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Putin y Oriente Medio

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La nueva geopolítica rusa en Oriente Próximo pasaría pues por un decidido apoyo al régimen sirio de Al-Assad y a Irán con el objetivo de fijar su posición como colaborador ineludible en la búsqueda de un acuerdo global para todo el Oriente PROME y consciente de que jugaba con ventaja ante la incapacidad de EE UU y sus aliados europeos de marcar la iniciativa en los conflictos de Oriente Medio y Próximo (Egipto, Siria, Palestina e Irán), Putin aprovechó la gran oportunidad que se le presentó de recuperar la influencia internacional que Rusia había perdido en los últimos años.

Así, la jugada maestra de Putin convenciendo a Assad para que entregue todo su arsenal de armas químicas y el escaso apoyo internacional recibido por Obama para iniciar su operación militar contra Siria forzará a las partes implicadas a una nueva Conferencia de Ginebra que levantará acta de la división “de facto” de Siria en dos partes ( rememorando la Guerra de Laos y los Acuerdos de Ginebra de 1.954 con Jruschov), con lo que la crisis siria se limitaría de momento a una puesta en escena en la que los actores participantes usarán el escenario sirio como banco de pruebas para un posterior conflicto a gran escala que englobará a Israel y Egipto y que podría reeditar la Guerra de los Seis Días en el horizonte del próximo quinquenio.

Putin orientará posteriormente su estrategia hacia el resto del mundo árabe del arco mediterráneo, revitalizando la doctrina del pathos anticolonial, basada en la ayuda a los regímenes nacionalistas árabes en su lucha contra la influencia occidental y que tendrá su plasmación en renovados proyectos de cooperación económica y en una intensa cooperación militar, lo que unido al evidente desapego afectivo del general egipcio al Sisi respecto a los países occidentales, el previsible fracaso de la enésima ronda de conversaciones de paz palestino-israelíes y la delicada situación económica en que se encuentra Egipto ( país pobre de iure y subsidiado de facto), provocará un estrechamiento de relaciones ruso-egipcias que supondría un cambio geopolítico total en el complicado puzzle de Oriente Próximo.

Así, Rusia pasaría a ser elemento referente y socio estratégico de Egipto, convirtiéndose Egipto en el portaaviones continental de Rusia (rememorando la política de Jruschov cuando Egipto era el principal socio de la URSS en la región y su Presidente Nasser fue condecorado con la Estrella de Héroe de la Unión Soviética), influencia que podría conseguir que Sisi enarbolara la bandera de un nuevo movimiento panarabista que tras extender su efecto mimético al resto de países árabes que circundan a Israel ( Siria, Líbano, Palestina, Jordania e Irak ) reeditará la Guerra de los Seis Días en la que Jruschov apoyó militarmente al Egipto de Nasser (1.967).

Dicho enfrentamiento será aprovechada por EEUU, Gran Bretaña e Israel para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por dichos países y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales (Gran Israel). Recordar que el Proyecto del Gran Israel (Eretz Israel), sería hijo del atavismo bíblico y bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que “ hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y trasferida posteriormente a sus descendientes”, lo que supondría la restauración de la Declaración Balfour (1.917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía desde el Mediterráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte noriental de Irak , parte norte de Arabia Saudí, la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí en Egipto así como Jordania, que pasaría a denominarse Palesjordán tras ser obligado a acoger a toda la población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza forzada a una diáspora masiva (nueva nakba).

Putin y Oriente Medio

Germán Gorráiz López
miércoles, 4 de noviembre de 2015, 11:43 h (CET)
La nueva geopolítica rusa en Oriente Próximo pasaría pues por un decidido apoyo al régimen sirio de Al-Assad y a Irán con el objetivo de fijar su posición como colaborador ineludible en la búsqueda de un acuerdo global para todo el Oriente PROME y consciente de que jugaba con ventaja ante la incapacidad de EE UU y sus aliados europeos de marcar la iniciativa en los conflictos de Oriente Medio y Próximo (Egipto, Siria, Palestina e Irán), Putin aprovechó la gran oportunidad que se le presentó de recuperar la influencia internacional que Rusia había perdido en los últimos años.

Así, la jugada maestra de Putin convenciendo a Assad para que entregue todo su arsenal de armas químicas y el escaso apoyo internacional recibido por Obama para iniciar su operación militar contra Siria forzará a las partes implicadas a una nueva Conferencia de Ginebra que levantará acta de la división “de facto” de Siria en dos partes ( rememorando la Guerra de Laos y los Acuerdos de Ginebra de 1.954 con Jruschov), con lo que la crisis siria se limitaría de momento a una puesta en escena en la que los actores participantes usarán el escenario sirio como banco de pruebas para un posterior conflicto a gran escala que englobará a Israel y Egipto y que podría reeditar la Guerra de los Seis Días en el horizonte del próximo quinquenio.

Putin orientará posteriormente su estrategia hacia el resto del mundo árabe del arco mediterráneo, revitalizando la doctrina del pathos anticolonial, basada en la ayuda a los regímenes nacionalistas árabes en su lucha contra la influencia occidental y que tendrá su plasmación en renovados proyectos de cooperación económica y en una intensa cooperación militar, lo que unido al evidente desapego afectivo del general egipcio al Sisi respecto a los países occidentales, el previsible fracaso de la enésima ronda de conversaciones de paz palestino-israelíes y la delicada situación económica en que se encuentra Egipto ( país pobre de iure y subsidiado de facto), provocará un estrechamiento de relaciones ruso-egipcias que supondría un cambio geopolítico total en el complicado puzzle de Oriente Próximo.

Así, Rusia pasaría a ser elemento referente y socio estratégico de Egipto, convirtiéndose Egipto en el portaaviones continental de Rusia (rememorando la política de Jruschov cuando Egipto era el principal socio de la URSS en la región y su Presidente Nasser fue condecorado con la Estrella de Héroe de la Unión Soviética), influencia que podría conseguir que Sisi enarbolara la bandera de un nuevo movimiento panarabista que tras extender su efecto mimético al resto de países árabes que circundan a Israel ( Siria, Líbano, Palestina, Jordania e Irak ) reeditará la Guerra de los Seis Días en la que Jruschov apoyó militarmente al Egipto de Nasser (1.967).

Dicho enfrentamiento será aprovechada por EEUU, Gran Bretaña e Israel para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por dichos países y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales (Gran Israel). Recordar que el Proyecto del Gran Israel (Eretz Israel), sería hijo del atavismo bíblico y bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que “ hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y trasferida posteriormente a sus descendientes”, lo que supondría la restauración de la Declaración Balfour (1.917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía desde el Mediterráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte noriental de Irak , parte norte de Arabia Saudí, la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí en Egipto así como Jordania, que pasaría a denominarse Palesjordán tras ser obligado a acoger a toda la población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza forzada a una diáspora masiva (nueva nakba).

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