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Halloween vs ¿nada mejor que hacer?

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Todos los los años ocurre lo mismo al llegar los últimos días de octubre. Como si de una batalla por el Toro de la Vega se tratara, muchos son quienes se posicionan a favor o en contra de la fiesta de Halloween, y es frecuente escuchar comentarios de todo tipo y entablar debates de lo más acalorado respecto a este tema.

Muchos son quienes, como ocurre en Navidad con la tradición del árbol o el belén, afirman que no están dispuestos a celebrar fiestas foráneas porque les resultaría tan absurdo como que “en Estados Unidos se baje al Cristo de los Faroles en romería” [sic]. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, quienes rechazan la festividad de origen anglosajón no consiguen invertir la tendencia actual y muchos se preguntan por qué motivo fracasan en su intento. La respuesta es sencilla: porque en España, al contrario de lo que ocurre en, por ejemplo, México con el Día de Muertos, no hemos sabido transmitir nuestras propias tradiciones y hacerlas más atractivas que aquellas que hoy nos invaden.

Al preguntar a mis alumnos por las tradiciones españolas para estos días, ninguno supo responder salvo un tímido “llevar flores al cementerio”, dejando entrever el profundo desconocimiento sobre nuestra cultura.

Pedir dulces
Lo cierto es que lo que nos parece una fiesta estadounidense es, en realidad, de origen celta y, como tal, ya celebraba en Europa, incluyendo España, mucho antes de que Estados Unidos existiera siquiera. Se sabe, por ejemplo, que en muchos lugares de Galicia, Asturias y parte de Castilla los niños, con la cara teñida de carbón, pedían dulces en las casas al llegar la víspera del Día de Todos los Santos.

Calabazas talladas
Se recoge también en muchos lugares del norte y el noroeste peninsular la tradición de tallar calabazas y nabos para atraer a los buenos espíritus y ahuyentar a los malos. En pueblos como Ajalvir (Madrid) se usaba el cráneo de un asno en vez de la calabaza; y en Tielmes (Madrid) se empleaban botijos.

Comidas, festines y banquetes
Algo que sí parece tener claro la gente es que existen comidas típicas para estas fechas, aunque no termina de ponerse de acuerdo sobre los productos. Lo cierto es que nuestro país es tan rico en tradiciones como en gastronomía: todavía se comen churros o buñuelos con chocolate, así como buñuelos de viento, huesos de santo a base de mazapán, panellets en la zona de influencia catalana, castañas en todo el territorio nacional, de las que vienen fiestas como las castañadas gallegas y catalanas (Gaztainerra y Magosta en País Vasco y Cantabria respectivamente); tostones, roscos y nuegados en Castilla-La Mancha, o los panes antropomórficos de La Sagra (Toledo). Y todo ellos remojado con aguardiente, como el de La Angélica, elaborado en los pueblos de Gredos.

Además, mandaba la tradición que al día siguiente las familias fueran a comer al cementerio en las tumbas de sus seres queridos, tal como vemos hoy en México. En Asturias, por ejemplo, encontramos el llamado Banquete de Difuntos, perseguido más tarde por la Iglesia.

Fantasmas y brujas
En cuanto a seres fantasmagóricos y mágicos se refiere, España goza de una inmensa cantidad de manifestaciones. Así, en nuestro país se extendió la tradición de encender luces y hogueras para guiar a las ánimas de la Santa Compaña, de la que tenemos más muestras en Galicia y algunas zonas del sur (Güestia en Asturias y los Finaos en Canarias). Y la tradición brujesca no es menor aquí que en otros países. Para muestra un botón: España cuenta con el único pueblo excomulgado, y maldito por tanto, a las faldas del Moncayo y que no es otro que el de Trasmoz, inmortalizado por Gustavo Adolfo Bécquer, y las meigas gallegas son conocidas en todo el país. En pueblos como Cudillero (Asturias), los pescadores no salían a faenar esos días porque, afirmaban, las redes se recogían llenas de huesos de difuntos.

Y hablando de literatura y difuntos, muchos parecen haber olvidado que en España suele representarse la obra “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla, por su relación con temas como la muerte, el amor y la fortuna.

Por todo esto, España puede sentirse muy orgullosa de su ancestral cultura. Nada hay que envidiar a otros territorios. Pero mientras no seamos capaces de hacer valer nuestras fiestas y tradiciones, nada hay que pueda hacerse contra el cine, el miedo, y, por encima de todo, las ganas de fiesta de los amigos. Hasta que no pongamos en valor nuestro patrimonio intangible, nuestras celebraciones se irán perdiendo, no importa cuánto se proteste en los cafés, en la oscuridad de la noche espantadas por la luz y el jolgorio de las fiestas revitalizadas. Conocimiento y comunicación.

Halloween vs ¿nada mejor que hacer?

