas queda reflejada en las apariencias. De ahí el carácter estrafalario de los presuntuosos estudiosos, con la publicación de mediciones de la felicidad; su osadía comprende la supuesta evaluación de la felicidad en todo un país, comparando unos con otros; y eso, con la medición exclusiva de unos parámetros escogidos por los investigadores. Nos toman el pelo, quién sabe con qué fines utilitarios, manipulación de la opinión ciudadana, réditos económicos o políticos, o simple afán de notoriedad.

El estancamiento pudre las mejores naturalezas, es enemigo de la vitalidad. No se libran los logros felices, precisan del dinamismo de los intercambios RENOVADORES, de las pulsiones sucesivas. No entenderíamos la felicidad estática, porque sería una parálisis en toda regla, una anulación de funciones. Es la sensación de estar vivo, bien despierto, la facilitadora de las demás sensaciones, entre ellas, la placentera de sentirse feliz. Establece una conexiones inestables entre los adentros recónditos y los ambientes, en un alarde existencial. La intimidad funciona en contacto permanente con estímulos exteriores, que también resultan cruciales; en lo peor, como impedimentos al desarrollo feliz; para bien, como refuerzo de las felices posibilidades.

El recorrido de la insatisfacción a la satisfacción nos acerca al estado feliz, aunque no aporta todos los condicionamientos. Al bienestar le faltan aún matices perceptivos para el goce, sensibilidad, afectos o fantasías; que están presentes en la culminación feliz. Muchos de estos componentes aparecen de forma imprevisible, por lo que no controlamos del todo esa serie de sumandos. Sin embargo, haríamos mal en olvidar la decisiva intervención voluntaria de ciertas ACTITUDES, para el buen enfoque de tales trayectorias. Entre la fortuna y la laboriosidad surge la felicidad. La primera es cuestión de suerte; es en la siguiente, donde a base del trabajo oportuno, aumentaremos los ratos felices con las aportaciones pertinentes.

Ayudando a la suerte podemos recurrir a la plataforma de apoyo colaboradora de la felicidad; revisando las disponibilidades, las querencias e incluso la imaginación; constituyen un trípode consistente para ese fin. La primera sensación de bienestar satisface necesidades básicas, pero representa sólo una parcela de dimensiones muy variables de unas personas a otras. La PRIORIDAD de los objetivos exige un buen planteamiento, porque podemos pretender objetivos, incluso destructores de la personalidad; por lo tanto, a cada persona le conviene una buena orientación de sus necesidades en una labor interna que no es posible delegar a los foráneos. El riesgo en la elección es patente.

En estas peripecias resultan decisivos aquellos anhelos que pujan en la mente de cada sujeto, sus DESEOS. Al margen de la razón y de otras muchas circunstancias, brotan a través de intrincados mecanismos desconocidos. Como el amor o el odio, muestran su carácter espontáneo, arraigado progresivamente en las conductas de sus portadores. Ahora bien, la espontaneidad les confiere también una polivalencia riesgosa conducente a logros contradictorios. Su ensamblaje placentero o frustrante con la experiencia personal forma parte de la aventura. Pese a todo, los ejemplos recalcan la poca atención que prestamos a dichas ambigüedades, en una frivolidad que no acabamos de corregir.

Qué sería de nosotros sin la imaginación; la solución para cada nuevo reto quedaría bloqueada por falta de iniciativas adaptables a la novedad presentada. Constituye algo así como la apertura de la válvula que da paso a la esperanza, el atractivo del impulso sugerente para la superación de las contrariedades. Es capaz de transmitirnos la ILUSIÓN motivadora para el inicio de nuevas tareas, y cada reto asumido impone la novedad del momento. Son unos gramos de ilusión imprescindibles. Para la consecución de los mínimos vitales; pero sobre todo, para aproximarnos a los máximos de ensueño, añorados, aunque quizá no trabajados lo suficiente. El reinado de esta fantasía adquiere rasgos mágicos.

Hay demasiadas trayectorias circulares, más bien espirales, introductoras de las personas en terribles agujeros inmundos, acaban disgregadas e irreconocibles. De las causas toleradas a los efectos perniciosos, estos configuran nuevas causas para futuras consecuencias aún peores, en una increible peregrinación retrógrada e incesante. Arrimadas al dinero, la gestión social, las pasiones y los vicios, su combustible no caduca. La QUEBRADURA de dichas trayectorias requiere una enérgica templanza, sin la cual, suelen agravarse los rumbos infelices. De manera trágica, cuando son emprendidas por agentes aislados e impostores. Sólo el recurso de la concienciación personal participativa posibilitará la transformación anhelada.

