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Entrevista a la pintora Verónica Bustamante

“Me fascina la relatividad del color”

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El estudio de Verónica Bustamante (Verónica Díaz de Bustamante Loring) ocupa algo más de 20 m2 de un vetusto edificio del barrio de Malasaña madrileño. Tiene algo que me recuerda al decorado de la escena I de la ópera La Bohème, en la que un pintor, un poeta, un músico y un filósofo charlan (cantando) animadamente sobre la vida, el amor y el arte, protegidos por esas cuatro paredes del frío invierno parisino. No hay estufa de leña en este, pero sí muchos cuadros y dos balcones por el que entra la luz de la tarde. Afuera un bullicio de voces más asiáticas que castizas. Mangos y yucas. Productos exóticos que cada vez lo son menos. Un té y la voz de Enrique Morente en la particular “boheme” de Verónica Bustamante.

A mi pregunta, que nada entre las aguas de lo que es obligado y tópico a la vez, de cómo definiría su pintura, me responde:

“Es una pintura onírica; una mezcla de realismo y magia en la que aparecen fragmentos de cosas vividas y también de vidas anteriores. Una parte de mi espíritu es gitano; tengo un alma gitana. En una ocasión un patriarca gitano de una familia amiga me dijo: “Tú eres de los nuestros” Pero también hay algo de mí que es italiano, quizá por viejas resonancias familiares. En mis cuadros, Venecia aparece con mucha frecuencia. Existe una influencia renacentista; me fascinan la música y la pintura de ese periodo”

Estudiaste restauración y, de hecho, trabajaste durante algún tiempo en este campo
Así es. Esos fueron mis comienzos, aunque el dibujo y la pintura me habían interesado desde niña. Mi abuela, que era pintora aunque no profesional, me influyó mucho. Por otra parte la restauración me permitió conocer “la trastienda” de la pintura y me hizo comprender mucho sobre el color; porque para restaurar tienes que dar con el color justo, lo cual requiere una gran dosis de paciencia. Lo que me ocurrió fue que era “demasiado pintora” como para quedarme sólo en la restauración y, aunque tenía un contrato y trabajé en ello durante bastante tiempo (por las mañanas restauraba y por las tardes pintaba) al final pudo mi vocación de pintora. Estudíé durante cuatro años en una escuela de pintura muy buena y más adelante pasé una temporada en Nueva York asistiendo a unas clases en las que el profesor intervenía activamente en lo que estabas haciendo; podía incluso hasta deshacer lo que tenías entre manos.

Unnamed 18

Fue, entonces, una mala experiencia…
No; en absoluto. Era otra forma de enseñar que te hacía replantear la concepción del cuadro, buscando siempre una especie de contrapunto. Era una técnica un poco “bestial”, que puede no gustar a muchos aunque también tiene su lado positivo. A veces es bueno aplicar una “deconstrucción” de la idea original.

Ya para entonces habías dejado definitivamente el mundo de la restauración…
Prácticamente sí. En el 84 empecé a investigar sobre la pintura sobre soporte textil. Yo sola; insistiendo mucho. Hice escenografías; trabajé para Jesús de Pozo…

¿Qué influencia tienen la música y la danza en tu obra?
Enorme. En realidad, me interesa toda forma de Arte; pero muy especialmente el canto y la danza. Esta última forma parte de muchos de mis cuadros y pienso que acaso haya algo genético en esa influencia, ya que tuve una bisabuela que fue bailarina de la Ópera de París. En casa existía la costumbre de cantar cuando nos reuníamos. Como anécdota te puedo contar que a los diecisiete años debuté con una guitarra y un repertorio de canciones en italiano, en Club de Tenis de Santander. Siempre he estado en contacto con músicos.

Y con bailarines. ¿Cuándo surge tu relación profesional con Nacho Duato?
¡Ah! Esa fue una historia muy especial; una de esas casualidades que no lo son. La familia Maya tiene una compañía de teatro clásico y yo había asistido a una representación. A la salida, estando con uno de mis amigos de esta familia, apareció Nacho, que también era amigo de ellos, aunque hacía mucho tiempo que no se veían. Decidimos irnos a cenar. Éramos cuatro personas. Nacho me preguntó qué hacía y cuando le dije que era pintora quiso saber si yo podría pintar el mar. Respondí que sí, y a los tres días –recuerdo que era Jueves Santo y que estaba haciendo yoga en casa- recibí una llamada del Ballet Lírico Nacional para que firmara el contrato. Me quedé de una pieza; no me lo podía creer. Llegué a la sala donde estaba é ensayando con un pequeño grupo de bailarines. Sonaba una música increíble, mediterránea. Y me dijo: “Esto es lo que vamos a hacer con tu tela”. Días después se acercó a mi estudio cuando ya me hallaba trabajando en los bocetos para una coreografía corta, de unos diez minutos, que dedicó a su abuelo. Se estreno en el Teatro Principal de Valencia con una música de resonancias celtas. La tela medía 9X9 metros y formaba parte del ballet, no como fondo, sino como parte activa de él. De hecho, en la escena final el protagonista es tragado por una de “mis” olas…