Francisco Cano Carmona
lunes, 2 de noviembre de 2015, 06:10 h (CET)
Todos los los años ocurre lo mismo al llegar los últimos días de octubre. Como si de una batalla por el Toro de la Vega se tratara, muchos son quienes se posicionan a favor o en contra de la fiesta de Halloween, y es frecuente escuchar comentarios de todo tipo y entablar debates de lo más acalorado respecto a este tema.

Muchos son quienes, como ocurre en Navidad con la tradición del árbol o el belén, afirman que no están dispuestos a celebrar fiestas foráneas porque les resultaría tan absurdo como que “en Estados Unidos se baje al Cristo de los Faroles en romería” [sic]. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, quienes rechazan la festividad de origen anglosajón no consiguen invertir la tendencia actual y muchos se preguntan por qué motivo fracasan en su intento. La respuesta es sencilla: porque en España, al contrario de lo que ocurre en, por ejemplo, México con el Día de Muertos, no hemos sabido transmitir nuestras propias tradiciones y hacerlas más atractivas que aquellas que hoy nos invaden.

Al preguntar a mis alumnos por las tradiciones españolas para estos días, ninguno supo responder salvo un tímido “llevar flores al cementerio”, dejando entrever el profundo desconocimiento sobre nuestra cultura.

Pedir dulces
Lo cierto es que lo que nos parece una fiesta estadounidense es, en realidad, de origen celta y, como tal, ya celebraba en Europa, incluyendo España, mucho antes de que Estados Unidos existiera siquiera. Se sabe, por ejemplo, que en muchos lugares de Galicia, Asturias y parte de Castilla los niños, con la cara teñida de carbón, pedían dulces en las casas al llegar la víspera del Día de Todos los Santos.

Calabazas talladas
Se recoge también en muchos lugares del norte y el noroeste peninsular la tradición de tallar calabazas y nabos para atraer a los buenos espíritus y ahuyentar a los malos. En pueblos como Ajalvir (Madrid) se usaba el cráneo de un asno en vez de la calabaza; y en Tielmes (Madrid) se empleaban botijos.

Comidas, festines y banquetes
Algo que sí parece tener claro la gente es que existen comidas típicas para estas fechas, aunque no termina de ponerse de acuerdo sobre los productos. Lo cierto es que nuestro país es tan rico en tradiciones como en gastronomía: todavía se comen churros o buñuelos con chocolate, así como buñuelos de viento, huesos de santo a base de mazapán, panellets en la zona de influencia catalana, castañas en todo el territorio nacional, de las que vienen fiestas como las castañadas gallegas y catalanas (Gaztainerra y Magosta en País Vasco y Cantabria respectivamente); tostones, roscos y nuegados en Castilla-La Mancha, o los panes antropomórficos de La Sagra (Toledo). Y todo ellos remojado con aguardiente, como el de La Angélica, elaborado en los pueblos de Gredos.

Además, mandaba la tradición que al día siguiente las familias fueran a comer al cementerio en las tumbas de sus seres queridos, tal como vemos hoy en México. En Asturias, por ejemplo, encontramos el llamado Banquete de Difuntos, perseguido más tarde por la Iglesia.

Fantasmas y brujas
En cuanto a seres fantasmagóricos y mágicos se refiere, España goza de una inmensa cantidad de manifestaciones. Así, en nuestro país se extendió la tradición de encender luces y hogueras para guiar a las ánimas de la Santa Compaña, de la que tenemos más muestras en Galicia y algunas zonas del sur (Güestia en Asturias y los Finaos en Canarias). Y la tradición brujesca no es menor aquí que en otros países. Para muestra un botón: España cuenta con el único pueblo excomulgado, y maldito por tanto, a las faldas del Moncayo y que no es otro que el de Trasmoz, inmortalizado por Gustavo Adolfo Bécquer, y las meigas gallegas son conocidas en todo el país. En pueblos como Cudillero (Asturias), los pescadores no salían a faenar esos días porque, afirmaban, las redes se recogían llenas de huesos de difuntos.

Y hablando de literatura y difuntos, muchos parecen haber olvidado que en España suele representarse la obra “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla, por su relación con temas como la muerte, el amor y la fortuna.

Por todo esto, España puede sentirse muy orgullosa de su ancestral cultura. Nada hay que envidiar a otros territorios. Pero mientras no seamos capaces de hacer valer nuestras fiestas y tradiciones, nada hay que pueda hacerse contra el cine, el miedo, y, por encima de todo, las ganas de fiesta de los amigos. Hasta que no pongamos en valor nuestro patrimonio intangible, nuestras celebraciones se irán perdiendo, no importa cuánto se proteste en los cafés, en la oscuridad de la noche espantadas por la luz y el jolgorio de las fiestas revitalizadas. Conocimiento y comunicación.

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