Dado que las penalidades abundan y los recursos racanean, podemos permanecer absorbidos por las tribulaciones, aturdidos; precisamos del revulsivo de actividades complementarias, para salir del atolladero. En mi experiencia personal, fue de mucha utilidad para los afectados, la adscripción a las actividades COLATERALES, adaptadas a los gustos particulares (Lectura, deportivas, coleccionismo, prácticas altruistas, cocina, pintura, etc.), con la condición de inculcarles el sello personal en el combate contra la rutina. En esa dedicación concienzuda permanecen concentrados los mejores impulsos gratificantes, una estimable iniciación a los rasgos configurativos de la felicidad; como es lógico, pendientes de otras actitudes continuadoras.

En la neurona secreta reservamos mecanismos ágiles para emplearlos en momentos cruciales. Y,¡Cómo no!, constituyen un buen refuerzo en aquellas acciones en que buscamos la felicidad. De allí sacamos la teclas del humor, el buen gusto, el esfuerzo y el discernimiento; ocupando con ellos los resquicios disponibles. Con tantas posibilidades, la felicidad es también una TAREA y no una simple casualidad.

Escribió Andre Gide, no creer en el diablo implica dejarle todas las oportunidades. Da por supuesta la creencia implícita en la presencia de los DIABÓLICOS. Quienes no deciden laborar por las cuotas individuales o colectivas de felicidad a nuestro alcance, dejan en total libertad a quienes las coartan, que suelen ser muchos.

Disyuntivas de la felicidad

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 13 de noviembre de 2015, 07:38 h (CET)
La felicidad no parece tener forma, cómo delimitarla, cómo definirla; eso sí, es generosa en contenidos. Si pretendo cogerla no hay por donde, al no tener forma es evanescente. Su contenido circula sin penetrar en ninguna figura. Es una entidad fascinante, resistente a las dominaciones populistas, tentadora y casquivana a la vez, con ese toque genial de estar siempre disponible. Su CAPTACIÓN es delicada, de reconocimiento puntilloso, disfrute diferenciado y desaparición matizada hasta el infinito. Mezcla las sensaciones y los datos objetivos con una inigualable maestría, en busca de mentalidades de acogida, a las que encuentra dispuestas, distraídas, enajenadas o imposibilitadas, oscilantes entre la gratificación y la crueldad.

En el salón de espejos de la vida aparecen las matizaciones infinitas de las situaciones felices; faltando aún la percepción íntima de los protagonistas, casi imposible de transmitir con palabras. Tratamos de una apreciación SUBJETIVA, su realidad al completo apenas queda reflejada en las apariencias. De ahí el carácter estrafalario de los presuntuosos estudiosos, con la publicación de mediciones de la felicidad; su osadía comprende la supuesta evaluación de la felicidad en todo un país, comparando unos con otros; y eso, con la medición exclusiva de unos parámetros escogidos por los investigadores. Nos toman el pelo, quién sabe con qué fines utilitarios, manipulación de la opinión ciudadana, réditos económicos o políticos, o simple afán de notoriedad.

El estancamiento pudre las mejores naturalezas, es enemigo de la vitalidad. No se libran los logros felices, precisan del dinamismo de los intercambios RENOVADORES, de las pulsiones sucesivas. No entenderíamos la felicidad estática, porque sería una parálisis en toda regla, una anulación de funciones. Es la sensación de estar vivo, bien despierto, la facilitadora de las demás sensaciones, entre ellas, la placentera de sentirse feliz. Establece una conexiones inestables entre los adentros recónditos y los ambientes, en un alarde existencial. La intimidad funciona en contacto permanente con estímulos exteriores, que también resultan cruciales; en lo peor, como impedimentos al desarrollo feliz; para bien, como refuerzo de las felices posibilidades.

El recorrido de la insatisfacción a la satisfacción nos acerca al estado feliz, aunque no aporta todos los condicionamientos. Al bienestar le faltan aún matices perceptivos para el goce, sensibilidad, afectos o fantasías; que están presentes en la culminación feliz. Muchos de estos componentes aparecen de forma imprevisible, por lo que no controlamos del todo esa serie de sumandos. Sin embargo, haríamos mal en olvidar la decisiva intervención voluntaria de ciertas ACTITUDES, para el buen enfoque de tales trayectorias. Entre la fortuna y la laboriosidad surge la felicidad. La primera es cuestión de suerte; es en la siguiente, donde a base del trabajo oportuno, aumentaremos los ratos felices con las aportaciones pertinentes.