¿Qué busca tu arte?
Indagar en lo que tengo dentro. Ir sacando cosas de mí misma. Nunca sé lo que voy a pintar ni lo que va a salir; aunque, claro, tengo una idea abstracta de lo que quiero y lo desarrollo en el boceto. Pero nunca sé a dónde me va a llevar. Me encantaría que la gente se sintiera mejor al ver mis cuadros, ser capaz de aportarles algo. No me gusta que, a diferencia de lo que ocurre con la música y la literatura, la pintura sea un arte elitista del que sólo pueden disfrutar unos pocos. El Arte está para comunicar, y para expresar cosas que nosotros mismos no llegamos a entender del todo. Puedo contarte un hecho muy curioso que me ocurrió en 1983, al principio de mi carrera: Me habían encargado un cuadro grande para el que hice un boceto al que titulé Europa. El hecho es que acababa de regresar de Nueva York cuando me puse de lleno a la tarea de bocetar e incorporé algunos elementos que después no incorporé al cuadro: el “David”, de Miguel Ángel, y… dos torres gemelas derrumbándose, con el fogonazo en el lugar donde se produjo el impacto de uno de los aviones el 11 de septiembre de 2001 ¿Se trató de una premonición? Porque ¿qué es eso que llamamos “casualidad”?

Aparte de la danza, la tauromaquia es un motivo central en tu obra ¿qué me puedes comentar de ese mundo?
De la Fiesta me atraen su color y su estética. Como describe José Bergamín en el “Éxtasis del cielo” –La música callada- el toreo es como una danza. En ella se entremezcla con el color y todo lo relativo que hay en él. La luz y la sombra; la vida, la muerte. Todo.

“Me fascina la relatividad del color”

Entrevista a la pintora Verónica Bustamante
Luis del Palacio
sábado, 31 de octubre de 2015, 10:38 h (CET)

1112

El estudio de Verónica Bustamante (Verónica Díaz de Bustamante Loring) ocupa algo más de 20 m2 de un vetusto edificio del barrio de Malasaña madrileño. Tiene algo que me recuerda al decorado de la escena I de la ópera La Bohème, en la que un pintor, un poeta, un músico y un filósofo charlan (cantando) animadamente sobre la vida, el amor y el arte, protegidos por esas cuatro paredes del frío invierno parisino. No hay estufa de leña en este, pero sí muchos cuadros y dos balcones por el que entra la luz de la tarde. Afuera un bullicio de voces más asiáticas que castizas. Mangos y yucas. Productos exóticos que cada vez lo son menos. Un té y la voz de Enrique Morente en la particular “boheme” de Verónica Bustamante.

A mi pregunta, que nada entre las aguas de lo que es obligado y tópico a la vez, de cómo definiría su pintura, me responde:

“Es una pintura onírica; una mezcla de realismo y magia en la que aparecen fragmentos de cosas vividas y también de vidas anteriores. Una parte de mi espíritu es gitano; tengo un alma gitana. En una ocasión un patriarca gitano de una familia amiga me dijo: “Tú eres de los nuestros” Pero también hay algo de mí que es italiano, quizá por viejas resonancias familiares. En mis cuadros, Venecia aparece con mucha frecuencia. Existe una influencia renacentista; me fascinan la música y la pintura de ese periodo”

Estudiaste restauración y, de hecho, trabajaste durante algún tiempo en este campo
Así es. Esos fueron mis comienzos, aunque el dibujo y la pintura me habían interesado desde niña. Mi abuela, que era pintora aunque no profesional, me influyó mucho. Por otra parte la restauración me permitió conocer “la trastienda” de la pintura y me hizo comprender mucho sobre el color; porque para restaurar tienes que dar con el color justo, lo cual requiere una gran dosis de paciencia. Lo que me ocurrió fue que era “demasiado pintora” como para quedarme sólo en la restauración y, aunque tenía un contrato y trabajé en ello durante bastante tiempo (por las mañanas restauraba y por las tardes pintaba) al final pudo mi vocación de pintora. Estudíé durante cuatro años en una escuela de pintura muy buena y más adelante pasé una temporada en Nueva York asistiendo a unas clases en las que el profesor intervenía activamente en lo que estabas haciendo; podía incluso hasta deshacer lo que tenías entre manos.