Ayudando a la suerte podemos recurrir a la plataforma de apoyo colaboradora de la felicidad; revisando las disponibilidades, las querencias e incluso la imaginación; constituyen un trípode consistente para ese fin. La primera sensación de bienestar satisface necesidades básicas, pero representa sólo una parcela de dimensiones muy variables de unas personas a otras. La PRIORIDAD de los objetivos exige un buen planteamiento, porque podemos pretender objetivos, incluso destructores de la personalidad; por lo tanto, a cada persona le conviene una buena orientación de sus necesidades en una labor interna que no es posible delegar a los foráneos. El riesgo en la elección es patente.

En estas peripecias resultan decisivos aquellos anhelos que pujan en la mente de cada sujeto, sus DESEOS. Al margen de la razón y de otras muchas circunstancias, brotan a través de intrincados mecanismos desconocidos. Como el amor o el odio, muestran su carácter espontáneo, arraigado progresivamente en las conductas de sus portadores. Ahora bien, la espontaneidad les confiere también una polivalencia riesgosa conducente a logros contradictorios. Su ensamblaje placentero o frustrante con la experiencia personal forma parte de la aventura. Pese a todo, los ejemplos recalcan la poca atención que prestamos a dichas ambigüedades, en una frivolidad que no acabamos de corregir.

Qué sería de nosotros sin la imaginación; la solución para cada nuevo reto quedaría bloqueada por falta de iniciativas adaptables a la novedad presentada. Constituye algo así como la apertura de la válvula que da paso a la esperanza, el atractivo del impulso sugerente para la superación de las contrariedades. Es capaz de transmitirnos la ILUSIÓN motivadora para el inicio de nuevas tareas, y cada reto asumido impone la novedad del momento. Son unos gramos de ilusión imprescindibles. Para la consecución de los mínimos vitales; pero sobre todo, para aproximarnos a los máximos de ensueño, añorados, aunque quizá no trabajados lo suficiente. El reinado de esta fantasía adquiere rasgos mágicos.

Hay demasiadas trayectorias circulares, más bien espirales, introductoras de las personas en terribles agujeros inmundos, acaban disgregadas e irreconocibles. De las causas toleradas a los efectos perniciosos, estos configuran nuevas causas para futuras consecuencias aún peores, en una increible peregrinación retrógrada e incesante. Arrimadas al dinero, la gestión social, las pasiones y los vicios, su combustible no caduca. La QUEBRADURA de dichas trayectorias requiere una enérgica templanza, sin la cual, suelen agravarse los rumbos infelices. De manera trágica, cuando son emprendidas por agentes aislados e impostores. Sólo el recurso de la concienciación personal participativa posibilitará la transformación anhelada.

Dado que las penalidades abundan y los recursos racanean, podemos permanecer absorbidos por las tribulaciones, aturdidos; precisamos del revulsivo de actividades complementarias, para salir del atolladero. En mi experiencia personal, fue de mucha utilidad para los afectados, la adscripción a las actividades COLATERALES, adaptadas a los gustos particulares (Lectura, deportivas, coleccionismo, prácticas altruistas, cocina, pintura, etc.), con la condición de inculcarles el sello personal en el combate contra la rutina. En esa dedicación concienzuda permanecen concentrados los mejores impulsos gratificantes, una estimable iniciación a los rasgos configurativos de la felicidad; como es lógico, pendientes de otras actitudes continuadoras.

En la neurona secreta reservamos mecanismos ágiles para emplearlos en momentos cruciales. Y,¡Cómo no!, constituyen un buen refuerzo en aquellas acciones en que buscamos la felicidad. De allí sacamos la teclas del humor, el buen gusto, el esfuerzo y el discernimiento; ocupando con ellos los resquicios disponibles. Con tantas posibilidades, la felicidad es también una TAREA y no una simple casualidad.

Escribió Andre Gide, no creer en el diablo implica dejarle todas las oportunidades. Da por supuesta la creencia implícita en la presencia de los DIABÓLICOS. Quienes no deciden laborar por las cuotas individuales o colectivas de felicidad a nuestro alcance, dejan en total libertad a quienes las coartan, que suelen ser muchos.

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