Unnamed 18

Fue, entonces, una mala experiencia…
No; en absoluto. Era otra forma de enseñar que te hacía replantear la concepción del cuadro, buscando siempre una especie de contrapunto. Era una técnica un poco “bestial”, que puede no gustar a muchos aunque también tiene su lado positivo. A veces es bueno aplicar una “deconstrucción” de la idea original.

Ya para entonces habías dejado definitivamente el mundo de la restauración…
Prácticamente sí. En el 84 empecé a investigar sobre la pintura sobre soporte textil. Yo sola; insistiendo mucho. Hice escenografías; trabajé para Jesús de Pozo…

¿Qué influencia tienen la música y la danza en tu obra?
Enorme. En realidad, me interesa toda forma de Arte; pero muy especialmente el canto y la danza. Esta última forma parte de muchos de mis cuadros y pienso que acaso haya algo genético en esa influencia, ya que tuve una bisabuela que fue bailarina de la Ópera de París. En casa existía la costumbre de cantar cuando nos reuníamos. Como anécdota te puedo contar que a los diecisiete años debuté con una guitarra y un repertorio de canciones en italiano, en Club de Tenis de Santander. Siempre he estado en contacto con músicos.

Y con bailarines. ¿Cuándo surge tu relación profesional con Nacho Duato?
¡Ah! Esa fue una historia muy especial; una de esas casualidades que no lo son. La familia Maya tiene una compañía de teatro clásico y yo había asistido a una representación. A la salida, estando con uno de mis amigos de esta familia, apareció Nacho, que también era amigo de ellos, aunque hacía mucho tiempo que no se veían. Decidimos irnos a cenar. Éramos cuatro personas. Nacho me preguntó qué hacía y cuando le dije que era pintora quiso saber si yo podría pintar el mar. Respondí que sí, y a los tres días –recuerdo que era Jueves Santo y que estaba haciendo yoga en casa- recibí una llamada del Ballet Lírico Nacional para que firmara el contrato. Me quedé de una pieza; no me lo podía creer. Llegué a la sala donde estaba é ensayando con un pequeño grupo de bailarines. Sonaba una música increíble, mediterránea. Y me dijo: “Esto es lo que vamos a hacer con tu tela”. Días después se acercó a mi estudio cuando ya me hallaba trabajando en los bocetos para una coreografía corta, de unos diez minutos, que dedicó a su abuelo. Se estreno en el Teatro Principal de Valencia con una música de resonancias celtas. La tela medía 9X9 metros y formaba parte del ballet, no como fondo, sino como parte activa de él. De hecho, en la escena final el protagonista es tragado por una de “mis” olas…

¿Qué busca tu arte?
Indagar en lo que tengo dentro. Ir sacando cosas de mí misma. Nunca sé lo que voy a pintar ni lo que va a salir; aunque, claro, tengo una idea abstracta de lo que quiero y lo desarrollo en el boceto. Pero nunca sé a dónde me va a llevar. Me encantaría que la gente se sintiera mejor al ver mis cuadros, ser capaz de aportarles algo. No me gusta que, a diferencia de lo que ocurre con la música y la literatura, la pintura sea un arte elitista del que sólo pueden disfrutar unos pocos. El Arte está para comunicar, y para expresar cosas que nosotros mismos no llegamos a entender del todo. Puedo contarte un hecho muy curioso que me ocurrió en 1983, al principio de mi carrera: Me habían encargado un cuadro grande para el que hice un boceto al que titulé Europa. El hecho es que acababa de regresar de Nueva York cuando me puse de lleno a la tarea de bocetar e incorporé algunos elementos que después no incorporé al cuadro: el “David”, de Miguel Ángel, y… dos torres gemelas derrumbándose, con el fogonazo en el lugar donde se produjo el impacto de uno de los aviones el 11 de septiembre de 2001 ¿Se trató de una premonición? Porque ¿qué es eso que llamamos “casualidad”?

Aparte de la danza, la tauromaquia es un motivo central en tu obra ¿qué me puedes comentar de ese mundo?
De la Fiesta me atraen su color y su estética. Como describe José Bergamín en el “Éxtasis del cielo” –La música callada- el toreo es como una danza. En ella se entremezcla con el color y todo lo relativo que hay en él. La luz y la sombra; la vida, la muerte. Todo.

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